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La confesión de Alfonso Romo

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Romo es jefe de Oficina de la Presidencia, pero en este gobierno, que es de encargos, lo que en verdad hace es ser el contacto con el empresariado del país

Ayer tocó a Alfonso Romo inaugurar la Reunión Anual de Industriales. Romo tiene el cargo de jefe de Oficina de la Presidencia, pero en este gobierno, que es de encargos, lo que en verdad hace es ser el punto de contacto con el empresariado del país.

Sobra decir que eso no ha salido demasiado bien. No por falta de voluntad de Romo o de los líderes de organizaciones empresariales como el Consejo Coordinador Empresarial y otros, sino porque este gobierno, el gabinete, es un laberinto complicado —soy generoso— de andar.

Si las cosas no andaban bien, basta recordar los múltiples atrasos en la presentación de un plan de infraestructura o las discusiones y acciones sobre política energética; la pandemia lo agravó todo.

En abril de este año Carlos Salazar, líder del CCE, dijo con todas sus letras: “la puerta se cerró”.

La puerta se entreabrió hace unas semanas, pero no con mucha amplitud.

Ayer, reconociendo lo atorado de la relación, sobre todo en materia energética, Romo les dijo a los industriales: “Ustedes tienen muy claro cómo fortalecer esa política con inversiones complementarias y necesarias. Los objetivos coinciden, pero algo está sucediendo que no nos estamos comunicando bien o no nos estamos escuchando bien. Esto no lo podemos permitir, lo que está en juego es mucho, el bienestar de muchos y un gran futuro. Ante esto no es aconsejable abrir más frentes de batalla, con el virus y la parálisis económica es más que suficiente”.

Es curioso que Romo lo ponga como un problema de comunicación o sordera y no uno de política pública. Porque si, por ejemplo, en lo energético uno escucha al Presidente, o su secretaria de Energía, o al director de Pemex o al director de CFE, parecen tenerlo todos claro y piensan lo mismo.

Es más, hasta antes de la pandemia lo que sobraba en el gobierno era tiempo para escuchar empresarios; Salazar y Antonio del Valle, en parte gracias a los buenos oficios de Romo, veían al Presidente más que algunos miembros del gabinete.

Lo que no está claro es de qué servía. Ayer dijo Alfonso Romo: “poner obstáculos a la inversión es traicionar el combate a la pobreza, y la historia nos lo reclamará si no lo hacemos correctamente”.

No especificó a quién se refería como el que pone los obstáculos.

 

Columna de Carlos Puig

Milenio

 

Foto:

cdch

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