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¿Le ganó Trump la partida a Jerome Powell?
El discurso que pronunció Jerome Powell el pasado viernes 22 de agosto en el simposio anual de Jackson Hole, que reunió a banqueros centrales de todo el mundo, marcó un giro relevante en la orientación de la Reserva Federal.
El presidente del banco central estadounidense abrió explícitamente la puerta a un recorte de tasas de interés tan pronto como en septiembre, un mensaje que fue leído por los mercados como un viraje hacia una política más flexible en un contexto donde la inflación sigue siendo elevada, pero el mercado laboral muestra síntomas claros de desaceleración.
¿Fue esta decisión una concesión a las presiones del presidente Trump, que demandaba bajar las tasas?
En principio, pareciera que no, pero en el fondo, en realidad sí. Veamos.
Powell señaló que la economía estadounidense enfrenta lo que calificó como un “equilibrio curioso” en el empleo, en el que tanto la oferta como la demanda de trabajadores han perdido dinamismo. Esa circunstancia, sumada al impacto de los aranceles en la inflación, lo llevó a plantear que la Reserva Federal está preparada para actuar con prontitud si los riesgos para la actividad económica y el empleo se hacen más evidentes.
Debe recordarse que a diferencia de la mayoría de los bancos centrales, la Reserva Federal tiene un doble mandato. Debe procurar tanto el control de la inflación como el pleno empleo.
Otras instituciones, como el Banxico, tienen como único mandato el control de la inflación.
Por eso, la Reserva Federal debe encontrar un balance adecuado para sus propósitos.
Lo que en cierta medida Trump demandaba es que le pusieran más énfasis al crecimiento que al control de la inflación, y pareciera que es lo que va a ser la Fed en septiembre.
La reacción de los mercados globales fue inmediata. Las principales bolsas de Estados Unidos registraron un repunte importante: el viernes, el S&P 500 avanzó 1.5 % y el Nasdaq también subió 1.9%, impulsado por la expectativa de un entorno monetario más benigno.
Los rendimientos de los bonos del Tesoro retrocedieron con fuerza, en particular en los plazos de dos y diez años, reflejando la confianza de los inversionistas en que un ciclo de relajación monetaria comenzará más temprano que tarde.
Analistas de Bloomberg destacaron que el discurso de Powell consolidó las probabilidades de un recorte en septiembre, las cuales ya se ubican en niveles cercanos al 90 por ciento según herramientas de mercado como el CME FedWatch.
En el mercado cambiario la consecuencia fue igualmente clara: el dólar se debilitó frente a la mayoría de las divisas. El índice DXY, que mide el desempeño del billete verde frente a una canasta de monedas, retrocedió casi un punto porcentual y se ubicó alrededor de 97.7 unidades, su nivel más bajo en varias semanas.
Esta pérdida de fortaleza del dólar generó un beneficio inmediato para las monedas emergentes, entre ellas el peso mexicano. El precio del dólar frente al peso retrocedió y cerró en 18.58 pesos, en un movimiento que se sumó a una tendencia de apreciación observada en los días previos, derivada también de las tensiones políticas en torno a la independencia de la Reserva Federal.
El fortalecimiento del peso se vio reforzado por las expectativas de política monetaria en México. La inflación, que ya se había moderado de 4.32 a 3.51 por ciento anual en julio, tuvo un buen desempeño en la primera quincena de agosto, en la cual retrocedió a 3.49 por ciento.
Faltan datos aún, pero se va abriendo el camino para que Banco de México pueda aplicar un recorte adicional en su tasa de referencia en la próxima reunión de septiembre, posiblemente llevándola al 7.50 por ciento el próximo 25 de septiembre.
La más reciente encuesta realizada por Citi reflejó que la mayoría de los analistas prevé esa baja de 25 puntos base.
De confirmarse esa expectativa, el diferencial de tasas con respecto a Estados Unidos aún se mantendría elevado si la Fed baja en cuarto de punto su tasa.
Este doble efecto refuerza la visión de que la moneda mexicana podría sostener su fortaleza en el corto plazo.
El discurso de Powell también dejó ver la tensión política que atraviesa la Reserva Federal.
Powell insistió en que las decisiones del banco central estarán basadas en los datos económicos y no en consideraciones políticas, pero la realidad es que las presiones externas sobre la Fed han crecido.
En el plano internacional, los efectos del giro de la Fed se multiplicaron. Los inversionistas comenzaron a rotar posiciones hacia activos de mayor riesgo, favoreciendo tanto a bolsas emergentes como a monedas de países con fundamentos sólidos.
En Asia, el yen japonés y el won surcoreano se apreciaron, mientras que en Europa el euro recuperó terreno frente al dólar.
En América Latina, además del peso mexicano, el real brasileño, el peso colombiano y el peso chileno también se fortalecieron. Este patrón de movimientos confirma que un ciclo de relajación monetaria en Estados Unidos tiende a favorecer a los mercados emergentes, al atraer flujos de capital en búsqueda de mejores rendimientos relativos.
Las expectativas hacia adelante se concentran en los próximos reportes de empleo e inflación en Estados Unidos. Si los datos confirman la desaceleración del mercado laboral y la contención de la inflación subyacente, la probabilidad de un recorte en septiembre será prácticamente un hecho consumado.
No obstante, si la inflación vuelve a repuntar, el discurso de Powell podría interpretarse como demasiado complaciente, lo que obligaría a la Fed a reconsiderar su tono.
En México, el comportamiento del tipo de cambio dependerá tanto de esa decisión como de la estrategia de Banxico. Algunos analistas estiman que el dólar podría cerrar el año en torno a 19.50 pesos, aunque el nivel actual, cercano a 18.58, refleja un optimismo que no necesariamente será sostenible si cambian las condiciones externas.
En conclusión, el mensaje de Jerome Powell en Jackson Hole fue recibido como el inicio de una nueva etapa en la política monetaria de la Reserva Federal, sea por las presiones de Trump o por decisión propia de la Fed.
El solo hecho de plantear abiertamente la posibilidad de recortes en septiembre bastó para encender el entusiasmo en los mercados bursátiles y para debilitar al dólar.
Las próximas semanas serán decisivas: los datos económicos y las tensiones políticas definirán si la Fed materializa el movimiento y si el peso logra consolidar su actual fortaleza.
Columna Coordenadas de Enrique Quintana en El Financiero
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