El Plan de Desarrollo Institucional de la BUAP: un asalto en contra de la organización colegiada de gobierno

“La gestión incluyente y con trato humano, se concibe con el objetivo de identificar las áreas de oportunidad en los mecanismos, procesos, relaciones y actores clave, que nos permita articular los intereses de los universitarios y mediar en el ejercicio de sus derechos y obligaciones.” Este párrafo aparece en la página 21 del llamado PDI. Los invito a analizarlo porque tal parece que echaron las palabras en un saco, lo agitaron y las aventaron con la peregrina idea de que, así como quedaran, tuvieran sentido.

¿Es cierto que se concibe algo o se piensa algo con un objetivo? Cuando pensamos, ¿lo hacemos con un objetivo? En todo caso, cuando jugamos damas chinas, por ejemplo, estamos pensando en qué canica mover para adelantar un buen trecho y claro, el objetivo es ganar el juego. Pero al momento de mover la canica no nos estamos repitiendo “quiero ganar, quiero ganar”. Hagan el experimento mental y verán que hacemos muchas cosas a las que llamamos ‘pensar’ y no tienen un ‘objetivo’. Por ejemplo, resolver un examen implica escribir las respuestas y si alguien nos preguntara ¿tu objetivo era escribir las respuestas? Nos parecería o que nunca ha hecho un examen o que se está burlando de nosotros.

Pero sigamos. El objetivo es “identificar las áreas de oportunidad en los mecanismos, procesos, relaciones y actores clave”. Aparentemente ‘las áreas de oportunidad’ son los defectos personales o del entorno laboral que pueden convertirse en oportunidades si se consideran útiles. En otras palabras, si hay fallas en el sistema o en quien lo administra, ¡no importa! Siempre podemos sacarle algún provecho.

Sin embargo, el identificar estas famosas ‘áreas’ no era el objetivo, no era el fin sino el medio, pues continúa la frase “que nos permita articular los intereses de los universitarios y mediar en el ejercicio de sus derechos y obligaciones.” De manera tal que identificando tanto los defectos de las personas que se ocupan de la administración como los defectos del sistema que administran, estos mismos administradores, posiblemente defectuosos, van a articular nuestros intereses y no sólo eso, además vamos a necesitar de su mediación, de su intervención para que ejerzamos nuestros derechos y cumplamos con nuestras obligaciones.

Ni una hoja del árbol universitario se moverá sin el concurso de la administración. Los actores esenciales no son los estudiantes ni los docentes, son los administradores. Por supuesto que éstos desempeñan funciones indispensables, pero estas funciones son adjetivas y no sustantivas, como lo establece nuestra legislación.

Pero ¿saben qué es lo peor de este eje? Que en el diagrama que ilustra su “Proyecto Integrador” y que denominan “Modernización de la Gestión Universitaria” (p.16 de las 107 del PDI) ponen en el mismo nivel, pues todos son “agentes de transformación”, al Honorable Consejo Universitario. a la Secretaría General, a la Oficina del Abogado General, a la Dirección Institucional de Igualdad de Género, a la Dirección de Acompañamiento Universitario, a la Dirección de Apoyo y Seguridad Universitaria, al Hospital Universitario, a la Dirección de Recursos Humanos, a Calidad (sic), a la Defensoría de los Derechos Universitarios y a los Sindicatos.

Como ya vimos que el “equipo líder” es la secretaría general, y entre los “agentes” está citada en primer lugar, entonces es obvio que de la secretaría dependen todas estas oficinas administrativas, incluido el Consejo Universitario, que no tiene nada de administrativo, pues es la Máxima Autoridad de la Universidad. Ahora resulta que en lugar de que el secretario general sea el secretario del consejo, el consejo va a depender de éste. Además, el abogado general, que es un funcionario del consejo, también va a depender de él y lo mismo el defensor de los Derechos Universitarios, un organismo independiente de cualquier autoridad, como lo señala el Estatuto Orgánico.

Aquí lo que menos importa es la organización de gobierno y administrativa establecida en la Ley y en el Estatuto. Aquí la secretaría general ya dijo: “estas oficinas las manejo yo”. ¿Y la Rectoría? ¿Está de adorno o qué? Quizá nos digan “La Rectoría preside todo”. Sí, pero no se ve cómo lo preside.

Lo más preocupante es que el grupo en el poder no encuentra oposición alguna a sus pretensiones de “actualizar” la legislación, pues el Consejo Universitario hace muchos años que dejó de ser ese espacio en el que se definía el rumbo de la universidad. ¡Acaban de aprobar el PDI por unanimidad! Acaban de aprobar por unanimidad que dejan de ser la Autoridad Máxima de la universidad para pasar a ser una oficina más de la secretaría general.