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No me digan ‘la vestida’

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A Claudia se le escucha mal y de malas. En ese momento en particular, en lugar de contestar, bromear o cambiar de tema, se mostró irritable

Las segundas partes nunca fueron buenas; las malas copias menos aún. Fatal por cuanto a política se refiere. Pero Claudia Sheinbaum ha decidido seguir el mismo guión trillado de AMLO: victimizarse. Y encima le ha agregado el factor “género” pensando que con eso bastaría.

Lo primero, por unos buenos 18 años, no fallaba… digo, cuando del macuspano se trataba. Mas en la ex jefa de gobierno a leguas se nota falso y, encima, desgastado.

Lo segundo, en un país atestado de feminicidios y casos de verdadero horror de violencia contra las mujeres —muchísimos de ellos no atendidos por ‘la cuarta transformación’—, resulta por demás hipócrita; una fórmula que lleva derechito al desastre electoral.

El candidato del establishment

Cuidado. No le vaya a suceder a Claudia lo que a Francisco, de apellido Labastida, en aquel ya lejano año 2000. El candidato priista que no supo enfrentar el hastío de los tiempos y perdió ante el lenguaraz de Vicente Fox.

Igual que Sheinbaum hace ahora, aquel personaje —me refiero a Labastida, naturalmente— empezó a quejarse en las entrevistas que lo trataban mal. Que no le daban el mismo tiempo que a Fox; que le hacían entrevistas incómodas. Es más, en uno de los debates presidenciales soltó: “no me digan la vestida” y, bueno, ‘la vestida’ se le quedó.

Luego, tras su lloriqueo diario, perdió la elección.

Nadie me lo cuenta

Pareciera que ni López Obrador ni nadie de Morena o de su equipo de trabajo le ha contado a la corcholata la historia de quien fue gobernador de Sinaloa. Me sorprende y de hecho no debiera ser necesario. Si yo lo viví —trabajaba entonces como jefa de unidad en la Presidencia de la República— supongo que ella, básicamente siendo mi contemporánea, debiera saberse de sobra la lección.

En fin. Tal vez la candidata requiera la memoria histórica del ‘presidente distorsionador’; que le cuente la verdad de lo mal que le va a algunas personas (es cierto, no a todas) por dedicarse a patalear.

Prensa de verdad

Todo esto que describo viene a cuento porque en Tabasco —sí, en la tierra de Andrés Manuel, la de sus hermanos incómodos y la de Adán Disgusto—, el periodista Hugo Triano le formuló preguntas incisivas a Claudia. En la 4t podrán decir lo que quieran, pero estas preguntas fueron respetuosas, sin calificativos ni juicios de valor. El reportero las presentó con profesionalismo y aplomo. Eso sí, cuestionando el actuar de ella en algunos momentos específicos.

Fueron preguntas sencillas y directas, sin embargo Claudia Sheinbaum se molestó y ofendió.

Un político —más el / la que pretende ser titular de una nación— no debe ofenderse por ser cuestionado. Las entrevistas no pueden ni deben ser a modo y la población quiere conocer la mejor versión de los gobernantes. Lógico.

Por lo que a la labor periodística se refiere, esta reside en cuestionar todo y cuestionarlo siempre. Al poder se le cuestiona, no se le aplaude.

El mal humor, cual burbuja habrá de escapar

A Claudia se le escucha mal y de malas. En ese momento en particular, en lugar de contestar, bromear o cambiar de tema, se mostró irritable. No quiso confrontar ideas ni quiso presentar argumentos. Se le escuchó descompuesta; fácilmente le hicieron reconocer que actúa como quien únicamente acata órdenes de Andrés Manuel. Se hizo bolas y cuando se sintió evidenciada, recurrió al plan de víctima. Mal; con la plañidera de Palacio ya tenemos suficiente.

Se le oye cada día más y más enojada y sí —dicho por ella—, más cansada. Si desea conectar, debe saber contestar de forma inteligente y de preferencia de buenas y positiva.

Seria, escueta, versada, aguda, incisiva como es ella. Actuar como López Obrador no le ayuda, la diluye.

Por último: en este México tan surrealista, quien a la corcholata le tiró un salvavidas en forma de tuit fue el mismísimo Vicente Fox. Ojalá Claudia aprenda a cachar esas bolas bajas —hay muchas— y usarlas en su beneficio.

Por su parte, si yo fuera oposición partidista —que no soy— le diría nuevamente al bigotudo —ya se lo he hecho antes— que por piedad no abra la boca. Al Frente Amplio por México no ayuda.

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A Sheinbaum se le ve contrariada. Si sigue “en modo” Labastida (“no me digan la vestida”), terminará viéndose como ese candidato que no supo, no pudo, no quiso mantener a su partido en la Presidencia.

 

SDP Noticias

Columna de Verónica Malo Guzmán

Foto: Especial

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