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China tiene la llave de la paz, pero no es gratis

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El presidente de China, Xi Jinping, tiene en su mano la llave para el fin de la guerra en Ucrania; sin embargo, el mandatario no es un párvulo y sabe que, también, esta es una oportunidad para su país

MIAMI, Fl.- La paz en Ucrania sólo volverá con la retirada de las tropas rusas, y una vía para que eso ocurra pasa por China.

Xi Jinping tiene en su mano la llave para el fin de esa guerra atroz y arcaica: anunciar que se suma a las sanciones contra Rusia en caso de no poner fin a la invasión.

No es la única llave, es cierto, aunque es la más rápida e incruenta.

Una rebelión en el círculo íntimo de Vladimir Putin, para deponerlo, es una posibilidad que necesita tiempo: que las sanciones hagan estragos en la economía rusa y se extienda el malestar.

La semana pasada, apenas, la popularidad de Putin se había elevado a cerca de 80 por ciento.

Así es que por ahora, la llave la paz en corto plazo está en Pekín.

En esa línea hay que entender lo dicho el miércoles por la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, en un discurso ante el Atlantic Council.

Dijo: “Permítanme ahora decir algunas palabras a aquellos países que actualmente están sentados en la cerca, quizás viendo una oportunidad de ganar al preservar su relación con Rusia y llenar el vacío dejado por otros. Tales motivaciones son miopes… seamos claros: la coalición unificada de países que han efectuado sanciones no será indiferente a las acciones que socavan las sanciones que hemos implementado”.

Y le puso nombre al destinatario: “En el futuro, será cada vez más difícil separar las cuestiones económicas de consideraciones más amplias… La actitud del mundo hacia China y su voluntad de adoptar una mayor integración económica bien puede verse afectada por la reacción de China a nuestro llamado a una acción decidida sobre Rusia”.

Es claro que hacia allá van a comenzar a presionar Estados Unidos y sus aliados, además de organismos internacionales de los que China forma parte.

Pero Xi Jinping no es un párvulo y sabe que, también, esta es una oportunidad para China.

A él no le preocupan la sangre ni los genocidios, sino la economía de su país. Y se verá afectada con la prolongación de la guerra.

Han pasado dos años malos para la economía global, debido a la pandemia. Ni Xi ni nadie está de humor para otros dos años negros, producto del capricho demencial de Vladimir Putin.

La guerra rusa es un absurdo, porque no tiene sentido. Hasta ahora no hay una sola razón medianamente razonable para esbozar siquiera un balbuceo de justificación.

Además una guerra arcaica, porque las invasiones para conquistar territorio carecen de sentido.

Desde Roma hasta la Revolución Industrial, invadir era lucrativo para saquear, abastecerse y cobrar tributos.

Luego, eran tentadoras para tomar la industria de los invadidos. Capturar mercados.

Pero ahora hay libre comercio y la principal riqueza en el mundo es el conocimiento.

Tratar de imitar a Iván el Grande para restablecer la Gran Rusia es simplemente una locura, un arcaísmo criminal.

De tal manera absurda es la guerra de Putin, que ha conseguido exactamente lo contrario de los objetivos explícitos que dieron pie a su invasión:

La “rusofobia” en Ucrania, que pretextó, no existía. Más bien tenía aliados.

O si la había, se acrecentó luego de invadir Crimea. El nacionalismo ucraniano se potencializó con los ataques despiadados contra la población de ese país.

Han dañado la infraestructura básica de Ucrania, al grado de que en el este del país un millón 400 mil personas ya no tienen acceso al agua corriente.

Los bombardeos rusos han comenzado a colapsar el sistema de aguas, y el daño se irá ampliando a todo el territorio. Comenzarán las pestes.

¿Así va a calmar Putin la “rusofobia”?

Otro objetivo (además del absurdo “desnazificar” a Ucrania), era debilitar a la OTAN.

Disparó por la culata Vladimir Putin. Con Trump eso le hubiera resultado, porque detestan por igual a la Alianza Atlántica y a una Europa unida.

Ahora la OTAN se ha fortalecido, recupera cohesión y sentido, e incluso dos países no alineados militarmente, Suecia y Finlandia, analizan solicitar su incorporación al mecanismo de defensa.

La invasión rusa tampoco tiene sentido ideológico, como pudo haberlo en la época comunista en que había una idea del mundo que los rusos exportaban y financiaban, el marxismo leninismo.

Ahora, sólo una gran potencia no ha condenado la invasión: China. Se abstuvo (es decir, no votó contra la resolución de la ONU), y se opone a las sanciones.

Si China cambia de opinión en esto último, Putin está liquidado. Más rápidamente, quiero decir.

China podría, incluso, ayudar a Putin en una negociación con Occidente para evitar el banquillo de La Haya, por criminal de guerra.

La llave la tiene China, y no la va a usar mientras Biden y Europa agravien (con razón no) a ese país.

El año pasado, en la cumbre del G-7, en Carbys Bay, Inglaterra, el presidente de Estados Unidos dijo en su discurso inaugural: “creo que estamos en una contienda, no con China per se, sino una contienda con autócratas, gobiernos autocráticos de todo el mundo, sobre si las democracias pueden competir con ellos en un siglo XXI que cambia rápidamente”.

Un par de días después, en Bruselas, presionó para que los aliados, pese a sus estrechos vínculos comerciales con el gigante asiático, firmaran en el comunicado final que “las ambiciones declaradas y el comportamiento de China presentan desafíos sistémicos al orden internacional basado en reglas”.

Ahora el mundo necesita a China para frenar a un loco.

La guerra de Putin también perjudica a China, porque no resultó aquello de la “guerra relámpago” para doblar a los ucranianos y al ex comediante, hoy estadista, que tienen como presidente.

Estados Unidos y sus aliados no van a aflojar la presión sobre Putin ni van a abandonar a Ucrania.

Anteayer Biden aprobó otros 800 millones de dólares en nueva asistencia militar para Ucrania, incluida artillería y helicópteros, para reforzar sus defensas contra la renovada ofensiva rusa en el este del país.

China puede parar la masacre y salvar al mundo de otros dos años de debacle económica.

China es un país pacífico (con el paréntesis de 1979 en que atacó a Vietnam y le fue mal, como a todos los que han querido doblegar a los vietnamitas).

Pero lo más lógico es que China exija que de ahora en adelante le hablen de usted.

Que no se metan con su sistema carente de libertades ni que le pongan trabas a su comercio con temas relacionados con los derechos humanos.

La próxima semana los focos podrían comenzar a apuntar más decididamente hacia Pekín.

Y si la estrategia va a acompañada más de diplomacia que de provocaciones e insultos, tal vez haya una posibilidad para la paz en Ucrania.

 

Columna Uso de Razón de Pablo Hiriart en El Financiero

Fotografía Cuartooscuro

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