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¿Tendremos una crisis financiera antes de 2024?
La economía mexicana, hasta ahora, no ha enfrentado una crisis financiera durante la administración del presidente López Obrador.
Se tuvo el año pasado la peor caída del PIB desde 1932, pero en un marco de relativa estabilidad del tipo de cambio y de la inflación.
Imagine por un momento lo que habría sido de la situación del país si además de la caída de la producción nos hubiéramos enfrentado a una devaluación.
No, mejor no lo imagine.
¿En qué medida se puede garantizar que en la segunda parte de esta administración no se pueda presentar una situación que detone la inestabilidad?
Esta semana, en el marco de la presentación del Informe Económico 2021 del Banco de Pagos Internacionales, que dirige Agustín Carstens, advirtió respecto a que la trayectoria de la inflación podría motivar incrementos en las tasas de interés en todo el mundo.
En Estados Unidos, el nivel de la inflación registrada en mayo fue de 4.9 por ciento a tasa anual. Para encontrar niveles más elevados, deberíamos remontarnos al año 2008, poco antes del estallido de la gran crisis financiera.
Aunque hasta ahora la Reserva Federal ha insistido en que no moverá sus tasas hasta 2023, muchos inversionistas tienen dudas de que pueda resistir hasta entonces, en caso de persistir las presiones inflacionarias.
El problema es que, cuando hay incrementos de las tasas, éstos no suceden de manera ordenada, sino que muchas veces se producen de forma intempestiva y generan una serie de desequilibrios en los mercados financieros internacionales, que producen elevaciones de tasas también en los mercados emergentes y una dislocación de la estabilidad cambiaria.
Ayer, el tipo de cambio del peso frente al dólar se mantenía sobre 20 pesos. Cuando la semana pasada se produjo un alza de la tasa de interés del Banxico se logró desinflar la presión cambiaria que ya se estaba produciendo.
Sin embargo, no hay certeza de que este incremento sea suficiente para estabilizar y la percepción es que apenas fue el primero de una secuencia de incrementos que vendrán en lo que resta del año y durante 2022.
La forma en la cual los bancos centrales de los países desarrollados han creado dinero y han llevado al desplome de las tasas de interés genera la posibilidad de que el ‘retorno a la normalidad’ no sea pausado y gradual sino accidentado y rápido.
Los precedentes históricos señalan que es muy difícil mantener la estabilidad financiera en medio de los ciclos económicos.
Lo que no sabemos es cuándo vaya a generarse una turbulencia.
Puede ser en el curso de los siguientes meses o bien puede tardar un año más o incluso un par de años.
Tampoco podemos anticipar si va a producirse una crisis financiera o será solamente un capítulo de inestabilidad de variables como los tipos de cambio o las tasas de interés.
Sin embargo, lo que sí sabemos es que lo más probable es que suceda, que no vayamos a tener tres años completos de estabilidad financiera.
Para México será también relevante la condición interna.
Aunque es probable que el gobierno de AMLO siga manteniendo la disciplina de las finanzas públicas, los datos recientes que muestran muy pobres resultados en la producción de Pemex manifiestan que, de no ser por los altos precios del crudo que tenemos, la situación financiera de la petrolera será como para poner nerviosos a los mercados.
Pareciera que, por lo menos en este año, si detonara una crisis, ésta no sería producto de eventos internos.
Sin embargo, no se puede asegurar lo mismo en un horizonte de 2022 y 2023.
Y si llegara a conjuntarse un problema financiero mayor en la petrolera con un alza intempestiva de las tasas de interés en Estados Unidos, entonces estaríamos ante el peor de los escenarios.
No quiero quitarle el sueño, pero no se ve nada fácil que lleguemos a 2024 sin un episodio mayor de inestabilidad financiera en México.
Columna Coordenadas de Enrique Quintana en El Financiero
Fotografía archivom
clh