Ataques de Estados Unidos a Irán: ¿vía hacia la paz o a un conflicto mayor?
El conflicto de Irán con Israel y Estados Unidos ha durado décadas. En 1979, unos meses después de la revolución iraní, Teherán rompió relaciones diplomáticas con Israel. Ese mismo año, estudiantes islamistas ocuparon la Embajada de Estados Unidos, que generó la crisis de rehenes por más de 400 días. Ambos países rompieron sus vínculos diplomáticos en 1980. En los años posteriores, Irán ha calificado a Estados Unidos como “gran Satán” y a Israel como “pequeño Satán” y ha expresado que busca la destrucción de Israel. Como comenté antes, es ilustrativo que en Teherán hay un reloj que marca el tiempo que falta para la “desaparición de Israel”. Irán e Israel tienen dos sistemas de valores y visiones del mundo diferentes y ambos consideran que el otro amenaza su existencia.[1]
Un elemento fundamental de esta tensión ha sido el programa nuclear de Irán, que ha estado en desarrollo por décadas. El país forma parte desde 1970 del Tratado de No Proliferación Nuclear, en tanto sus autoridades dicen que persiguen objetivos civiles. Sin embargo, pronto surgieron sospechas de que, en realidad, Irán buscaba propósitos bélicos. En el 2003 se descubrieron instalaciones nucleares secretas. A partir del 2010, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Estados Unidos y la Unión Europea (UE) impusieron sanciones económicas para impedir que Teherán continuara con su programa armamentista.
En 2015, durante la Administración de Barack Obama en Estados Unidos se negoció el Plan de Acción Integral Conjunto, en el que participaron China, Francia, Rusia, Alemania y Reino Unido, además de la Unión Americana e Irán. Este pacto limitaba lo que Irán podía hacer con su programa nuclear, permitía a la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) revisar todas las instalaciones nucleares iraníes y también llevar a cabo inspecciones en sitios bajo sospecha. A cambio, las potencias acordaron levantar las sanciones a Teherán.
En 2018, el presidente Donald Trump –en su primer mandato– se retiró del acuerdo porque no estaba de acuerdo en su carácter temporal y porque no cubría el programa de misiles balísticos de Irán, entre otras cosas. De esa manera, el mandatario estadounidense volvió a imponer sanciones como parte de una campaña de “máxima presión”.[2] Desde entonces, se ha reportado que los iraníes han incrementado la cantidad de material nuclear que poseen y no han cumplido con las disposiciones internacionales de vigilancia. Sin embargo, insisten en que sus objetivos son pacíficos.[3]
La amenaza de Irán a Israel no ha sido solo discursiva. Los líderes iraníes apoyaron a Hamás en su ataque contra Israel en octubre de 2023. El conflicto en Gaza se amplió, a medida que la red de grupos aliados de Irán en el “eje de la resistencia” –que incluía a Hamás, Hezbolá, los hutíes y algunas milicias iraquíes– lanzaba ataques contra Israel, en solidaridad con los palestinos de la Franja.[4] Teherán ha respaldado financiera y militarmente a estos grupos que actúan como sus representantes en contra de Israel.
En el marco de la guerra en Gaza, el año pasado, Israel lanzó ataques en los que murieron importantes jefes militares de Irán y, después, emprendió una ofensiva que dañó la capacidad de Teherán de desplegar misiles. También debilitó severamente la fuerza del “eje de resistencia”, apoyado por Irán. En diciembre del año pasado, la caída de Bashar al Assad en Siria terminó con el único país aliado que le quedaba a Irán en la región.
Cuando el presidente Donald Trump regresó a la Casa Blanca, en enero de este año, buscó reanudar las negociaciones con Irán sobre su programa nuclear. A su vez, en su campaña señaló insistentemente que no estaba de acuerdo en que Teherán desarrollara un arma atómica. En los últimos meses, Israel alertó que Irán estaba muy cerca de obtenerla. Reportes indicaban que había acumulado reservas de uranio enriquecido cercanas a las que se requieren para obtener una bomba nuclear. La OIEA reportó que Irán tenía 400 kg de uranio enriquecido, concentrado al 60 por ciento de pureza, que está cerca del 90 por ciento que tienen las bombas nucleares. De hacer este proceso, se podrían fabricar diez armas atómicas.[5] Además, para Estados Unidos e Israel, Irán ya contaba con la infraestructura y el conocimiento técnico para dar un paso sin retorno y conseguir la bomba.[6]
En este contexto es que Israel inició, hace unos días, el ataque a Irán, como una medida “preventiva”, con los objetivos de eliminar el programa nuclear y también la capacidad balística de su adversario. La operación israelí empezó justo después del vencimiento del plazo de 60 días establecido por el presidente Donald Trump para negociar con Irán. De manera paralela, la OIEA acusó a Irán de ocultar sus actividades de enriquecimiento de uranio, lo cual alimentó sospechas de su programa nuclear.
Israel ha lanzado ataques por aire a infraestructuras nucleares y estratégicas de Irán. También ha eliminado a altos mandos, tanto del Ejército, como del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), que opera en temas de seguridad y responde directamente al ayatolá Alí Jamenei.[7] Israel también ha matado a los científicos nucleares involucrados en el programa de desarrollo nuclear.
A la fecha, según informes, Israel ha destruido más del 50% de la capacidad de despliegue de misiles de Irán. De hecho, ya en octubre pasado, habían eliminado el material necesario para fabricar nuevo combustible sólido para el despliegue de cohetes.[8] Por su parte, Irán ha tomado represalias con bombardeos, la mayoría interceptados por el escudo bélico que protege a Israel.
Los llamados de Israel a Estados Unidos a involucrarse con más profundidad en el conflicto subieron de volumen e insistencia, ya que el Pentágono es el único que dispone de las capacidades bélicas para eliminar el desarrollo nuclear de Irán. Después de emitir mensajes mixtos entre continuar negociando o intervenir en el conflicto, el 21 de junio en la madrugada, Estados Unidos atacó tres instalaciones nucleares en una operación que, según el secretario de Defensa, Pete Hegseth, “destruyó” las ambiciones nucleares de Irán.[9]
Operaciones de Estados Unidos en Irán
El presidente Trump dio la instrucción de emprender una misión “enfocada, contundente y clara” para la destrucción de la capacidad nuclear iraní. El mandatario estadounidense advirtió que habría más ataques si Irán no firma la paz.[10] El líder republicano señaló que cumplió con un cometido de larga data, esto es que Irán no obtuviera un arma nuclear, lo que daría estabilidad y tranquilidad a la región y a Occidente. El secretario de Estado de Estados Unidos declaró que “el mundo es más seguro y estable que hace 24 horas” y que si Irán toma represalias, “será el peor error que hayan cometido jamás”.
Los sitios nucleares atacados por Estados Unidos incluyen los dos principales centros de enriquecimiento de uranio de Irán: la instalación de la montaña fortificada de Fordo y una planta de enriquecimiento más grande en Natanz. Según las imágenes de satélites, se observan daños y posibles orificios de entrada de las bombas antibúnker estadounidenses. La OIEA afirmó no haber detectado ningún aumento de radiación fuera de los sitios,[11] pero esto no quiere decir que los daños no hayan sido severos.
Según reportes, la “Operación Martillo de Medianoche” de Estados Unidos involucró a más de 125 aeronaves que transportaban 75 proyectiles, que incluían 14 bombas de más de 13 mil kilos. También contempló el uso de algunos bombarderos B-2 desplegados sobre el Pacífico como distracción. Las naves lanzaron más de una docena de bombas antibúnkeres sobre las instalaciones de Fordo y Natanz, en tanto que, desde submarinos, se dispararon misiles Tomahawk contra la infraestructura de Isfahán.[12] Las autoridades militares de Estados Unidos reconocieron que los ataques de Israel ya habían debilitado considerablemente los sistemas defensivos iraníes, lo que facilitó la operación.[13] Esta fue la primera vez que la Fuerza Aérea estadounidense utilizó este tipo de bombas en combate.
Israel, en esencia, considera que “el Ejército más poderoso de la historia actuó con decisión para eliminar la amenaza existencial más tangible del Estado judío”, según declaró el analista político israelí Amit Segal.[14] Tras la operación del Pentágono, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, afirmó que Israel está muy cerca de cumplir sus objetivos en Irán de eliminar la amenaza de los misiles balísticos y el programa nuclear.
El jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, Dan Caine, afirmó que las tres instalaciones sufrieron daños extremos. Funcionarios israelíes coincidieron en esta afirmación, aunque añadieron que la planta de Fordo no quedó destruida.[15] Se cree que el uranio enriquecido se encontraba en Natanz e Isfahán y que la gran mayoría no fue sacada clandestinamente de esos sitios. Analistas estiman que el resultado varía entre una destrucción total del programa nuclear y un retroceso considerable. Todavía no hay suficiente información para corroborarlo.[16] El director general de la OIEA, Rafael Grossi, declaró que aún no era posible evaluar los daños causados bajo tierra.[17]
Aunque el ministro de Asuntos Exteriores de Irán afirmó que Estados Unidos había cruzado una línea roja mayor, otros líderes iraníes minimizaron el impacto de los ataques. Manan Raeisi, legislador de la ciudad de Qom, cerca de Fordo, afirmó que los daños causados por el ataque fueron “bastante superficiales”.[18] Ali Shamkhani, un asesor del ayatolá Ali Jamenei, dijo, incluso, que el país todavía conserva sus reservas de uranio enriquecido.[19] Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araqchi, dijo que Teherán consideraría todas las respuestas posibles. No se reanudaría la diplomacia hasta que se tomaran represalias.[20] En el mismo sentido, el presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, señaló que Estados Unidos debe recibir una respuesta a los ataques.[21]
Posibles escenarios
Hacia adelante, hay varias posibilidades de lo que puede pasar. Todavía la información está generándose, por lo que es difícil saber qué vendrá en el futuro en la región. Según la lectura de los acontecimientos hay diversos escenarios:
La primera posibilidad es que Irán decida negociar, termine los ataques en contra de Israel y entienda que es momento de terminar con su programa nuclear. Este escenario es plausible, pero difícil por la línea dura de quienes rodean al ayatola Alí Jamenei, y la historia del comportamiento de los líderes iraníes. Esta acción podría cerrar el ciclo de la guerra que inició en Medio Oriente en octubre de 2023, con el ataque de terror de Hamás a Israel. Coincidente con esta perspectiva, la comunidad internacional, en general, ha llamado a la desescalada y a la búsqueda de una solución diplomática. Una vertiente distinta de este escenario es una repuesta limitada de Irán, sin que se desencadene una conflagración mayor. Esta situación abriría paso también a una negociación. Sería “una rendición forzada”.[22]
Adicionalmente, algunos analistas consideran que este es un momento que podría conducir a un cambio de régimen. Israel se ha manifestado en favor de esta posibilidad, aunque más bien sería un beneficio colateral de su ofensiva.[23] El presidente de Estados Unidos no ve mal una transformación política, pero ha insistido en que su objetivo ha sido llevar a cabo una operación precisa y ágil. Las y los estadounidenses no desean tener una presencia permanente e involucrada en el devenir del régimen iraní.
Aunque existe un elevado descontento social, no se ve muy probable que caiga el Gobierno de Irán. La oposición está dividida en grupos rivales, dentro y fuera del país. Una facción de la diáspora iraní considera al hijo mayor del derrocado sha Mohammed Reza Pahlavi como un posible gobernante interino, o al menos un símbolo de la unidad nacional.[24] Su figura tiene simpatías en el exterior y en algunas personas mayores en el país, pero se desconoce qué tanto podría aglutinar el descontento y enfrentarse al régimen. La Guardia Revolucionaria sigue teniendo el control social y económico, difícil de romper. Los grupos opositores se han enfrentado a la represión y detenciones arbitrarias cuando manifiestan su descontento. La República Islámica ha enfrentado varias insurrecciones populares, pero ninguna ha prosperado.[25]
Adicionalmente, la reciente elección del presidente reformista Masoud Pezeshkian, atrajo a algunos descontentos moderados con el sistema. Es cierto que el régimen celebra votaciones periódicas, pero estas no son competitivas ni transparentes. En parte esto se debe a la influencia del Consejo de Guardianes, un órgano de línea dura, no electo, que descalifica a los candidatos que considera que no son leales al estamento clerical. El ayatolá Alí Jamenei detenta el poder supremo junto con las instituciones no electas que están bajo su control y contribuyen a enfrentar a la oposición. [26]
La otra opción a futuro es que el conflicto escale. Esta posibilidad incluye ataques a las bases estadounidenses que se encuentran en la región –donde hay asentados unos 40,000 efectivos– y también otros objetivos no militares, infligir daños a infraestructura petrolera, generar disrupciones a la navegación, como con el cierre del estrecho de Ormuz –ya aprobada por el Parlamento, aunque todavía pendiente el visto bueno del Consejo Supremo de Seguridad Nacional–[27] o activar a las milicias aliadas. Según analistas militares, Irán podría también recurrir a medidas “asimétricas”, como el terrorismo o los ciberataques, en contra de Estados Unidos.[28] Irán ya amenaza con abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear y seguir con su proyecto sin ninguna vigilancia. Esta línea de acción fomentaría el curso de la actividad bélica en la zona y no sería el final de la guerra sino el principio de una más aguda.[29]
El futuro dependerá de si los daños al programa nuclear de Irán fueron irreversibles, de la disposición de Teherán de sufrir más costos o capitular en sus intentos de lograr la bomba y también de si logra acercar a alguno de los países que le han apoyado en el pasado, como China o Rusia. Los países árabes no ven tampoco con buenos ojos el desarrollo nuclear de Irán, así que no serían una opción para enfrentar a Israel, y las milicias a las que tradicionalmente ha apoyado y financiado están muy debilitadas.[30]
Sin duda, la salida debe ser hacia la paz, restablecer el orden y la seguridad en la región, encontrar con la vía diplomática caminos para identificar un mejor futuro. Algunas voces consideran que el ataque de Estados Unidos puede contribuir a este propósito, aunque otros temen que no sea así. Como subrayé recientemente, la sociedad necesita mantener la serenidad y el sentido crítico. Por una parte, hay quienes ven en Irán una resistencia heroica al imperialismo. Otros ven en Israel una democracia amenazada que lucha por su supervivencia. Sin embargo, la realidad es compleja y está llena de excesos y heridas. Sólo será posible alcanzar la paz por medio de la moderación. Coincido con la presidenta Claudia Sheinbaum en su llamado a la diplomacia para encontrar una salida a los conflictos globales.
clh
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El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.
Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).
En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.
Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido del Trabajo (PT).
Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.