Morena y la Cuarta Transformación padecen un verano intenso, apenas el martes se descarriló el tren Maya. Las notas negativas en su contra aparecen todos los días.
Ayer le informe en una primera entrega que el diario español El País publicó un adelanto el 2 de agosto de un capítulo de “Licencia para robar. Segalmex: el hoyo negro que devoró a la 4T”, el libro de los periodistas Zedryk Raziel y Georgina Zerega sobre el saqueo a la paraestatal mexicana que buscaba beneficiar a los más necesitados y fue el mayor caso de corrupción del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Aquí la segunda parte.
“Ignacio Ovalle llevaba dos décadas fuera de la administración pública cuando López Obrador lo invitó a ser parte de su gobierno. Al enterarse de que estaría al frente del organismo encargado de la seguridad alimentaria, levantó el teléfono y habló con sus amigos más cercanos. Les llamaba para convocarlos al proyecto, como funcionarios o como potenciales proveedores.
“Les pidió que se prepararan para hacer negocios. Tenía años de favores por devolver, sobre todo a algunos personajes que le habían ayudado mucho económicamente en las épocas más difíciles”.
Los que estuvieron dentro admiten que el saqueo comenzó muy pronto, a los pocos días de llegar a la administración pública. Mucho antes de que el millonario desfalco se ventilara en los medios, las irregularidades de Segalmex llegaron a oídos del secretario de la Función Pública, Roberto Salcedo.
Manuel Lozano Jiménez, el antiguo director de Comercialización de Diconsa habla por primera vez desde que fue detenido en Argentina en junio de 2023 por delincuencia organizada. Lo hizo en exclusiva para los autores del libro desde su casa familiar en Buenos Aires, donde pasa los días en prisión domiciliaria.
“Lozano fue señalado por múltiples voces, incluida la Fiscalía, como una parte fundamental del esquema de corrupción que operó en Segalmex, junto a René Gavira, exdirector de Administración y Finanzas, y a quien varias fuentes describen como el arquitecto del esquema del fraude. Lozano se defiende, asegura que nunca robó nada ni recibió ningún soborno. Sí apunta contra su exjefe y gran amigo de la infancia, Ovalle, a quien dice que reportó todas las irregularidades que vio.
Lozano recuerda que, a principios del sexenio, Salcedo envió a un equipo a auditar algunas de las compras irregulares. “Las auditorías que hacían, las hacían muy lentas, no profundizaron”. Podrían haber evitado gran parte del fraude que siguió a aquellos primeros meses, reconoce Lozano. No fue hasta que el desfalco llegó a los medios de comunicación a través de la Auditoría Superior de la Federación que Salcedo y el gobierno federal tomaron una actitud más proactiva, agregó.
“Pese a los movimientos de Salcedo, Ovalle se mostró confiado en que nada iba a sucederle. Como se contará más adelante, varias fuentes han descrito que la actitud del entonces director respondía a una sensación de protección. Puertas adentro, todos sabían que el jefe de Segalmex era un protegido del presidente. Eso le llevó a mostrarse como un intocable. Lozano recuerda múltiples reuniones privadas en las que Ovalle sacaba a relucir la confianza que le tenía López Obrador. Y también recuerda las veces que el presidente elogió a su padrino político en público.
“Cuando todo estalló, AMLO salió a defender a Ovalle, dijo que era buena gente y que había sido engañado por priistas mañosos. En menos de diez palabras, el mandatario liberó así a su padrino político de la carga de tener que responder ante la justicia. No despejó, sin embargo, las múltiples dudas de la opinión pública. ¿Era posible que ocurriera el mayor desfalco del sexenio en Segalmex sin que el director general lo supiera?
“A lo largo de la investigación, las fuentes cuentan con detalle que Ovalle no solo tenía conocimiento de todo, sino que era uno de los mayores beneficiarios del esquema de corrupción que montaron en la paraestatal. Según el relato de los entrevistados, los sobornos a Ovalle eran constantes y venían por lo menos de dos personajes fundamentales: René Gavira, un político que había llegado al cargo gracias a la larga amistad que tenía su familia con el director general, y Fernando Zurita, un empresario muy cercano a Ovalle”.
Gavira negoció con los fiscales su ingreso al Reclusorio Norte a cambio de entregarse. No corrió con la misma suerte el grupo mayoritario de los imputados en el caso Segalmex, que fue recluido en el Penal del Altiplano, antes conocido como Almoloya, en el Estado de México. Allí fue encarcelado, por ejemplo, Fernando Zurita. Uno de los detenidos en ese penal de máxima seguridad contaba, tras ser liberado, que los encarcelados por el escándalo de Segalmex en Almoloya se dividían en dos grupos separados en áreas distintas.
Por un lado, estaban aquellos que habían sido funcionarios de la paraestatal y, por el otro, los actores externos al organismo, como los empresarios acusados de ser parte del enorme desfalco. En este último grupo estaba Zurita, que compartía sección con peligrosos criminales como José Antonio Yépez, El Marro, líder del Cártel de Santa Rosa de Lima; Rafael Caro Quintero, uno de los fundadores del Cártel de Guadalajara, que fue posteriormente extraditado a Estados Unidos; o el famoso secuestrador Andrés Caletri, El Italiano.
“Cuando el escándalo de Segalmex se volvió inmanejable para el gobierno, López Obrador decidió remover a Ignacio Ovalle de la dirección. Sin embargo, el millonario boquete en el organismo no fue motivo suficiente para expulsar al padrino político de la administración pública. Ovalle fue nombrado coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (Inafed), un ente de poca relevancia adscrito a la Secretaría de Gobernación.
“Su lugar en la dirección de Segalmex lo ocupó Leonel Cota Montaño, un licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública que había sido gobernador de Baja California Sur entre 1999 y 2005. El anuncio fue discreto, apenas un comunicado oficial que informaba de “nuevos nombramientos”. La imagen que acompañaba al escueto escrito intentaba disimular las condiciones en las que realmente se daba ese cambio de dirección. Ovalle, como si nada pasara, se muestra sonriente en la fotografía. Junto a él posan con más seriedad el entonces secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y Cota Montaño.
“Un funcionario que forma parte del círculo cercano de Cota, que no quiere dar su nombre, recuerda el primer día de trabajo del nuevo equipo en Segalmex. Era abril de 2022, y habían llegado a las antiguas oficinas de Diconsa, junto a la Villa Olímpica, en Insurgentes Sur en la Ciudad de México.
Allí los esperaban funcionarios de la FGR para darles indicaciones. Las tensiones internas a causa del desfalco estaban al alza; la instrucción del presidente era limpiar al organismo de corrupción.
“Los agentes de la FGR estaban allí para transmitirle un mensaje a Cota: tenía seis meses para buscar todos los posibles fraudes y desvíos de dinero cometidos en los primeros tres años y medio de existencia de Segalmex, y eso incluía los negocios tanto de Diconsa como de Liconsa. Debían compilar la información y entregarla a los ministerios públicos. Si encontraban algún posible delito, tenían que denunciarlo, les dijeron. “Todo lo que no denuncien en estos seis meses podría caer sobre sus espaldas”, les advirtieron.
La Fiscalía nunca mencionó una palabra sobre el rol que tuvo Ovalle en el desfalco. Aunque la hipótesis de la FGR era que dentro de Segalmex había operado un grupo de delincuencia organizada, al esquema que trazaron siempre le faltó una cabeza. Las detenciones alcanzaron a funcionarios medianos y a trabajadores que se encontraban en la parte inferior de la estructura interna, como jefes de almacenes o burócratas de las filiales de Diconsa en los Estados.
“Ya iniciado el gobierno de Claudia Sheinbaum comenzaron a salir a la luz algunos señalamientos, aunque las acusaciones solo se hicieron de manera interna. Ni el gobierno de López Obrador, ni el de su sucesora, hicieron pública ninguna irregularidad posterior a la gestión de Ovalle.
“Esta investigación, sin embargo, contará más adelante cómo se gestó un nuevo desfalco en la era de Cota, que acaba con la idea de que el millonario fraude solo había sido un error de los tres años previos. Las auditorías y la información publicada aquí muestran que la corrupción en Segalmex no se dio en un periodo aislado, como sostenía AMLO, sino que se extendió también a la segunda mitad de su sexenio, hasta envolverlo por completo. A pesar de las alertas internas, Sheinbaum eligió a Cota como su subsecretario de Agricultura”, así remata un capítulo del libro Licencia para Robar.
La corrupción de la Cuarta Transformación aún no tiene fin.
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