“Estamos de regreso y nos los vamos a chingar” fue el mensaje que Ardelio Vargas había difundido en las oficinas de la Segob
La llegada de Ardelio Vargas Fosado al Poder Ejecutivo no pintaba nada bien. Tan solo en el primer día que se instaló en su nueva encomienda parece haber mandado un par de mensajes en las diferentes áreas de la Secretaría de Gobernación (Segob) que generaron temor, zozobra, malestar. Los recados habrían sido, palabras más, palabras menos: “Ya regresamos, tal como lo advertimos la vez pasada” y “nos los vamos a chingar”.
Era como una actitud de revancha por la vez anterior en que el funcionario pisó la Segob, en un breve periodo de apenas siete meses, en los cuales en menos de medio año le perdió la confianza el entonces titular del Poder Ejecutivo, Luis Miguel Barbosa Huerta.
Dato curioso: hace dos años Ardelio Vargas Fosado duró siete meses en la administración de Luis Miguel Barbosa Huerta y ahora, sólo estuvo siete días en el gobierno de Sergio Salomón Céspedes Peregrina. En ambas ocasiones tuvo el mismo cargo de subsecretario de la Segob.
Este columnista le preguntó a una fuente confiable: ¿por qué en tan poco tiempo Luis Miguel Barbosa le perdió la confianza a Ardelio Vargas Fosado cuando fue parte de su gobierno? La respuesta fue muy elocuente:
“Porque Ardelio es un hombre ingobernable; siempre quiere demostrar –por encima de todos– que él es quien manda en la Sierra Norte de Puebla”.
Vargas Fosado apareció entre marzo y abril de 2019 en el equipo de Luis Miguel Barbosa Huerta. Fungió como operador político –en la Sierra Norte de Puebla– en los comicios extraordinarios de gobernador, que ganó el entonces candidato de Morena, luego de que un año antes había sufrido un violento fraude electoral por parte del morenovallismo.
Esa condición le valió a Vargas Fosado para ser incorporado el 21 de febrero de 2021 como subsecretario de Gobernación, luego de que en meses anteriores se había desempeñado como asesor en materia de seguridad pública.
A los cinco meses de haber arribado a ese cargo, el exdirector del Instituto Nacional de Migración –en la administración del expresidente Enrique Peña Nieto— realizó en Chignahuapan una reunión a la que convocó a un número importante de exediles de la región, así como algunos alcaldes en funciones.
El encuentro fue en estricto sentido una reunión de carácter político, con el propósito de mandar el mensaje que cualquier asunto de orden público o privado que necesitara la intervención gubernamental, lo vieran directamente con él, con nadie más del Poder Ejecutivo estatal.
Era una manera de ostentarse como “el hombre fuerte de la Sierra Norte”, que debía estar al tanto de todos los temas delicados y que él dictaba las soluciones. Dicho de otra manera: era mostrar un poder caciquil.
Durante la siguiente mesa de seguridad pública del Poder Ejecutivo, frente a varios miembros del gabinete estatal, Luis Miguel Barbosa habría encarado a Ardelio Vargas con preguntas más o menos así: ¿quién le autorizó realizar esa reunión –de Chignahuapan– y no avisarle al gobernador?, y ¿por qué congregó a los exalcaldes de la región?
Se dice que el entonces subsecretario de Gobernación quiso explicar, o mejor dicho justificarse, argumentando que hay exalcaldes que siguen influyendo en el manejo de la seguridad pública aun cuando ya no están en el poder.
A lo que Barbosa le habría recriminado que ese no era el punto de discusión, sino el que hubiera organizado una reunión sin pedir autorización y no haber informado del resultado de ese encuentro.
El reclamo central era que se había brincado la autoridad del gobernador con la realización de esa reunión que tuvo un propósito político y personal.
A partir de ese hecho, se comenta que se fue degradando la confianza de Barbosa en el exalcalde de Xicotepec de Juárez, hasta que dos meses después el gobernador le pidió la renuncia.
Ahora, pese a una avalancha de cuestionamientos, el lunes 26 de junio fue nombrado Ardelio Vargas Fosado de nueva cuenta como subsecretario de Desarrollo Político de la Segob.
El político siempre se hace acompañar de una asistente personal, al parecer una persona de todas sus confianzas, llamada Coni Fernández.
Esta mujer, cuentan algunos testigos, el viernes anterior habría recorrido las áreas de la Secretaría de Gobernación. Y una trabajadora le habría hecho un saludo mínimo con una expresión de “nos da gusto volverla a ver”.
A lo que la asistente de Ardelio Vargas habría generado una respuesta ácida, poco afortunada, al decir algo así como: “Ya regresamos, la vez pasada les advertimos que íbamos a regresar”.
Ahora: “se chingan” o “nos los vamos a chingar”, cada uno –de los que ahí estuvieron— lo cuentan diferente.
El meollo del asunto es que Ardelio Vargas habría regresado a la Segob con una actitud intimidante. Con ganas de buscar desquitarse con alguien por el despido que sufrió hace un par de años.
Aunque lo peor para el también dirigente ganadero vino tres días después, con las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador, que lanzó un dardo mortal al recordar que Ardelio Vargas Fosado estuvo vinculado a Genaro García Luna, quien convirtió al país en un narco-estado en la época del expresidente Felipe Calderón.
Y la gente de García Luna no puede estar en un gobierno de la 4T, puntualizó el mandatario.
Eso no fue un cese de Ardelio Vargas de un gobierno, sino fue cerrarle las puertas de toda la 4T.
clh
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