San Pedro Cholula, Pue.- Como cada año cholultecas y pequeños productores venidos de la zona de los volcanes cumplieron con la tradición del trueque, la sobrevivencia del sistema económico de los ancestros.

Aunque algunos de ellos reconocen que la tradición cada año viene a menos, a causa de diversas dinámicas sociales, la cantidad de personas que asisten a la Plaza de la Concordia de San Pedro Cholula aún son las suficientes para considerar que sigue viva.

En una de las orillas, Amelia Toxqui, originaria de Huejotzingo, está a la espera de que alguien intercambie sus manzanas que apiló por docenas; tiene más de 57 años y desde los siete recuerda que su madre la indujo en los oficios de “la cambia”.

La plaza es una mezcla de olores y colores, manteados de todas tonalidades cubren, apenas, el intenso rayo de sol que se sufre desde muy temprano en la ciudad milenaria. Las cuerdas que las sostienen hacen una telaraña que se debe sortear con cierta pericia.

Entre los pasillos se puede encontrar de todo, fruta de la región: manzanas, peras, uvas, algo de granadas; las vainas son infaltables y las canastas de palma hacen pilares que enmarcan la escena.

Este jueves, Encarnación Cantero, vino desde muy temprano proveniente de Tochimilco; las vainas que intenta cambiar están sobre una pequeña lona blanca que las separa de piso, al mediodía ya había conseguido cambiar su producto por algo de ropa y comida.

El trueque no tiene metodología, se basa en la estimación bien intencionada y el ánimo de ambas partes para darse por bien cambiados.

Pero este día de trueque, en la plaza de la Concordia, no todos fueron a cambiar, algunos comerciantes que debieron pagar 250 pesos por metro cuadrado, no estuvieron dispuestos a participar de la tradición, lo importante era recuperar la inversión.

En medio del intenso e incesante olor a incienso, otros vendedores más, solo permitieron el intercambio durante las primeras horas del día, después la venta.

Pese a todo, existieron opiniones divergentes, Gloria Ramos, originaria de San Baltazar, quien lleva tres años asistiendo cada 8 de septiembre al intercambio de sus chiles secos, dijo que en esta ocasión las condiciones para comerciar fueron mejores que los años previos.

En medio de la plaza atiborrada, un par de adolescentes, custodiadas por su maestra buscaban acercarse al modelo de la economía prehispánica; “es una muy buena experiencia”, refirió una de ellas.