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Sobre Reforma y Radio Fórmula

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La función de Reforma y Radio Fórmula no es agradar a todo el mundo. Para eso están solo los programas de complacencias musicales: uno pide la canción y el locutor la pone. El periodismo no es así

Los diarios de Grupo Reforma y los noticiarios de Radio Fórmula destacan por independientes, críticos, objetivos y profesionales. Pero, de pronto, algunas personas los califican de estar entregados al poder. ¿Qué hicieron? Despedir a dos periodistas, no de primer nivel —las cosas como son—, y sobre todo, publicar, los rotativos de Grupo Reforma, una encuesta que coincide con muchas otras encuestas, en la que Claudia Sheinbaum tiene una gran ventaja sobre Xóchitl Gálvez y, horror de horrores, estudio demoscópico en el que es mucho muy alta la aprobación del presidente AMLO.

Eso y más se vale en un país de libertades, como lo es el México actual; en efecto, el gobernado por el monstruo izquierdista Andrés Manuel López Obrador.

Hace algunas semanas las mismas personas que hoy cuestionan a Radio Fórmula aplaudían a su propietario porque en una situación de crisis de Azucena Uresti, no solo le mantuvieron el empleo, sino que lo mejoraron en términos de darle un horario con más audiencia y probablemente con incremento salarial. Por cierto, Uresti, sin ser la figura más relevante en esa organización mediática —ya llegará, pero no aún ha llegado al nivel de Ciro Gómez Leyva, Denise Maerker, Manuel Feregrino, Joaquín López Dóriga y José Cárdenas— sin duda es una periodista bastante mayor y mucho más crítica que la en estos días dada de baja en la cadena de radiodifusoras dirigida por un empresario ejemplar, Jaime Azcárraga.

 

El Grupo Reforma —El Norte, de Monterrey; Mural, de Guadalajara, y Reforma, de la Ciudad de México— durante muchas décadas ha sido ejemplo de periodismo vertical, sin medias tintas, honesto y muy crítico. Merece ser aplaudido lo que han hecho tales diarios, desde mucho antes de la fundación de Reforma a finales de 1993. En ocasiones no me gusta lo que hacen sus editores y directivos, que han cometido el pecado principal de no haber dejado entrar a más mujeres a la estructura administrativa más relevante, excepto en Monterrey, donde la dirección editorial la ocupa Martha A. Treviño. Pero de que son grandes periódicos los dirigidos por Alejandro Junco de la Vega, sin duda lo son.

A los medios de comunicación les pasa ahora lo que a la Suprema Corte de Justicia de la Nación: la gente inconforme con la 4T quisiera que actuaran como partidos de oposición. Se entiende: no sirven para nada el PRI y el PAN ni los principales liderazgos de estos institutos políticos, a saber: Alito Moreno, Marko Cortés, Santiago Creel, Xóchitl Gálvez, etcétera. Se cansan en Reforma de elogiar e impulsar a la candidata opositora, pero, dirían en la famosa Universidad de Salamanca, lo que natura no da Alejandro Junco no presta.

Las empresas mediáticas, como las de cualquier otro sector, contratan y despiden personal atendiendo a muchos criterios. El que se trate de gente identificada con el poder en turno, o enemiga de quienes mandan en un determinado sexenio, es el atributo menos importante para decidir un fichaje o una destitución, sobre todo en el caso de medios tan independientes como Radio Fórmula y Grupo Reforma. No se les puede juzgar haber dado por finalizado la relación laboral o el acuerdo de prestación de servicios con dos periodistas —ni siquiera personas que puedan ser consideradas las más críticas, influyentes y conocidas en tales organizaciones—. A Fórmula y a Reforma se les debe evaluar por los y las periodistas que en tales empresas permanecen. Y ahí sigue gente verdaderamente de primer orden, como quejes he mencionado de Radio Fórmula, y como Enrique Krauze, el monero Calderón, Sergio Sarmiento, Paco Martín Moreno, Jesús Silva-Herzog Márquez, Denise Dresser, Peniley Ramírez, Guadalupe Loaeza, Francisco Moreno Sánchez, Gabriel Zaid y Jorge Ramos, de Grupo Reforma.

La encuesta de ReformaEl Norte y Mural. Contaré una anécdota. Creo que la primera encuesta de preferencias electorales publicada en México fue una de El Norte en 1985. Yo difundía mis artículos en El Porvenir, de Monterrey y simpatizaba con el candidato del PAN a gobernador, Fernando Canales Clariond. Las mediciones de El Norte daban como seguro ganador al priista Jorge Treviño. Me enojé bastante, como se enojó muchísima gente que prefería a Canales.

Hicimos un gran alboroto acusando a El Norte de haberse vendido al PRI. Sobre todo, estábamos en pie de guerra contra ese diario un primo del candidato panista, llamado Enrique Canales —en paz descanse— y yo. Acusamos a Alejandro Junco y a Ramón Alberto Garza, el entonces director editorial, de todo lo que se nos ocurrió. Menos de un año después, Enrique yo yo, que en ese tiempo éramos amigos, colaborábamos en El Norte.

Estuve El Norte muchos años publicando cada día, de lunes a viernes, artículos de opinión y me tocó participar en la fundación de Reforma. El directivo principal, ahora ya bastante más viejo, es el mismo de aquella época. Su hijo, Alejandro Junco Elizondo, toma ahora muchas de las decisiones importantes. Seguramente, como su padre, decidió no cucharear una encuesta para darle gusto a la fanaticada de oposición. Lo hizo consciente de que iba a sufrir una campaña de linchamiento, una más. Y si Junco permitió que se corriera a un columnista menor, sus razones habrá tenido. Insisto, las empresas a diario contratan y despiden, es lo más normal del mundo. El despedido de ayer cuenta una historia de periodismo heroico que no me convence. Es su historia, y se respeta.

En su momento yo me fui de Reforma y El Norte. La empresa no hizo pública su versión y no tenia por qué hacerlo. Yo sí conté la mía. El rompimiento tuvo que ver con mi amistad con Luis Donaldo Colosio, asesinado hace ya casi 30 años. No fue censura, sino que me parece que a Junco le molestaba que yo apoyara a Donaldo contra el priista que le quería quitar la candidatura presidencial, Manuel Camacho.

El hecho es que me fui del Grupo Reforma que nacía después de haber estado muchos años en El Norte. Llevé mis artículos a El Financiero, donde me dio espacio el entonces director Rogelio Cárdenas —era otro El Financiero, muy distinto al actual—. Después me puse de acuerdo con Pancho González para hacer un periódico en la Ciudad de México, y lo hicimos, Milenio. Me fui de Milenio voluntariamente cuando el presidente Vicente Fox amenazaba a Pancho porque yo simpatizaba con AMLO. Dejé la dirección y me quedé como articulista, pero un día, cuando el fraude de 2006 se concretó, se me despidió.

Ciro Gómez Leyva, quien participaba en aquel Milenio, escribió que ni a mí, el fundador, se me podía permitir criticar a Milenio. ¿Y por qué no? Creo que Ciro olvidó que hicimos ese periódico sobre la base de que la libertad debe alcanzar inclusive para criticar, desde luego con responsabilidad, al medio en el que trabajábamos. A partir de entonces hice SDPNoticias. Hoy mismo en este sitio de internet hay quien cuestiona a SDPNoticias por haber realizado una nota que, se supone, detonó el despido de la periodista de Radio Fórmula porque la comentó la popular señorita Vilchis, la de las mentiras mediáticas en las mañaneras de AMLO. No creo que hayamos hecho nada de malo con esa publicación, pero si hay gente en nuestro portal que así lo considera, pues, ni hablar, se trata de una opinión que no comparto y no pasa nada.

En fin, solo quería decir que Reforma y Radio Fórmula son dos grandes medios de comunicación, aunque a veces nos disgusten. Por cierto, su función no es agradar a todo el mundo. Para eso están otros medios, de entretenimiento, como las estaciones radiofónicas que abren sus programas a las complacencias musicales. El público pide la canción y el locutor o la locutora la ponen. El periodismo no es así, no en Radio Fórmula, no en El NorteReforma y Mural.

Columna de Federico Arreola en SDP Noticias

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