La historia del joven que por dos años vivió debajo de un registro de la paraestatal Comisión Federal de Electricidad en las afueras de la capital de Puebla, que todos conocimos el miércoles 19 de febrero al realizar una de las faenas que impulsó personalmente el gobernador Alejandro Armenta es apenas uno de los ejemplos del resultado del empeño por poner la casa en orden.
El joven de nombre Hermenegildo, canalizado para su atención al Sistema DIF estatal no habría sido encontrado ni conocida la historia de alguien vivió literal en el submundo de una ciudad como la Angelópolis si no hubiese sido por la decisión de asear nuestros entornos públicos.
No dejó de ser una contradicción que haya sido Israel Pacheco, el ex dirigente del sincicato del ayuntamiento a quien los críticos mas cuestionaron por su incorporación como Coordinador Estatal del Programa de Mantenimiento quien haya puesto a salvo de esa vida cuaternaria al joven en condiciones extremadamente vulnerables.
No ha sido el único hallazgo resultado de la implementación de esa costumbre de colaborar sin cobro entre los pueblos indígenas al que se le llama tequio, convertido en política pública en el presente gobierno y que tomó por sorpresa hasta a los más experimentados actores de la vida pública.
Cuentan que luego de una de las primeras faenas que el gobernador Armenta encabezó en la zona metropolitana, con la camisa empapada de sudor y asoleado, depuso la pala con la que había realizado la limpieza de basura y escombro, abordó la camioneta en la que usualmente se traslada y al avanzar, encontró otra cuadrilla de personas haciendo lo propio.
Ordenó detener el vehículo y desde la ventanilla tomó algunas fotos para consultar con su equipo de trabajo “¿de parte de quién?”, palabras más, palabras menos. Es gente del ayuntamiento capitalino, fue la respuesta a lo que exclamó: “¡menos mal están trabajando!”.
Y así ha sido desde que decidió poner el ejemplo en las faenas que ha encabezado en Coronango, Chignautla, Tehuacán y en dos tramos carreteros: la federal a Tehuacán y en la lateral Puebla-Ciudad de México. En todos los caminos y carreteras, la constante ha sido el abandono, la suciedad y, sobre todo, la omisión de los Gobiernos de distintos niveles.
La ortodoxia de la política aldeana, cuentas de redes sociales habitualmente alimentadas desde el anonimato y quienes forman parte del ala conservadora han hecho escarnio de una forma de hacer Gobierno que entraña raíces más profundas y desconocidas frente al conocimiento limitado de los críticos de ocasión que suelen esconder la basura debajo de la alfombra.
Haber llevado a la práctica la proclama aquella de “menos escritorio y más territorio” se ha convertido en todo un desafío para ediles que no han entendido el sentido y vocación de un modelo de hacer política con más eficacia que la petulancia que supone el apapacho estéril, la lisonja de ocasión y las palmadas en las espalda, prototipo de la falsedad del mundillo frívolo de la grilla palaciega.
Hace unas semanas con el presidente municipal de Amozoc, el morenista Severiano de la Rosa Romero a un costado, el mandatario puso ejemplo el funcionamiento de los llamados Senderos de Paz y sus resultados en municipios y diversas comunidades.
Fue terso y cuidadoso, pero no dejó pasar la oportunidad de señalar lo obvio: basura, hierba crecida y, sobre todo la ausencia de la autoridad para poner orden en la casa común, síntoma general en el resto de los municipios.
@FerMaldonadoMX
clh