La famosa frase de Claudia Sheinbaum “A donde yo llego se me respeta” ha sido una constante en su discurso político, resaltando su firme postura sobre la autoridad y el reconocimiento que se le debe. Sin embargo, esta máxima parece haberse visto cuestionada en un reciente evento en el Zócalo de la Ciudad de México, donde la presidenta vivió un momento incómodo que, para muchos, refleja las tensiones internas dentro del movimiento de la 4T.

Durante dicho evento, Sheinbaum pasó desapercibida mientras otras figuras clave de la Cuarta Transformación, como la presidenta de Morena y los líderes del Congreso, se tomaban una selfie con Andrés Manuel López Beltrán, hijo del presidente de la República. En ese escenario, la presidenta se vio relegada a un segundo plano, casi como una espectadora en su propio terreno. Esta escena, aparentemente trivial, resultó simbólica, dando pie a una reflexión más profunda sobre la dinámica interna del movimiento político que encabeza.

La contradicción de exigir respeto

La anécdota del Zócalo no es el primer episodio que pone en evidencia una contradicción entre las palabras y los hechos de Sheinbaum. Recordemos que en una ocasión la entonces jefa de Gobierno de la Ciudad de México reprendió con firmeza al entonces gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, exigiéndole respeto en términos rotundos: “A donde yo llego se me respeta”. Este tipo de declaraciones, que en su momento parecían claras y contundentes, ahora parecen adquirir una dimensión distinta cuando los símbolos de poder dentro de su propio movimiento no le devuelven ese mismo respeto.

La exclusión de la ministra Norma Piña en un acto oficial fue otro momento que evidenció la importancia que Sheinbaum otorga al respeto hacia las instituciones. En ese entonces, la presidenta justificó la omisión bajo el argumento de que Piña no respetaba al Ejecutivo, la Constitución ni el Legislativo. Sin embargo, el episodio en el Zócalo invita a preguntarse: ¿qué sucede cuando el respeto que ella exige no es correspondido dentro de su propio círculo político? ¿Es esta falta de protocolo un error o algo más profundo que refleja una fractura interna en la 4T?

Tensiones dentro de la 4T: ¿Respetos, rivalidades o simples descuidos?

El gesto de ignorar a Sheinbaum frente a los reflectores no pasó desapercibido, y las preguntas sobre el impacto de este desaire en la política interna de la 4T no tardaron en surgir. Para Martha Anaya, analista política, el incidente deja claro que, a pesar de ser una figura clave del movimiento, la presidenta no es inmune a los conflictos internos, ni mucho menos al trato desigual de otros miembros de la 4T. Según Anaya, este tipo de situaciones dejan ver una posible fractura en la cohesión interna del proyecto político de Andrés Manuel López Obrador, donde el respeto parece ser una moneda de cambio, dependiendo de la persona y el momento.

La imagen de Sheinbaum como una líder que exige respeto, pero que en su propio terreno parece no recibirlo, deja un sabor a contradicción que podría repercutir en su futura figura dentro del movimiento. El hecho de que los líderes más cercanos, incluso dentro de su propio partido, la hayan ignorado públicamente podría generar tensiones adicionales, poniendo en duda la fortaleza de la unidad que tanto se promociona en la 4T.

¿Qué pasa cuando el respeto no se da?

Lo que ocurrió en el Zócalo no solo pone sobre la mesa la cuestión del respeto personal, sino que refleja también las luchas internas dentro de un movimiento que, pese a su discurso de unidad, parece estar lejos de la cohesión perfecta. El tratamiento que Sheinbaum recibió podría verse como un indicio de que en la 4T, el respeto, como tantas veces se ha señalado, es algo que se exige, pero que también se debe ganarse.

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foto cortesía 

xmh