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La nueva narconormalidad

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Pareciera que dejó de ser un escándalo tener, al menos, 3 gobernadores y casi una generación completa de ex gobernadores relacionados con un grupo del crimen organizado

Aparecieron 9 cuerpos en la autopista La Tinaja-Cosoleacaque en Veracruz. Es un eufemismo decir que “aparecieron”, como si mágicamente hubiesen brotado de entre las hierbas. Fueron colocados ahí por los “cuatro letras”, presuntamente del Cartel Jalisco Nueva Generación que los grabó también antes de ser ejecutados para enviarle un mensaje a Eric Cisneros, secretario de Gobierno de Veracruz. Unas horas después, otros 4 cuerpos en el municipio de Emiliano Zapata.

Ese gobierno encabezado por Cuitláhuac García, el mismo que tiene el respaldo de López Obrador mientras mantiene al secretario técnico de senador, defendido por Ricardo Monreal, José Manuel Del Río Virgen dentro de un penal. Desde la entidad, se difundieron videos en los que son policías del estado los que resguardan bodegas de droga y alcohol; los que golpean trabajadores y los encarcelan por “agravios” a la autoridad.

En la misma realidad paralela, Zacatecas tuvo un día de reyes con regalos excepcionales: Diez cuerpos fueron al pie del árbol de Navidad en la Plaza de Armas desde una Mazda. Sí, esa tierra gobernada por David Monreal.

Cerrando la primera semana de enero, el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, también acumula videos, fotos, amenazas y narcoescándalos. Los supuestos vínculos con operadores del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se remontan a una iglesia de Yautepec, cuando se encontraron durante la misa del 12 de diciembre por la virgen de Guadalupe, pero llegaron hasta escenas en la casa de gobierno, una narco-manta y acusaciones directas de apoyo a un grupo criminal.

San Luis Potosí arrancó ensangrentado con atentados en Ríoverde, donde también el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) está presente, combatiendo a un grupo de Zetas Vieja Escuela.

Aunque en esta entidad no es nada nuevo. Durante los últimos diez años, han visto crecer y fragmentarse al menos a seis organizaciones criminales. Lo que inició con el Cártel del Golfo y Los Zetas hoy es un campo minado.

Tal vez, hasta hace unos meses podía nombrarse como un narcoestado vivo con poca gobernabilidad a Tamaulipas con el panista Francisco Javier Cabeza de Vaca en el gobierno. Solo que, al día de hoy, se van desdibujando aquellas líneas y colores partidistas. Los grupos criminales actuando como agencia no discriminan, actúan como un poder más que controla territorios completos y reúne una capacidad de articulación, recursos, personal o negociación hasta mayor que algunos gobiernos municipales.

Parece que gobernar en México implica necesariamente reconocer, negociar y pactar con narcotraficantes. Y no es que haya “abrazos no balazos”, es que prácticamente, los grupos del crimen organizado tienen cancha abierta para operar, atemorizar y hasta para darle guerra o paz a los que quieren crecer políticamente. Lo más preocupante es que, como tableros de ajedrez, los gobernadores resultan ser atacados por los narco-amigos de sus adversarios… o eso es lo que parece.

Aunque los homicidios dolosos disminuyeron 4.6 por ciento en primer trimestre 2021, se calcula que el 80 por ciento de estos tienen una relación directa con la violencia criminal por grupos del narcotráfico. No hay tregua ni programa social que alcance a revertir lo que nuestro país está viviendo. La frecuencia de mirar políticos con vinculaciones directas a grupos del narco no debería convertirse en la nueva normalidad, dejar de indignarse es un suicidio colectivo.

Columna de Frida Gómez en SDP Noticias

Foto Cuartooscuro en SDP

clh

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