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La reforma al maíz transgénico y sus consecuencias para México

  • Xóchitl Montero
Desde una perspectiva ambiental y cultural, muchos celebran esta iniciativa como una defensa del maíz nativo

El reciente impulso de la reforma al maíz transgénico en México ha generado una controversia que cruza fronteras, tanto en el ámbito nacional como internacional. La propuesta, promovida por la presidenta Claudia Sheinbaum, tiene como objetivo principal la prohibición del cultivo de maíz modificado genéticamente, con la finalidad de proteger al maíz criollo, considerado un pilar de la cultura y la biodiversidad agrícola del país.

La reforma, presentada en la Cámara de Diputados, ha dividido opiniones. Por un lado, autoridades como Julio Berdegué Sacristán, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, defienden la medida como un paso necesario para evitar que los maíces transgénicos invadan las tierras y los cultivos tradicionales. Según Berdegué, el peligro radica en que las modificaciones genéticas de los transgénicos superan las barreras naturales de reproducción, lo que podría poner en riesgo la pureza de las variedades nativas de maíz.
 
Desde una perspectiva ambiental y cultural, muchos celebran esta iniciativa como una defensa del maíz nativo, cuya diversidad genética es clave para la seguridad alimentaria de México. Sin embargo, otros advierten que la reforma podría tener serias consecuencias económicas. El Grupo de Consultores de Mercados Agrícolas (GCMA) señaló que el país depende en gran medida de la importación de maíz amarillo, lo que lo hace vulnerable ante fluctuaciones de precios o cambios en las relaciones comerciales internacionales. Según este grupo, la prohibición del maíz transgénico podría complicar aún más esta situación.
 
Uno de los aspectos más críticos que ha emergido durante este debate es el tema de la contaminación transgénica. Investigaciones recientes, lideradas por la doctora Alma Piñeiro Nelson, revelaron que una proporción significativa de maíz criollo contiene rastros de genes modificados. Entre 2017 y 2018, estudios en el país encontraron un 8% de transgenes en cultivos nativos, mientras que un análisis de productos procesados encontró que el 82% de los productos derivados de maíz contenían trazas de modificaciones genéticas. Esto ha elevado las preocupaciones sobre la expansión no controlada de los transgénicos en México.
 
A su vez, el uso de herbicidas como el glifosato en los cultivos transgénicos también ha sido un tema de debate. Expertos como la bióloga Clara Soto han señalado los riesgos asociados a la exposición a este químico, argumentando que existen estudios que vinculan su uso con problemas renales en la población infantil. Este tipo de riesgos sanitarios refuerzan los argumentos de quienes defienden la prohibición de los maíces genéticamente modificados.
 
Sin embargo, no todos están de acuerdo con la forma en que el gobierno ha abordado este tema. El abogado constitucionalista Francisco Burgoa expresó su preocupación por el hecho de que la reforma al maíz transgénico se esté planteando como una modificación constitucional. A su juicio, este tipo de reformas son una sobrecarga simbólica para la Constitución, que debería centrarse en los principios fundamentales de la vida pública, en lugar de incluir temas específicos de política agrícola.
 
En este contexto, la presidenta Sheinbaum propuso una modificación a los artículos 4 y 27 de la Constitución para proteger el maíz nativo y evitar la siembra de maíz transgénico en el país. Aunque el tema sigue siendo objeto de debate, lo cierto es que la reforma se encuentra cargada de implicaciones económicas, políticas y sociales que no pueden pasarse por alto. Mientras algunos la ven como una oportunidad para proteger la biodiversidad y la cultura mexicana, otros temen que pueda acarrear efectos adversos para la economía y las relaciones comerciales de México.
 
Foto cortesía
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