Pertenecer al género no es suficiente para identificarse con sus luchas y demandas

Antier rindió su primer informe el director del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y acudió a este acto oficial la doctora Lilia Cedillo.

Pero lo que me tomó verdaderamente por sorpresa fue el “saludo” que la doctora Cedillo dirigió a la concurrencia: “Gracias a todo el equipo académico de investigadores/as del ICSYH, ‘el ponchito’ como todos lo conocemos,” ¿Quiénes todos? Pues todos los que apostaban a que el recién creado instituto sería un fracaso.

Alfonso, un gran líder y gran visionario, encabezó a un amplio grupo de académicos procedentes en su mayoría del ICUAP, Instituto de Ciencias de la UAP, y de la entonces Escuela de Filosofía y Letras. Yo era consejera universitaria suplente por esta escuela y me tocó la suerte de apoyar, desde mi cargo de representación, la creación de la nueva unidad académica.

Teníamos todo en contra. El Consejo de Investigación y Estudios de Posgrado había dictaminado que a este grupo de académicos le “alcanzaba” para constituirse a lo mucho en un Centro o Departamento, pero no en un Instituto. El maestro Rivera Terrazas ya había muerto y no contábamos ya con el apoyo del otro instituto, creado poco antes que el nuestro, creación que apoyamos, y que hoy lleva el nombre de “Luis Rivera Terrazas”.

Les estoy hablando del 2 de octubre de 1991, día en el que se llevó a cabo la última sesión del Consejo Constituyente y en la que se ganó por una votación de 33 votos en favor y 30 en contra la constitución de este instituto llamado a convertirse en paradigma de la investigación libre y comprometida de la universidad. El “paraíso”, la “isla” de la universidad.

Recuerdo que en mi intervención ante el consejo universitario señalé la falta de visión de los miembros del consejo de investigación dedicados a las ciencias naturales que no entendían la importancia estratégica de darle su lugar, dentro de la universidad pública, al cultivo de las ciencias sociales y las humanidades, únicas capaces de dar cuenta de la sociedad que nos alberga y, por lo tanto, las únicas capaces de dotar de sentido a las contribuciones científicas y humanísticas en lo que respecta a la instauración de las políticas públicas concernientes a la educación superior, específicamente, y a las políticas públicas en general.

Como ven ustedes, la lucha de las ciencias sociales y las humanidades por obtener el reconocimiento a la trascendencia de su quehacer no ha cesado y hoy se encuentra más amenazado que nunca.

Por eso ahora, que la doctora Cedillo se refiere a nuestra unidad académica como el Instituto Ponchito, lo menos que puedo pensar es que es una broma de muy mal gusto para todos aquellos(as) que conocemos la carga negativa de tal denominación.

Y la verdad me pregunto ¿por qué aceptó la invitación para presidir este informe de labores? ¿Acaso el actual director necesita de su “espaldarazo”? Entiendo que la doctora Cedillo tenga que atender a este tipo de compromisos sociales, pero los que saben interpretar el lenguaje político nos advierten que para la administración central el instituto “está en orden”. El instituto “se está portando bien”, “está haciendo los palitos derechitos.” Si hay voces críticas entre sus miembros, éstas no son recogidas ni se propicia su discusión por parte de la dirección del instituto, misma que debiera poner a consideración de la comunidad que representa las distintas opiniones para normar su propio criterio. Es el caso del famoso PDI.

Por otra parte, si el asunto en manos de la Defensoría de los Derechos Universitarios, que se ha declarado incompetente para resolver (aunque no haya sustentado tal incompetencia) y por tal motivo lo ha remitido a la oficina de la abogada general sustituta, es del conocimiento de la doctora Cedillo, una de dos, o no le importa, o no le parece que sea un asunto que merezca la pena de ser atendido, a pesar de sus reiteradas declaraciones respecto a los derechos de las mujeres a no ser violentadas en ninguna forma. Es obvio que la pertenencia al género no es suficiente para identificarse con sus largas luchas y justas demandas.

Los que contribuimos a la creación del instituto sentimos hoy esa falta enorme de identidad entre los principios académicos y políticos que le dieron vida y la actual forma displicente de transcurrir por la universidad.