Nos dicen que nos quedemos en casa y las calles lucen abarrotadas. Nos piden que usemos cubrebocas y no nos lo ponemos. Nos recomiendan que guardemos la sana distancia y corremos a abrazarnos.

¿Cuál es el juego? Que muchos se sienten especiales y eso es algo que nunca había pasado en la historia de las pandemias.

A estas alturas del COVID-19 ya tenemos sobrevivientes, gente a la que le dio “poquito”, asintomáticos que ni se enteraron, personas que suponen que si ya no les dio, pues ya no les va a dar, y multitudes aferradas a las vacunas.

No finjamos. Todos conocemos a alguien así y esas mujeres, esos hombres, se avientan unas puntadas bárbaras como acusar a los que nos cuidamos de exagerados o como decirle a los demás que no tengan miedo, que salgan, que “vivan”.

Esa insensible posición no es otra cosa que el resultado de la era de egoísmo que nos condujo a la crisis sanitaria, económica y moral que estamos padeciendo.

En el mundo real nadie es especial, nadie es diferente ni nadie puede convertir sus sueños en realidad con tan sólo sonreír y ser positivo.

Que a usted no se le haya muerto nadie de COVID-19, no significa que jamás le vaya a pasar, que usted sea invulnerable o que usted no vaya a ser el asesino que le lleve el virus a los suyos.

Que usted haya sobrevivido no significa que vaya a tener un final feliz, que no tenga secuelas, que no se vaya a volver a contagiar o que no vaya a terminar esparciendo el coronavirus en su colonia.

Que a usted le haya dado “leve” no significa que al rato no le vaya a dar “duro”, que no lo vayan a intubar, que no vaya a terminar muerto o que a sus seres queridos les vaya a dar igual.

Que usted haya sido asintomático o asintomática no la convierte, no lo convierte, ni en Wonder Woman ni en Supermán. Usted no es ni superior ni mejor que nadie.

Usted podría ser una asesina, un asesino. Usted puede haber puesto en riesgo a sus hijos, a sus compañeros de trabajo, a las personas que iban en el mismo avión. ¡Cuidado!

Que a usted todavía no le haya dado no significa que no le vaya a dar pronto, ni que le vaya a dar “bien”, ni que no vaya a contagiar a nadie, ni que no vaya a tener que ir a buscar un hospital de emergencia, ni que vaya a encontrar una buena cama o un óptimo respirador, ni que no se vaya a morir de esto.

Que usted esté aferrado a la ilusión de las vacunas no significa que las vacunas vayan a funcionar bien, de un día para otro ni que esto no se vaya a poner peor.

Somos una especie muy avanzada en términos tecnológicos, pero es tecnología, no magia.

Mire, antes aparecían la peste negra o la viruela y a todos les daba miedo, todos se ponían a rezar, todos se sentían vulnerables.

Ahora, llega el COVID-19 y sólo a unos cuantos les da miedo. Muchos se sienten especiales, superiores, bendecidos y otros, esperan que les pongan una vacuna precisamente para sentirse especiales, superiores, bendecidos.

Creo que no hemos aprendido nada. El individualismo suena muy bonito como pretexto para vender libros de autoayuda, pero la única verdad es que ser así, pensar así, actuar así, está acabando con muchas cosas, con muchas vidas.

O volvemos a entendernos como parte de un todo, o volvemos a la humildad, o esto va a acabar muy mal. ¿O usted qué opina?

Columna de Álvaro Cueva

Milenio

Foto: Especial

cdch