Muchosidad: una forma de resistencia

Hay una escena inolvidable en Alicia en el País de las Maravillas (la versión de Tim Burton) en la que el Sombrerero Loco le dice a Alicia: “Has perdido tu muchosidad.”

Esa palabra —mágica— nos habla de todo lo que nos hace ser mucho: nuestra autenticidad, imaginación, pasión, sensibilidad, alegría. Es esa chispa interior que nos define, que nos mueve y nos vuelve únicos. Y, sin embargo, cuántas veces nos pasa: la rutina, el miedo, la presión social o el cansancio nos hacen sentir que esa muchosidad se va apagando.

Vivimos tiempos que empujan a la desconexión. El ruido externo, las crisis constantes, la exigencia de estar bien todo el tiempo nos invitan a reducirnos: a ser más discretos, más correctos, más silenciosos, más “normales”. Nos piden que encajemos, que bajemos el volumen de lo que sentimos, que no incomodemos con nuestras emociones o con nuestra alegría.

Pero hay personas —quizá sin saberlo— que se rebelan contra todo eso. Que eligen vivir con muchosidad. Que abrazan lo que son sin pedir permiso, que celebran la vida, aunque esté en crisis, que contagian su energía con solo estar. Personas que ríen fuerte, que sueñan en grande, que sienten sin miedo. Seres que no se dejan apagar.

Ellos nos recuerdan algo esencial: la muchosidad es una forma de resistencia.

No es solo alegría superficial. Es coraje. Es identidad. Es fuerza interior frente a un mundo que a veces anestesia. Ser mucho —emocional, creativo, sensible, espontáneo, humano— es una postura política, espiritual y profundamente transformadora.

Y aunque a veces sintamos que la hemos perdido, nunca desaparece del todo. Solo se duerme. La buena noticia es que siempre podemos volver a ella.

¿Cómo?

Volviendo a lo que nos emociona. Dándonos permiso para jugar, para crear, para decir lo que sentimos. Apagando un rato el ruido para escucharnos por dentro. Cuidándonos. Rodeándonos de personas que no nos limiten, sino que nos inspiren. Recordando que ser intensos, sensibles, soñadores o luminosos no es una debilidad y menos un defecto: es una manera de resistir.

Porque en medio del caos, la muchosidad no es una rareza: es una brújula.

Y vivir con ella encendida es, quizás, la forma más hermosa de luchar por uno mismo.

Porque en medio del ruido, del cansancio, de la presión por encajar, elegir ser mucho —sentir mucho, amar mucho, brillar mucho— no es ingenuidad: es un acto de valentía.

Nuestra muchosidad es lo que el mundo necesita y también lo que más nos quieren arrebatar.

Por eso, recuperarla no es solo un viaje de regreso a uno mismo es una forma de lucha. Una revolución silenciosa.

Un fuego que, si lo cuidamos, puede encender a otros.

X: @delyramrez

 

clh

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Adela Ramírez

Periodista. Se ha desempeñado en los medios informativos durante 25 años, así como en la función pública de Puebla y Oaxaca, además de la academia. Es guionista, productora y conductora de radio, asimismo, ha incursionado en la producción de noticias de TV, es content manager, community manager y escritora.