- Ciudad Serdán
Poblanas muertas en Nueva York emprenden el viaje definitivo
Ciudad Serdán, Pue.- Este fin de semana, los cuerpos de Rosaura Barrios Vásquez y el de su hija Rosaura Hernández Barrios, fallecidas en la explosión y derrumbe de un edificio en Nueva York, el pasado 12 de marzo, fueron finalmente cremados y resguardados por su familiares en la comunidad de San Francisco Cuautlancingo.
Veinticinco años después de haber partido hacia los Estados Unidos, Rosaura Barrios Vásquez volvió a su natal San Francisco para quedarse definitivamente. Ahora con 43 años, acompañada por su hija de 22, a quién también le dio el nombre de Rosaura, descansarán por siempre, una junto a la otra.
Era el año de1989 cuando Rosaura Barrios se llenó de ilusiones y se fue con su esposo José Cecilio Hernández al otro lado, porque acá sólo tenían una pequeña tienda de abarrotes donde vendían desde un kilo de azúcar hasta carnitas de cerdos o anuncios parroquianos a través del único aparato de sonido que existía en el barrio.
Un día emprendieron el viaje y se fueron. La pareja procreó allá a sus dos hijos, Rosaura nació al poco tiempo y siete años después nació Oscar Hernández Barrios. Tras el nacimiento del segundo hijo la familia Hernández Barrios ya no volvió a estar tranquila, pues al segundo de sus hijos le fue detectada una enfermedad congénita de la que no ha podido recuperarse.
Rosaura añoraba siempre su pueblo, su gente y los lugares que acostumbraba recorrer cuando era niña, y por ello tenía siempre la idea firme de algún día regresar y estar de nuevo cerca de sus padres, don Fernando Barrios y Doña Celia Vázquez, ahora ya mayores.
Por eso hace 14 años regresó con la intención de quedarse, sin embargo, la enfermedad de Oscar la obligó a irse dos años después de vuelta a los Estados Unidos para brindarle la atención y los medicamentos necesarios. Tras esa segunda migración, nació su hija Celia, quien actualmente cuenta con seis años de edad.
Allá en el popular barrio de East Harlem, en la isla de Manhattan, la familia Barrios Hernández llevaba una vida normal, hasta donde se podía. Rosaura Hernández aunque nació en aquel país, sus rasgos y costumbres la hacían reconocerse mexicana y poblana como sus padres.
La joven, al igual que su madre y como cualquier chica veinteañera tenía la mente llena de ilusiones y sueños por cumplir, y jamás los consideraba imposibles. Desde los tres años hablaba inglés y español como sus lenguas maternas, pero desde hace unos años había aprendido a hablar también el francés, una lengua que estaba perfeccionando.
Gracias a su preparación, su buen gusto por la gastronomía y el sazón heredado de su abuela Celia, se desempeñaba como chef en el restaurante del hotel Iroquois, en Midtown, donde sus platillos gustaban desde la primera vez que se probaban.
La mañana del miércoles 12 de marzo madre, hija y hermano se encontraban en el departamento donde vivían, sobre la avenida Park. Era un conjunto de dos edificios, el 1644 y el 1646, habitados principalmente por migrantes latinos. José, la cabeza de la familia, se había ido como cada día al trabajo y Celia, la hija menor, se encontraba en la escuela.
Pasaban las 9:00 de la mañana cuando un fuerte olor a gas estremeció a los residentes, quienes decidieron marcar al número de emergencia a las 9:13, sin embargo, unos minutos después un fuerte estallido estremeció la ciudad y activó todas las alarmas de los cuerpos de emergencia. El saldo fue de ocho muertos y 63 lesionados.
Tras varias horas de incertidumbre, finalmente las autoridades newyorkinas confirmaron el deceso de Rosaura Barrios y un día después el de Rosaura Hernández. Entonces, las campanas doblaron en la parroquia de Serdán y se inició el luto y la incertidumbre cundió entre familiares y amigos de aquí y de allá.
Pronto, también se reportó herido el joven Óscar Hernández Barrios, quien hasta la fecha permanece hospitalizado en Nueva York y con un estado de salud delicado. Su padre y hermana menor lo apoyan y aguardan su recuperación, sin saber todavía si la empresa Con Edison Gas se hará responsable de los daños e indemnizaciones.
Luego de trámites locales e internacionales, la madrugada del viernes 21 de marzo, nueve días después de ocurrida la tragedia, sus cuerpos llegaron a la calle Central, sin número, donde un pequeño altar, flores y veladoras enmarcaron la escena en que decenas de familiares y amigos oraron por ellas y también por los que se quedaron en la Unión Americana.
Después de ser veladas y visitadas por los viejos amigos, la mañana del sábado Rosaura y su hija, acompañadas como dándose apoyo una a la otra, finalmente emprendieron el viaje definitivo, llevando por delante la bendición de sus padres y hermanos que hoy continúan rogando por el descanso de sus almas.
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