Batalla perdida

Batalla perdida

La esperanza languidece, y esa sola conclusión contradice el cliché porque en el largo plazo, no hay aún manera de recuperar el terreno perdido, resultado de la más reciente jornada electoral.

No ha transcurrieron el segundo bimestre luego de los comicios del domingo 2 de junio, y el panismo sale apenas del periodo de duelo que va de la negación y el enojo para advertir que la derrota y sus secuelas se extenderán por un largo tiempo.

Un sector influyente del panismo sabe, pero no socializa, que será una tarea contra reloj la reorganización para 2027, cuando venga la elección intermedia para elegir en Puebla ediles y el legislativo local, además de la bancada federal.

Saben del riesgo de la inevitable, nueva y consecutiva derrota por una variable insoslayable: en el poder estará un animal político, el gobernador Alejandro Armenta y un compacto, pero eficaz equipo electoral curtido a lo largo de años en los que ha habido triunfos, pero, sobre todo, derrotas, las que más enseñanza deja.

Lo saben, pero no lo dicen: la derrota del primer domingo de junio frente a la maquinaria electoral del Movimiento de Regeneración Nacional y sus aliados se extendería hasta 2030, si bien les va.

En un acto de heroísmo o suicidio político, hay quien está dispuesto a pelear espacios de dirección en un disminuido aparato partidista resultado de la influencia a la baja en el electorado.

No obstante, deberán pelear por los despojos ideológicos que una alianza intratable con el Partido Revolucionario Institucional, destinado sin remedio a la extinción, les heredó, como igual sucedió con el extinto Partido de la Revolución Democrática.

Heroísmo o suicidio porque en el futuro no habrá quien desde el poder les haga la tarea de adoctrinamiento, entrega de tinacos azules o despensas, o de afinamiento de la maquinaria electoral como en efecto, sucedió en el mandato del fallecido Rafael Moreno Valle, el ex gobernador que se empecinó en ser candidato presidencial panista.

Duele, pero ilustra, lo saben los panistas químicamente puros que aún se respetan de su condición de orfandad, pero dispuestos a dar la batalla en intramuros contra el pragmatismo fracasado que dejó la gestión de la diputada federal Genoveva Huerta y el entreguismo con el grupo de Eduardo Rivera, de Augusta Díaz de Rivera.

Ahí están los casos de Eduardo Alcántara; Lupita Leal; Mónica Rodríguez Della Vecchia; Edmundo Tlatehui y Miguel Espinosa de los Monteros, descalificados a priori por una suerte de casta divina y club de cuates que se adueñaron de la marca, pero olvidaron principios y doctrina.

En el pecado lleva la penitencia una burbuja incrustada en un partido confesional que le dio la espalda a su tesis fundacional cuando abrió puertas al pragmatismo a cambio de las grandes tajadas del pastel electoral.

Ganar el gobierno sin perder el partido nunca tuvo mas sentido en la tesis del panismo. Tuvieron el partido sin tener el gobierno, cuando accedieron al poder fracasaron para perpetuarse; ahora no tienen nada, salvo la convicción de un pequeño grupo de perfiles resueltos a dar la batalla, aunque en el fuero interno se advierta que 2027 y 2030 están perdidos.

@FerMaldonadoMX