• Huauchinango

El Principito es traducido al totonaco en la Sierra Norte de Puebla

Pedro Pérez Luna, quien es un profesor indígena, dedicó un año de su vida para terminar la obra.

Huauchinango, Pue.- El totonaca, que alguna vez sirvió al gobierno estadunidense como código de guerra, al grado de que su gramática estuvo “clasificada” por varios años, es la lengua a la que el profesor indígena Pedro Pérez Luna, tradujo el relato El Principito (Wa xa’aktsú Púxku’) de Antoine de Saint-Exupéry, trabajo en el que invirtió un año de su vida.

Convencido de que los encuentros se deben dar entre el espíritu, el pensamiento y las palabras de cada persona, Pérez Luna se propuso tender un puente entre su lengua materna y el francés, con el objetivo de revitalizar a la primera y demostrar que puede expresar “muy bien” los valores de vida, amistad y amor que pondera la obra publicada por primera vez en la década de los 40 del siglo pasado y traducida a más de 200 idiomas del mundo, incluidos el maya peninsular, el kaqchikel de Guatemala y el toba del norte argentino.

La obra, cuenta la historia de un niño (el pequeño príncipe) que a través de sus aventuras y viajes por varios planetas narra con bellas metáforas y excelentes recursos lingüísticos, las contradicciones existentes entre el comportamiento de los adultos y los contrasta con la sabiduría infantil.

A la fecha, explicó Pérez Luna, es desconocida por niños y jóvenes que originarios del Totonacapan poblano y algunos pocos que conocen sólo escuetas referencias del relato desde el español, segundo idioma de muchos de los miembros de la etnia.

A pesar de que en la entidad más de 100 mil personas hablan totonaco con siete variantes dialectales según la región, dijo el también licenciado en Lengua y Cultura por la Universidad Intercultural del estado de Puebla, es una lengua amenazada, es decir, se encuentra en peligro de sustitución lingüística por el español, por la falta de textos que ayuden a su difusión 

Además enfrenta otro tipo de embates: la discriminación por parte de sectores dominantes, que de manera cotidiana lastiman su dignidad, pues se da a esta lengua el estatus despectivo de “dialecto”, pensando que no cuenta con gramática ni vocabulario rico, añadió

Por ello, agregó Pérez Luna, es importante evitar que su lengua deje de hablarse y pueda seguir siendo un medio de comunicación, pero también un medio de transmisión de conocimientos ancestrales y valores, tal y como lo demostró en una investigación anterior denominada “Wantú Lichuwinanqó’ lakqolón” (Lo que los abuelos platican).

De El Principito a Wa xa’aktsú Púxku’

Con su traducción y difusión de El Principito, reiteró, se coadyuvará a valorar el idioma y se favorecerá su desarrollo y revitalización al demostrar que el totonaco es una lengua literaria al nivel de cualquiera del mundo, como el francés, el español, el inglés o el alemán.

En principio, explicó, hizo un resumen de la obra en totonaco, utilizando el significado de la original, para demostrar que lo que Antoine de Saint-Exupéry quiso dar a entender, se puede leer y expresar muy bien en este idioma originario.

Para ello, añadió, reprodujo de la manera más exacta posible el significado del mensaje original en una forma que sea natural en la lengua meta. “Pues precisamente traducir no consiste solamente en sustituir las palabras del idioma fuente por las del totonaco. Las palabras se combinan de manera diferente en cada idioma, así como las ideas, que también se expresan de maneras distintas”.

En su trabajo, echó mano de distintos tipos de traducción literaria: usó la traducción idiomática, que es muy diferente a la traducción literal, pues la primera procura comunicar el significado de la lengua original a través de las formas naturales de la lengua receptora.

Sin embargo, el ejercicio no estuvo exento de dificultades, precisó, pues tras realizar la lectura de El Principito y resumirla al totonaco, se encontró con que algunos términos lingüísticos no se pudieron traducir, como las palabras elefante, baobas, Sahara, por lo que tuvo que usar préstamos lingüísticos y otras palabras como “boa”, si tienen una correspondencia en su lengua materna “jukiluwa”.

“Estoy consciente de que hay situaciones como la ortografía práctica para representar algunos signos del idioma como el largo vocálico, las vocales laringealizadas, etcétera, que están a discusión entre los hablantes”, explicó.

Además de que hay que hacer algunas lecturas en las escuelas de la región y con algunos adultos. “Creo que esta obra, con una buena difusión, puede contribuir a la valoración de mi lengua materna. Pues demuestro que una obra escrita originalmente en lengua francesa, se puede leer en totonaco. En lo particular pienso que esto puede ayudar sobre todo a los jóvenes y niños, pues a la fecha no hay publicaciones dirigidas a los totonacos”, aseveró.

“Tardé un año en traducirlo, también hice pruebas, pues dos amigos hicieron traducciones a la inversa o retrotraducciones para hacer la evaluación. Parece que si me apego a lo que el autor dice”, expresó con humildad Pedro quien también busca conseguir los permisos del gobierno francés para la publicación e iniciará gestiones para obtener los recursos que permitan su reproducción.

De un planeta a otro

El trabajo de Pedro Pérez Luna fue sometido además a la opinión de la lingüista francesa Duna Troiani, autora del ensayo “Fonología y morfosintaxis de la lengua totonaca” de Huehuetla, Puebla, quien consideró que revela la importancia que los indígenas dan a su lengua, “ya hay una conciencia de que cada lengua, como cada cultura, merece su propio espacio en el universo”. 

La especialista apreció que la traducción es un ejercicio extremamente difícil: “es como pasar de un planeta a otro” y adquiere un nivel mayor de complejidad cuando, como en el caso del totonaco, aún hay mucho por hacer.

“Lo más importante es que la gente  lea el libro y encuentre el placer del texto y no el de la ortografía, estoy segura de que cuando uno se adentra en el relato, se adapta muy bien a las normas de ortográficas. Al leer la primera página, el lector hará suyas las normas porque las palabras tomarán su propia musicalidad, la que corresponde a la lengua totonaca y cualquiera las comprenderá. Eso es lo más importante, no la guerra de las escrituras, que resulta negativa e impide avanzar en la comunicación y en la creación”, previó.

Las palabras que resisten

Discriminado desde niño por ser hablante del totonaco, Pérez Luna tuvo que salir de su natal Putaxcat, municipio de Huehuetla, en la sierra verde o levantina de Puebla, para darse cuenta de que su cultura y su lengua son importantes.

“Cuando entré a estudiar la primaria, no fui a una escuela bilingüe, sólo hablaban español, aunque si habíamos algunos hablantes totonaco, pero no nos permitían expresarnos en la lengua, menos en las clases. Para nosotros era muy difícil entendernos y comunicarnos con nuestra maestra, porque ella no hablaba totonaco y nosotros no hablábamos español. Y tampoco hablábamos con nuestros compañeros”, recordó.

“Fuimos discriminados, nos pegaban con varas, nos regañaban porque la clase era en español, aunque entre nosotros platicábamos en totonaco. Y yo aprendí español hasta los 12 años. En la Telesecundaria no había asignaturas en nuestra lengua, tampoco en el bachillerato y en ese nivel ya no nos importaba hablar la lengua, porque éramos muy rechazados en ese medio”, añadió

“Fue hasta la universidad que supe que el totonaco se podía escribir y leer, y ahí me di cuenta que cometía un error al rechazar mi lengua y mi cultura, ahora hago todo lo posible por enseñar a los niños lo que sé”, indicó mientras muestra algunas fotografías de su trabajo en la comunidad en que nació.

En Putaxcat, todos siguen hablando el idioma totonaco, pero pocos lo leen y lo escriben, por ello instrumentó un curso de alfabetización denominado Combinación de Métodos para la Lectoescritura (Comele) dirigido principalmente a jóvenes y a adultos, con el que se construyen pequeños textos en los que se recupera la memoria oral de la población.

Poco después realizó un taller de cuentacuentos utilizando el mismo método con alumnos de cuarto y quinto año de primaria, además de la elaboración de un memorama, un mini libro y tarjetas por campo semántico.

Al mismo tiempo, añadió Pedro Pérez Luna, se dedicó a involucrar a la gente mayor de las comunidades en la promoción y conservación del idioma y su cultura, pues “ellos son los portadores de muchos saberes que se están perdiendo por desinterés y la incomprensión del significado de los modos de vida ancestrales”.

Por ello, previó que la traducción y difusión de El Principito al idioma totonaco, puede tener efectos positivos en las actitudes lingüísticas de los hablantes y no hablantes. Asimismo, animaría a los hablantes de las otras lenguas originarias de la región, del estado y del país a realizar este tipo de acciones para ayudar al fortalecimiento de los idiomas originarios, coadyuvando a la paz y a la equidad lingüística.

Para él se vuelve imprescindible reconocernos en nuestras lenguas, pues conforman nuestra identidad multicolor.

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