Por no tener título pusieron a Moisés Guerrero al frente del sindicato de Bachilleres

Moisés Guerrero Gutiérrez se perfilaba –en mayo de 2019– a ser el nuevo director general del Colegio de Bachilleres del Estado de Puebla (Cobaep) y cuando estaba a punto de ocurrir su designación, se percataron –desde la Secretaría General de Gobierno— que no tenía titulo profesional. Por esa razón se decidió entonces imponerlo como secretario general del sindicato de la institución, en donde no se necesita ningún grado académico para llegar a dirigente. Ahora a cuatro años de distancia de esa designación, el saldo es totalmente negativo: este hombre destruyó la organización gremial que encabeza.

Debido la negligencia y el desaseo político con que impusieron –desde la Secretaría General de Gobierno– a Moisés Guerrero, el resultado fue el siguiente: entre los años 2019 y hasta marzo de 2020, el sindicato del Cobaep no tuvo toma de nota y los 2 mil 300 trabajadores se quedaron sin una representación laboral.

Por si fuera poco, ayer trascendió un acuerdo firmado –el 10 de marzo de este año— por Mario Arturo Daza Buendía, presidente de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, quien dejó sin efecto el proceso electoral por el cual el 30 de julio de 2019 había sido electo Moisés Guerrero como secretario general del sindicato del Colegio de Bachilleres. Dicho de otra manera, está destituido.

Esto significa que está acéfalo el Sindicato de Trabajadores del Colegio de Bachilleres del Estado de Puebla. Noticia que llega cuando una facción de miembros de esta organización gremial se estaba preparado para que, en los primeros días de mayo próximo, se constituyera una nueva organización sindical. Una situación que se narró en la columna de ayer.

Fue Biestro o Manzanilla

Cuando corría el gobierno interino de Guillermo Pacheco Pulido, se decidió quitarle al morenovallismo el dominio del Cobaep, que había sido utilizado para nutrir la lista de militantes del PAN y el PRD, obligando a cientos de docentes, trabajadores administrativos y padres de familia a ser anotados en los padrones de afiliaciones de esas fuerzas políticas.

Se optó regresarle el control de la institución a Alberto Guerrero Gutiérrez, por medio de su hermano Moisés. El primero de ellos fue el hombre fuerte del Colegio de Bachilleres entre los gobiernos estatales de Manuel Bartlett Díaz y de Mario Marín Torres, un largo periodo en que fue, en una época, director general del Cobaep y en otra más, líder sindical. Es decir, fue todo.

Una versión apunta a que fue Gabriel Biestro Medinilla –actual secretario del Trabajo en el gabinete estatal— en su calidad de presidente del Congreso local quien presionó, impulsó que Moisés Guerrero fuera nombrado director del Colegio de Bachilleres y cuando se dieron cuenta que no tenía titulo profesional, entonces lo hicieron dirigente sindical.

Otra versión indica que habría sido Fernando Manzanilla Prieto en su calidad de secretario general de Gobierno. El entonces funcionario estatal no quería que regresara al manejo del sindicato Refugio Rivas Corona, un líder gremial que fue perseguido político del morenovallismo. El propio Manzanilla se encargó de hostilizarlo –cuando fue parte del gobierno del extinto Rafael Moreno Valle Rosas– para sacarlo del cargo en que legítimamente lo habían designado los trabajadores de la institución de educación media superior.

Lo cierto es que quien realizó todas las gestiones para imponer a Moisés Carrasco fue José Luis Márquez Martínez, actual edil de Zacatlán y que en 2019 era subsecretario de Gobierno.

Y quienes directamente hicieron la operación de llamar a todos los grupos políticos del Cobaep y convencerlos de aceptar a Moisés Carrasco fueron: Cutberto Cantorán Espinosa y Héctor Posadas, quienes estaban al servicio de José Luis Márquez y años atrás fueron dirigentes de la sección 23 del SNTE y secretario general del Sindicato de Burócratas, respectivamente.

Posadas y Cantorán literalmente hicieron “todo con las patas”, fue un absoluto desastre su trabajo.

Cometieron un pequeño gran error: al único grupo que no convencieron fue al de Refugio Rivas.

En julio de 2019 eligen a Moisés Guerrero y un mes más tarde, el grupo de Refugio Rivas, por medio de Ángel Martínez Nolasco, impugnó la designación del nuevo dirigente. Ese recurso paralizó al secretario general de la organización gremial desde esa fecha y hasta el presente.

La impugnación era totalmente procedente. Sólo alguien muy ignorante, como Posadas o Cantorán, se atrevieron a hacer las siguientes barbaridades:

El estatuto del sindicato establece que solamente puede ser dirigente quien haya pertenecido a la organización que representa a los trabajadores. Y en un proceso interno, solo pueden votar los trabajadores sindicalizados, no los de confianza.

Primer yerro: Moisés Carrasco fue coordinador sectorial del Cobaep, siempre fue trabajador de confianza. Nunca se afilió al sindicato que quería encabezar. Por tanto, se pidió con absoluta justificación la nulidad de su registro como candidato a líder gremial.

Segundo yerro: en la elección del 30 de julio de 2019, se dejó votar a todos los directores, jefes de área, jefes de departamento. Es decir, sufragó el personal de confianza que no estaba autorizado para hacerlo, pues no pertenecer al sindicato.

Por esos dos yerros el mandato de Moisés Carrasco estuvo siempre impugnado y paralizado para hacer gestiones ante la Dirección General del Colegio de Bachilleres.

Su hermano Alberto lo abandonó y por eso su gestión fue un desastre.

El secretario general nunca pudo hacer la más mínima intervención para mejorar o defender las condiciones laborales de los 2 mil 300 trabajadores de la institución.

Lo único que le salió bien es que su hija Junnios Guerrero López pasó de ser trabajadora administrativa a tener una plaza con 40 horas clase, que es la máxima categoría entre los académicos.