• Huauchinango

El asedio de TransCanada por la Sierra Norte

Organizaciones de pueblos de la Sierra Norte, se reunieron en lo que ellos llaman “Megaorganizacion” contra las empresas que quieren explotar recursos de la región

Sierra Otomí-Tepehua, Pue.- Son las seis de la tarde en Santa Mónica, el grito de ¡Zapata vive! lanzado en el tercer encuentro de pueblos de la Huasteca y el Totonacapan que luchan contra los megaproyectos estremece la cañada, calles arriba, en una reunión cristiana es otra la consigna: ¡Jesús vive! casi sin querer, dos revoltosos se juntan en este reducto del bosque mesófilo de montaña amenazado por el gasoducto Tuxpan-Tula que quiere hacer la empresa TransCanada.

Los otomíes que habitan el pequeño poblado Ñhühü de casas que desafían el equilibrio en un peñasco rodeado de cerros colmados de ocotes, de prehistóricos helechos, de pinos y encinos, fueron los anfitriones del encuentro en el que unas 350 personas y representantes de 18 organizaciones, compartieron sus penas, se escucharon y comprobaron que son las mismas empresas, las mismas leyes, las mismas autoridades, las que los intimidan, criminalizan y amenazan sus vidas.

Hablan con palabras antiguas. Pausado y gutural el otomí sale de sus bocas. De ahí, dicen, les vino la fuerza a las mujeres, los hombres y los niños de Ma-Kähä- Santa Mónica, Tenango de Doria, en el corazón de la Sierra Madre Oriental para correr –el año pasado- a los empleados de TransCanada que se metieron a la comunidad sin avisar, sin pedir permiso y les advirtieron que no regresaran.

Así lo hicimos –cuenta doña Angélica- porque estamos defendiendo nuestra tierra, los bosques, las plantas, los animales, nuestro cerro sagrado al que le vamos a ofrendar. Defendemos a nuestros hijos, pero también el lugar que nos dejaron nuestros abuelitos que fueron los que nos enseñaron a luchar.

Megaorganización vs Megaproyectos

Al inicio de la reunión señalan que los megaproyectos “viene persiguiendo nuestra vida”, pero dicen saber también que unidos y “megaorganizados” pueden brincar barreras. “Debemos sentir en nuestra cabeza y en nuestro corazón que lo que defendemos es nuestra existencia como pueblos indignados porque nos quieren invadir, nomás con el permiso de los corruptos”, señalan.

“No vamos a callarnos a ver nada más cómo pasan. Vamos a tener los pies firmes en la tierra para ser fuertes porque este es el tiempo de las comunidades”, agregan, porque las autoridades no quieren tocar el tema de los derechos humanos, a la vida, al agua, al territorio, añaden habitantes de los estados de Puebla, Hidalgo, Veracruz, Colima, Zacatecas, Guerrero y la Ciudad de México y miembros de la Corazón, la Red de Afectados por la Minería, del Consejo Tiyat Tlalli, de LaVIDA, los centros de derechos humanos Miguel Agustín Pro y Tlachinollan y la Alianza Mexicana contra el Fracking, entre otras.

Y acusan: “Nos queda clara la complicidad de las autoridades con las empresas y con el crimen organizado. Pero más nos queda claro que hay que tener corazón y hay que tener convicción de que esta lucha no es de nosotros, sino de los pueblos que han resistido por años a un modelo violento que nos quiere arrebatar absolutamente todo, sobre todo a partir de la reforma energética que legalizó el despojo a las comunidades. Pero queremos paz para nuestros pueblos y seguir viviendo como lo hemos hecho”, añadieron.

Las mismas penas

En los talleres de fracking, minería, hidroelécricas, gasoductos no hay discusiones. Las historias que comparten son las mismas: engaño, despojo, desinformación, colusión de las autoridades y de irrespeto a la voluntad de los habitantes de territorio concesionados a empresas nacionales y extranjeras, son un “monstruo” al que hay que confrontar con unidad y organización, también coinciden.

“Las empresas hacen de la destrucción de nuestros territorios y modos de vida un gran negocio. Los pueblos y organizaciones en este tercer encuentro nos organizamos y hacemos frente a estos proyectos que son una amenaza a nuestro modo de vida, a nuestra cosmovisión y los bienes comunes”, y que se quieren imponer con acciones violentas, mediante engaños, destrucción y despojo, añaden.

En un pronunciamiento final, armado en la montaña, a la orilla de los ríos que los unen, juntando sus esfuerzos, sus historias, sus formas de entender el mundo, de mirar sus territorios y mirarse ellos mismos, además de solidarizarse y abrazar la lucha de los pueblos de la sierra otomí-tepehua, exigieron “al gobierno federal y estatal respetar la voluntad de las comunidades y cancelar el proyecto del gasoducto Tuxpan-Tula y el Proyecto Pachuca”.

Y concluyeron, una vez más, que el modelo económico del gobierno no responde a las necesidades de comunidades indígenas y campesinas, porque explota a la naturaleza y a los seres humanos y compromete el futuro de las siguientes generaciones.

También pensaron que sus luchas, aunque alejadas por la distancia, no son aisladas. Que cada uno definirá sus estrategias de resistencia, pero que “no están solos”.

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