La semilla del odio se sembró y tristemente ya dio frutos. Como la hiedra que todo devora a su paso, hoy la división está entre todos nosotros; el encono se metió como humedad entre rendijas, puertas y ventanas en el país entero.
Muestras en todos y todos los días. El pasaje sucedió hace tres semanas, en un pequeño restaurante en una de las colonias de abolengo en la capital de Puebla.
Una mujer estalló en insultos porque en el establecimiento se llevaba a cabo un desayuno de habitantes del distrito local por el que compite por Morena, María Fernanda de la Barreda contra Oswaldo Jiménez del PAN. Fuera de si, iracunda, presa del enojo y descompuesta llamó ladrones a la gente de un partido que llegó a pagar por los alimentos. Sólo faltó decir “nacos”, esa expresión denigratoria tan socorrida hoy en día.
Una mujer de tes morena y sonrisa franca, jefa de cocina en la que laboran cinco jefas de familia encaró a la mujer, pidió respeto y recordó que en el país existe un clima de libertades.
Si se tratara de una metáfora, debiera ser la de una humilde trabajadora de cocina dando lecciones de civismo, política y modales a una señora de una colonia de clase acomodada con una conducta llena de patanería.
Hace semanas que la derecha radical, esa que usa ropa impecable y de finas formas utiliza los peores modos para referirse a otros, que según la Constitución Mexicana, son iguales.
Un tema que acapara por estos días la conversación es el error que a todas luces cometió Eduardo Rivera, el candidato de la coalición de partidos políticos que hartaron a los mexicanos hasta convertirse en opciones indeseables.
Para Rivera Pérez pudo haber sido un chiste decir que los simpatizantes de Morena son nacos y costó caro. Nutrió la narrativa que dice que en Acción Nacional están los reaccionarios y la clase pudiente que desprecia a las mayorías, pobres de gustos elementales, lejos de la sofisticación y clase.
Hace años otros panistas han cometido deslices similares. Uno dijo que jalaba mas un par de tetas y otro que hasta con una vaca ganaban la elección en curso. Ambos perdieron estrepitosamente sus elecciones, aún y cuando tuvieron que desandar el camino de la descalificación y la arrogancia pública.
La clase política, medios y redes se han ocupado del desliz del panista que aspira a gobernar a la totalidad de los poblanos, incluyendo a quienes según el criterio clasista son “nacos”.
El problema mas grave es que la descalificación que raya en el odio entre iguales es desatendido e ignorado por quienes poseemos un espacio de opinión frente a comunidades, oyentes, lectores o seguidores.
El foco de atención ha sido colocado en las cúpulas y los grupos de interés, pero no en esos eventos en los que vecinos, conocidos o iguales se insultan o descalifican.
La clase dirigente exhibe sus peores prendas frente a sus representados como sucede con Lalo Rivera; el morenista Antonio López Ruiz, candidato del PT a una diputación o la vocera priista del candidato panista Nancy de la Sierra que normaliza el clasismo.
La frivolidad y la ignorancia desmerecen el oficio de la buena política. Sordos e insensibles, son incapaces de advertir el daño que se provoca con una sociedad divida por el odio y la incomprensión.
@FerMaldonadoMX
clh