En los últimos años, la espirulina, una microalga de intenso tono verde azuloso, ha resurgido como uno de los suplementos alimenticios más populares entre quienes buscan opciones más saludables. Lo que alguna vez fue parte de la dieta de culturas antiguas —como los aztecas en México— ahora reaparece en batidos, cápsulas e incluso en cafés de cadena internacional, que han comenzado a experimentar con ella en productos como latte con espirulina, mezclando tradición, mercadotecnia y nutrición.

Este alga, que en realidad es una cianobacteria, crece en cuerpos de agua dulce y salada y se distingue por su alto contenido en proteínas, vitaminas y minerales. Con solo 15 gramos de espirulina se puede cubrir la cantidad diaria recomendada de vitaminas del grupo B, como la B1 y B2, esenciales para el sistema nervioso y la piel. También ofrece magnesio, hierro, calcio y una dosis importante de vitamina A, lo que ha llevado a muchos a considerarla un superalimento.

Sin embargo, su creciente presencia en productos procesados ha generado dudas. Si bien agregar espirulina a un café helado puede parecer una buena idea, la alta cantidad de azúcar y otros ingredientes podría contrarrestar sus beneficios. Para los expertos, el verdadero valor nutricional de esta alga se aprovecha mejor en presentaciones más naturales, como en batidos verdes, jugos, yogures o directamente en cápsulas.

Otro punto que no debe pasarse por alto es la calidad del producto. La espirulina cultivada en ambientes no regulados puede estar contaminada con metales pesados o bacterias tóxicas, lo que representa un riesgo para la salud. Por eso, se recomienda adquirirla con proveedores certificados y verificar que cuente con pruebas de laboratorio que aseguren su pureza y origen.

También existen restricciones en su consumo. Por ejemplo, personas con fenilcetonuria (PKU) —un trastorno genético poco común— deben evitarla, ya que contiene fenilalanina, un aminoácido que estas personas no pueden procesar. Y aunque es rica en hierro, este es de tipo no hemo (de origen vegetal), lo que hace que se absorba menos eficientemente que el hierro proveniente de carnes, por lo que no se debe depender exclusivamente de la espirulina como fuente de este mineral.

En cuanto a su uso en la cocina, muchos se enfrentan al reto del sabor: tiene un gusto terroso, con notas a alga marina que no todos disfrutan. Por ello, se recomienda mezclarla con frutas cítricas, jengibre o frutos rojos, o bien consumirla en tabletas para quienes no toleran su sabor.

Aunque no se trata de una solución mágica, la espirulina puede ser un complemento útil dentro de una dieta balanceada. No sustituye una alimentación saludable ni estilos de vida activos, pero sí puede sumar nutrientes importantes cuando se incorpora con moderación y de forma informada.

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foto cortesía 

xmh