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No son santos. Celebran el horror

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La “supremacía constitucional” que se blande es una que lleva a la Constitución a perder su esencia: velar por la división de poderes y proteger a la población de la autoridad

“¿Puede haber en el mundo algo más espantoso que la elocuencia de un hombre que no habla la verdad?”

THOMAS CARLYLE

“Yo sé bien que estoy afuera
Pero el día que yo me muera
Sé que tendrás que llorar (llorar y llorar)
(Llorar y llorar)

Dirás que no me quisiste
Pero vas a estar muy triste
Y así te vas a quedar.

Con dinero y sin dinero
Yo hago siempre lo que quiero
Y mi palabra es la ley
No tengo trono ni reina
Ni nadie que me comprenda
Pero sigo siendo el rey.”

JOSÉ ALFREDO GIMÉNEZ

Son fechas de horror. Como si los persiguiera el diablo, la mayoría oficialista en el Congreso aprobó en fast track la reforma de reformas; una que blinda a favor de Morena cualquier cambio que haga a la ley. No importa si las modificaciones son malas, cuestionables o trazadas con una redacción de espanto. De hecho, si el proceso legislativo que se siguió fue de terror, mejor todavía…

La pretensión queda labrada en una lápida: ninguna reforma constitucional podrá ser impugnada por vía del amparo, de la controversia constitucional o por acciones de inconstitucionalidad. Lo que significa dejar a la población sin medios de defensa ante la autoridad, sea el Ejecutivo federal, los legisladores o los nuevos jueves, magistrados y ministros del régimen. Una supremacía del Legislativo, y no tanto de la Constitución, que pasó por que la autodenominada 4t dinamitara lo que quedaba de la división de poderes y desapareciera de facto al Poder Judicial. Como la canción, nace lo de “mi palabra [la de Morena] es la ley”.

Poder absoluto para tomar cualquier tipo de decisión; integrar a la Carta Magna cualquier monstruosidad y barbaridad. Nadie podrá hacer nada al respecto. Ni quejarse siquiera. Si el Poder Legislativo, tan empoderado y atascado de morenistas desleales a Claudia Sheinbaum quieren poner en la Constitución que ella tiene que renunciar y dejar el poder; pueden hacerlo. Ella tendría que acatar. El Poder Ejecutivo no ha dimensionado el esperpento que ha ayudado a construir. Y si creemos que por el momento el Congreso hace lo que le dicta Sheinbaum, basta voltear a ver a los que se disfrazan de demócratas y que ahí regentean (Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña… y ¡Andrés López Beltrán!) para darse cuenta que no tardan en amarrarla jurídica y económicamente a ella también.

Lo que es terrible, una locura, es el embate contra la República y la población en general. Aún no dimensionamos el tamaño. Hemos perdido todo medio de defensa. Esto va más allá de la libertad de expresión o de si me permitan escribir esto que ahora leen; esto que hace Morena violenta el derecho humano de una justa defensa en igualdad de circunstancias. El gobierno morenista se convierte de norma y de hecho en una dictadura donde no se acepta ninguna apelación o pregunta, pues esta de antemano no se aceptará. Nada podrá ser impugnado legalmente. Y si nada se puede impugnar, ni siquiera en teoría; por la vía legal no queda un camino transitable para hacerlo. Ese es el tamaño del descalabro y del horror.

La mayoría de la gente solo se irá dando cuenta de las inaplicaciones de todo esto que ejecuta Regeneración Nacional a medida que transcurra el tiempo. Hoy hay indiferencia o incluso juzga a abogados, jueces, magistrados y ministros, tomando partido en favor de la 4t. Se insiste en que se logró por “mandato popular”, lo cual es una mentira. El voto de unos no debe de anular el voto de las minorías; tampoco la división de poderes ni la voz judicial para defenderse de las decisiones del gobierno, sean estas arbitrarias o no.

La “supremacía constitucional” que se blande es una que lleva a la Constitución a perder su esencia: velar por la división de poderes y proteger a la población de la autoridad. Una caterva de gamberros mal llamados legisladores la cambia a contentillo y no hay poder para proteger a nadie de sus vejaciones.

Tres siglos se han perdido.

Giros de la Perinola

(1) “La Supremacía constitucional ni es mala ni es novedad”. Es cierto. Pero aquí no se trata de esa supremacía sino de la muerte lenta de la República.

(2) Ricardo Monreal es una vergüenza para el derecho constitucional; doble vergüenza por dar clases de eso en la UNAM. Sus propias palabras lo constatan. Hace 11 años decía y denunciaba que el grupo en el poder violaba sistemáticamente la Constitución y aprobaba leyes importantes al vapor. Ahora que se han invertido posiciones, aplaude.

(3) Por cierto, en la votación de los diputados, apareció el voto de Pedro Haces. Este no estuvo en la sesión. Están ensayando para cuando estas prácticas sean su norma.

(4) Nuevo récord legislativo: no habían pasado 12 horas de ser aprobada la “supremacía constitucional” a nivel federal cuando ya 17 congresos locales habían avalado que no se pueda impugnar lo que se escriba o cómo se escriba en la Constitución. De nuevo, están practicando para cuando ya sea una norma no leer las reformas normativas; ni exposición de motivos ni tampoco de comentar o discutir sobre la iniciativa.

En vista de que no son legisladores, sino paleros, que les paguen como tales; un sueldo de porristas y aplaudidores, y no de representantes populares.

 

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Columna de Verónica Malo en SDP Noticias

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