Aunque la mayoría parlamentaria del Congreso del estado ha venido dando marcha atrás a una serie de reformas aprobadas durante el sexenio de Rafael Moreno Valle, en el imaginario colectivo viene ganando terreno la percepción de que en el fondo los diputados de Morena, el PT y el PES no están legislando a favor de los poblanos, sino con un sentido de revancha.
La falla radica en que los diputados emanados de la coalición Juntos Haremos Historia no han sabido explicar a los ciudadanos en qué se benefician por la abrogación de la Ley Bala, con la reforma que anuló la expropiación exprés, con las reformas para que los municipios vuelvan a regular la instalación y renta de anuncios espectaculares, con la prohibición y retiro de estas estructuras en áreas verdes, con el regreso de los servicios del Registro Civil a las Juntas Auxiliares, y con la apertura selectiva de algunas cuentas públicas, entre ellas las del ex gobernador Rafael Moreno Valle.
En términos generales estoy de acuerdo con estas acciones, pero no con la forma, ni con las prisas de los legisladores de Morena, el PT y el PES por sacar adelante estas modificaciones, necesarias pero insuficientemente motivadas, por lo que incluso tuvieron que ser observadas o vetadas por el Ejecutivo.
La nueva mayoría parlamentaria está haciendo lo que tanto criticó: aplastando a sus adversarios, no con argumentos y razones sino con votos y, lo peor, con un ánimo revanchista y un protagonismo exacerbado de algunos de sus integrantes.
Y eso es precisamente lo que el Congreso del estado proyecta: el arribo de una Legislatura, la LX, frenética de reflectores, polarizada por el conflicto postelectoral, con poca experiencia parlamentaria y oficio político, confrontada con el Ejecutivo y envuelta en pleitos personales más que ideológicos o programáticos.
Los ciudadanos estamos observando una Cámara de Diputados sin agenda de mediano y largo plazo, con prisa para revertir las reformas impulsadas por Moreno Valle y dañar sus intereses políticos y económicos, y con legisladores que en lugar de buscar el bien común y hacer leyes de beneficio general tratan de sacar raja electoral e imponer su agenda política personal.
Para desgracia de los diputados de la LX Legislatura, los reporteros y medios que los cubren e informan de sus actividades y confrontaciones en comisiones y en el salón de plenos no están poniendo el acento en los beneficios de las reformas y decretos aprobados, sino en sus yerros, incongruencias, pleitos de verduleras y decisiones atropelladas.
Y eso tarde que temprano los terminará marcando, no como una Legislatura de cambio, sino como una cámara de políticos rijosos que en lugar de legislar y construir acuerdos se dedicó a grillar y polarizar los ánimos de una sociedad ya de por sí polarizada por el conflicto poselectoral de los comicios del 1 de julio.
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