De los incontables acertijos que rodearon al ex presidente Andrés Manuel López Obrador fue la incorporación del empresario Alfonso Romo. Lo hizo su coordinador de oficina cuando alcanzó el poder pues desde 2012 se unió al movimiento que terminaría convirtiéndose en Morena que llevó al poder en 2018.
Romo, se podría decir, dejó los intereses que envuelven a la oligarquía, pero la oligarquía no salió de él. Aún al pertenecer a un proyecto político que buscaba desmontar el andamiaje y redes de poder en las que se cruzaban negocios y política para apuntalar a las cabezas de grupo que se oponían por las buenas y las malas al cambio de régimen.
En 2020 siendo jefe de la Oficina de la Presidencia, Romo tomó el teléfono y marcó el número de Casa Aguayo. Su interés como servidor público no era otra cosa que cabildear en favor de los intereses de la empresa cementera Cruz Azul que todos los días extrae millones de toneladas de material pétreo de suelo poblano.
El vulgar coyote a los servicios del gigante Cruz Azul, el mismo a quien se tiene en el ojo del huracán los señalamientos de los departamentos de inteligencia fiscal y el Tesoro de Estados Unidos acusaron de tener vínculos con grupos de narcotraficantes, recibió como puesta “no” del entonces gobernador Miguel Barbosa.
La petición concreta consistía en evitar tributar en los municipios en los que tiene asiento la planta, Palmar de Bravo principalmente, pero con repercusiones en Tecamachalco y Tepeaca. El ex gobernador que había comprometido apoyo y firmeza ante los ediles de la región se mantuvo firme.
Episodios parecidos a la petición abierta a un gobernante poblano desde la Presidencia de la República se reprodujeron en diversos estados del país. Querétaro, Estado de México y Veracruz, por ejemplo. Sólo que las respuestas en esas entidades fueron positivas por una obviedad: ¿quién en este país se resiste a una “sugerencia” del jefe de la Oficina del presidente?
Ese era Romo, el empresario egresado del Tec de Monterrey que decidió abandonar los principios de la Teología de la Liberación para abrazar los del Opis Dei. El hombre que desde el inicio de su carrera como empresario se vinculó con la poderosa familia Garza de Monterrey para luego aliarse a Vicente Fox en el año 2000.
Para cuando a finales del años 2020 Romo dejó la Jefatura de la Oficina de la Presidencia, ya los servíos de cabildeo para otros tantos grupos empresariales habían recibido los servicios de gestión de quien en la actualidad está señalado en una denuncia penal interpuesta por el PAN, a través de Vector Casa de Bolsa.
Según el documento que el Departamento del Tesoro envió desde hace dos semanas a la Secretaría de Hacienda, Vector Casa de Bolsa había facilitado su estructura financiera para los cárteles de Sinaloa y del Golfo para lavar tres millones de dólares y para la compra en China de precursores químicos para elaborar fentanilo, la droga sintética del mal que dio la coartada a Donald Trump para apuntar sus baterías hacia México.
El Romo de la 4T nunca dejó de ser el Romo que se le ha conocido: facilitador de empresas, incluso hasta para las que se han formado al amparo del disimulo oficial, aunque ahora se le tenga en la mira de las autoridades estadounidenses.
@FerMaldonadoMX