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Restaurador de cruces, un oficio convertido en tradición en San Gabriel Chilac

Pobladores llegan a las tumbas para hablar con sus difuntos, les piden permiso de retirar las cruces que llevarán a reparar.

San Gabriel Chilac, Pue.- Como en ningún otro lugar de México, en San Gabriel Chilac las familias han hecho de la reparación de cruces de los fieles difuntos toda una tradición.

En estas fechas los pobladores esperan a las almas que vienen del Mictlán, lugar de los muertos. Un mes antes o semanas previas a la celebración mayor, llegan a las tumbas para hablar con sus difuntos a fin de pedirles permiso de retirar las cruces, les informan que las llevarán a reparar y posteriormente se las regresarán.

Parte de esta tradición está en la reparación de la cruz de cada uno de los difuntos, actividad que realizan los artesanos. La costumbre ha traspasado generaciones y se mantiene viva.

El trabajo de restaurador de cruces en vísperas de  la llegada de los fieles difuntos, se ha convertido en la cultura y tradición reconocida por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

En entrevista para municipiospuebla.com.mx el artesano Fernando Duarte Espíndola señaló que este año cumple 40 de reparar las cruces de los fieles difuntos, “y el pueblo nos sigue dando la bendición para darle una pintadita a la cruz de sus muertitos”.

Don Fernando dijo que en esta ocasión repararán 600 cruces. Los costos son accesibles para las personas ya que actualmente la economía no está para comprar una cruz nueva, por eso vienen y piden la reparación de su cruz con anticipación.

Las cruces de 85 centímetros, que son colocadas a los menores de edad, tienen un costo de reparación de 15 pesos, no así las de tamaño tradicional de 1.65 centímetros, con un costo de 50 a 80 pesos.

Además de ser negocio, es una tradición de familia. El trabajo para la familia Duarte Espíndola empieza desde el 2 de octubre y días antes del 2 de noviembre, ya que los pobladores desde el 27 de octubre inician con la limpieza de las tumbas y después con la colocación de la cruz.

En el taller también trabajan cinco personas más, el compadre, la nuera, el sobrino y su hijo, quienes le entran a la barnizada de las cruces para que todos conozcan sus costumbres.

Artesano orgulloso de sus tradiciones

“Como cada año, ya saben que esperan a sus difuntos y ahora sí hay que recibirlos”, afirma.

Las cruces, una vez que llegan al taller para recibir el mantenimiento, son tratadas con respeto y son colocadas a la entrada, preparadas y posteriormente las recuestan.

A las cruces se les asigna un número que les permite identificar a qué persona pertenece, para después verificar su estado, remplazar el resplandor y lijarlas en su totalidad y posteriormente recibir varias capas de pintura o barniz, dependiendo el tipo o estilo de cruz.

Don Fernando refiere que el proceso se hace tal como se lo enseñaron sus ancestros. El objeto se trata con respeto, hablan con cada una de ellas para ser talladas, modificadas y pintadas.

“Hay personas que nos han venido a dejar aquí sus cruces, ya son tataranietos, ya son cruces de 1926. Hay una cruz de 1924”, señaló.

“Entre las cosas curiosas... ahorita voy a empezar a trabajar una cruz con el nombre de Agustín Lara, claro, será otro ¿verdad?”, dijo el artesano.

Aunque en este año han recibido 600 piezas para su reparación, calculan que el número de cruces en el panteón municipal rebasa las 15 mil y las que no son atendidas un año, seguramente lo serán el siguiente.

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