- Huauchinango
Piden a la Virgen detener proyectos de muerte en Sierra Norte de Puebla
Huauchinango, Pue.- La violencia, la corrupción, los “proyectos de muerte”, los asesinatos y las desapariciones están destruyendo a los pueblos indígenas, denunciaron sacerdotes en su homilía durante la segunda misa en náhuatl que se realiza en la Basílica de Guadalupe y en la que participaron habitantes de juntas auxiliares de Huauchinango.
Los miembros de la curia católica se dijeron consternados por los crímenes que quedan impunes y por el desprecio que hay hacia los productos del campo que obliga a sus trabajadores a abandonar sus actividades y a convertirse en presas de las bandas del crimen organizado, señalaron los lingüistas René Esteban Trinidad y Guillermo Garrido Cruz, que asistieron a la celebración.
“En nuestro pueblo la violencia y la corrupción lo está destruyendo, nuestros frutos del campo no son valorados y los tenemos que mal abaratarlos, los jóvenes abandonan nuestros pueblos se arriesgan en aventura buscando mejores condiciones de vida o fascinados por la ilusión que les ofrece el mundo neoliberal y que terminan arrumbados, discriminados y pierden sus raíces y sus sueños. Muchos de ellos son captados por el crimen organizado o sucumbe entre las drogas y el narco tráfico, nos duele y nos entristecen los asesinatos y las desapariciones cometidas por el crimen que quedan impugnes y dejan luto, tristeza y orfandad”, dijeron –en náhuatl-, los sacerdotes.
Son miembros de la pastoral india de la iglesia católica así como algunos laicos, seminaristas y fieles quienes prepararon la Segunda Misa en Náhuatl o masehualxohitlasohkamatilistli que logró reunir a varias comunidades nahuas, procedentes de los estados de Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Morelos, Guerrero, que pertenecen a las Diócesis de Tehuacán y Orizaba, además de las Arquidiócesis de Puebla y Tulancingo.
Previamente, en la explanada de la Basílica, varios ritualistas y tlamatqui nahuas ofrendaron tabaco, mole, tamales cerveza, humo de copal, fruta, flores y tepache en un rito que fue calificado por algunos opositores al ritual como “actos de brujería” y “paganismo”.
En Huauchinango –contaron Esteban y Garrido-, los preparativos iniciaron cuando Domingo Garrido, un curandero nahua de Cuacuila, empezó a preparar los objetos rituales que utilizaría para la segunda misa en mexicano: extendió su petate enfrente de su altar para colocar el sahumador, los 24 pañuelos rojos, los 24 copales y metros y metros de listón de color blanco y rojo.
“El marcador ritual en esta ocasión fue la música de xochison. En la primera parte del ritual, Domingo acomodó y envolvió los copales con papel oropel, enseguida cubrió cada uno de los copales grandes con un pañuelo rojo simbolizando la fuerza y los cuerpos de sus trabajadores, de los señores floridos que lo ayudan a ahuyentar los males del alma. Finalmente, con los listones rojo y blanco, los ató formando una especie de cinturón. Para cuando los primeros 12 sones floridos concluyeron, también los primeros 12 copales ya estaban vestidos, de esa manera vistió 24 copales con apariencia antropomorfa y 24 collares de flores”, añadieron.
El olor a mole poblano y tamales de alverjón llegaban hasta el altar del curandero. Los pacientes, que más bien estaban impacientes, yacían parados afuera de la casa de Domingo esperando el automóvil que los conduciría a la Basílica. Todos los acompañantes cargaban con sus chiquihuites y canastas llenas de flor de cempasúchil para ofrendarle al cerro de Tepeyac y a la Virgen de Guadalupe, indicaron Esteban y Garrido.
Al llegar a la Basílica, uno de los organizadores de la segunda misa en náhuatl, le asignó un espacio al curandero para que realizara su depósito ritual. Allí don Armando Flores y su acompañante interpretaron los sones floridos. El Tlamatqui acomodó la imagen de la Virgen de Guadalupe y postró a sus pies un petate con ocoxal, al mismo tiempo que encendió dos velas blancas y comenzó con su rezo en náhuatl, apuntaron.
La ofrenda era amplia, estaba constituida por 24 tasas de atole de chocolate y 24 pedazos de pan, 24 platos de mole y 24 tamales de alverjón, 24 refrescos y 24 cervezas, un pollo entero, así como tortillas y canastas llenas de maíz, frijol y varias veladoras. Al ofrendar el curandero en su discurso ritual solicitó la bendición y la abundancia en las cosechas de maíz, frijol y tomate. También le rogaba a la virgen que recogiera la ofrenda que le había colocado a sus pies. Pedía disculpas por lo que no había llevado y que interviniera en las necesidades de su pueblo, de sus pacientes y de él para que no dejara de curar las enfermedades del alma.
A las dos de la tarde, inició la segunda misa en náhuatl. Se escuchó: Itech itokatzin Totahtzin, iwan Ipiltzin iwan Teoihyotzin, y todos los asistentes respondieron: Amén. La misa, añadieron, se inició con el enfloramiento de los sacerdotes, la procesión hacia el templo se hizo danzando los sones ceremoniales. Teotsin mah mitsweyih matikah nochi altepeme (que te alaben Señor todos los pueblos). Se cantó en náhuatl.
El olor a incienso, las flores de cempasúchil y los sones rituales, llenaron de alegría a los asistentes. Uno de los momentos importantes fue cuando en náhuatl pidieron por el buen temporal y la lluvia, las buenas cosechas para el sustento de las familias indígenas, también le pidieron a la Tonantzin y a Juan Diego por la tierra y que se acaben los “proyectos de muerte” que se están sufriendo en la Sierra Norte de Puebla.
Mientras algunos turistas nacionales y extranjeros se acercaban por la inusual misa que incluyó danza, música, cantos y liturgia en náhuatl. Algunos criticaban el hecho de haber incluido un ritual de tlamatcayotl, pues varios sacerdotes se opusieron a que los tlamatqui-curanderos acudieran a ofrendar en este “ámbito de prestigio”, que seguramente redundará en la valoración y el mantenimiento del idioma náhuatl, agregaron los lingüistas.