El SNTE, un sindicato homófobo

Algo que llamó la atención en el reciente proceso electoral del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) es que, al analizarse el sistema de división de los maestros de los niveles de educación básica y media superior en el país, se descubre que el gremio cuenta con 56 secciones, pese a que el estado de Oaxaca tiene el apartado número 59. Una de las explicaciones de por qué faltan tres sectores para completar la secuencia es la homofobia.

No se sabe bien por qué no existen las secciones 46 y 48 del SNTE, pero sí por qué desde las épocas de Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo Morales, quienes ejercieron por separado un poder caciquil continuo por 39 años, se prohibió de manera determinante que hubiera la sección 41 en el sindicato, bajo el argumento discriminatorio de que “entre los maestros no puede haber homosexuales”.

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Hasta la fecha, una regla no escrita en el sindicato magisterial es que no puede haber secretarios generales seccionales que abiertamente reconozcan ser gais. Ni tampoco integrantes del Comité Ejecutivo Nacional.

Es una imposición que sobre todo se aplica a los hombres y se disimula entre las mujeres que son de la diversidad sexual.

Por eso, todo aquel trabajador de la educación que teniendo una orientación sexual que no sea la heterosexual y que un día quiera dirigir la organización laboral de los docentes tiene que cumplir con una premisa fundamental que es: ser casado y si se puede, tener hijos, para encubrir públicamente su homosexualidad.

Es un secreto a voces que en Puebla, en las secciones 23 y 51 del SNTE, ha habido dos secretarios generales que se ubicaban dentro de la diversidad sexual y para que pudieran llegar a esas posiciones siempre utilizaron la estrategia de que, en reuniones públicas, cada vez que podían, hablaban de sus esposas e hijos. Aunque en el círculo cercano se supiera quienes eran sus parejas del mismo sexo.

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Sorprendentemente el tema de la prohibición de usar el número 41 es un atavismo en el SNTE que proviene de la época porfiriana.

Se refiere al famoso episodio ocurrido el 18 de noviembre de 1901, durante el mandato del dictador Porfirio Díaz, en la calle La Paz, de la colonia Tabacalera de la Ciudad de México, en donde hubo una redada de la policía en contra de una fiesta gay, que en esa época era un escándalo mayor.

La reunión era un baile en el que había 42 hombres, la mitad  vestidos de varones y la otra mitad de mujeres, para poder hacer parejas. Se le llamó “el escándalo del baile de los 41”, y no de los 42, porque uno de los asistentes logró evitar el escándalo: Ignacio de la Torre y Mier, yerno de Porfirio Díaz. De ahí se quedó el prejuicio de que el número 41 es símbolo de “una reunión gay”, una representación que sobre todo –hasta la fecha— ocurre principalmente en los estados del norte de México.

Por eso en el SNTE hay la sección 40 de Chiapas y de ahí se salta a la sección 42 de Chihuahua, para evadir el número 41, por la homofobia que sigue vigente en el sindicato más grande de América Latina.

Los maestros poblanos dieron un paso histórico el martes pasado, al entrar de lleno a un proceso democratizador del sindicato, al realizarse una elección en paz y orden, pese a los intentos de fraude, así como una copiosa participación que permitió derrotar a los llamados “candidatos oficiales”.

Ahora el gremio magisterial debería caminar en una ruta de buscar acabar con la discriminación y el odio social.

Muchas veces los crímenes de odio contra la comunidad de la diversidad sexual se empiezan a gestar desde el ambiente homófobo, racista y clasista que priva en las aulas de las escuelas públicas y privadas. Sobre todo, por el prejuicio de considerar que la homosexualidad es algo anormal.

Si ir más lejos, en esta semana, en la comunidad de San José Manialtepec, Oaxaca, un grupo de padres de familia, solapados por los maestros de la escuela telesecundaria José Vasconcelos, le prohibieron la entrada y agredieron a la estudiante –de 12 años—Paola Hernández, junto con su madre, por el simple hecho de que la joven quiere vestir de pantalón y no usar falda como parte del uniforme escolar.

Para las mentes prejuiciosas de ese poblado es “una desviación”, que no se puede tolerar, que la adolescente no utilice una prenda que a fuerza debe ser usada por las mujeres del plantel.

Y como esas historias, todos los días habrá muchas que se repiten en territorio poblano y que se fomentan por la idea primitiva de que “entre los maestros no puede haber homosexuales”.