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El ilusionismo de un charlatán

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Ir a festejar al Zócalo al Presidente que lleva 158 mil homicidios dolosos y 41 mil desaparecidos luego de prometer que acabaría con matanzas y desapariciones, es faltarse al respeto, comenta Pablo Hiriart

Todas las malas decisiones del Presidente se pueden criticar con respeto –aunque no sea recíproco–, pero ningún respeto merece ordenar una fiesta para el autoelogio en medio de un baño de sangre y balas en el país.

¿A quién quiere engañar?

La devoción por un charlatán, por gran ilusionista que sea, debe tener como límite el respeto a sí mismo como seres pensantes.

¿Qué van a festejar los seguidores de López Obrador mañana en el Zócalo?

Cierto es que muchos serán acarreados por los gobernadores, pero también los habrá quienes van por su voluntad y con entusiasmo.

Voten por Morena, condenen al pasado, exploten contra la Corte, pidan expropiaciones y griten sus fobias a la prensa, pero respétense.

Ir a festejar al Zócalo al Presidente que lleva 158 mil homicidios dolosos y 41 mil desaparecidos luego de prometer que acabaría con matanzas y desapariciones, es faltarse al respeto.

¿Qué festejan?

¿La chacota de López Obrador por 14 funcionarios chiapanecos secuestrados por el Cártel Jalisco Nueva Generación?

¿Que sicarios arrodillen a empleados públicos secuestrados y los hagan rogar clemencia?

¿O festejan que el Presidente les pida a los sicarios que se porten bien o los va a acusar con sus papás y sus abuelos?

López Obrador se burló de los británicos preocupados por la criminalidad en México, y les dijo que vengan con confianza porque el país que gobierna es seguro.

Ya hay coches-bomba en México: el miércoles en la noche, en Celaya explotó uno que hirió a 10 integrantes de la Guardia Nacional.

Ayer en Michoacán emboscaron y asesinaron a balazos a Hipólito Mora y tres escoltas. Luego los incineraron.

El exsecretario de Seguridad de Acapulco fue detenido por la desaparición de dos marinos que la alcaldesa puso como escoltas del senador de ese partido, José Narro.

La alcaldesa de Tijuana se tuvo que ir a vivir a un cuartel para que no la maten.

Grupos criminales paralizaron los municipios de Iguala y Taxco.

En Chilpancingo aparecieron los cinco hombres y dos mujeres desaparecidos hace dos semanas: descuartizados, con cabezas en el cofre de una camioneta y los restos esparcidos sobre la avenida 16 de Septiembre.

Los criminales dejaron cartulinas con mensajes a las autoridades de la capital guerrerense, por falta de cumplimiento a acuerdos y apoyos brindados.

En Morelos, dos presidentes municipales, tres exalcaldes, una diputada local, un regidor, dos exdiputados, candidatos al Congreso federal y al estatal han sido asesinados en dos años.

Durante el fin de semana atentaron a balazos contra el dirigente del Partido Verde en Morelos.

El gobernador de San Luis Potosí exigió a la prensa “no estar chingando”, porque “necesitamos diversión. A mí me gusta la sangre, ver arder el mundo”.

En Chiapas hay una guerra entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

Como explicó ayer Jorge Fernández Menéndez en su columna Razones: ¿qué mejor demostración del involucramiento de autoridades con los grupos criminales que las propias denuncias que hacen unos grupos criminales contra otros, señalando con nombre y apellidos a quienes trabajan para cada cártel?

Las autoridades chiapanecas trabajan para el Cártel de Sinaloa, señalan los sicarios del CJNG que llegaron al estado a disputarle la frontera a los gánsteres de Sinaloa.

Quieren esa zona estratégica para facilitar el tráfico de drogas y el tráfico de seres humanos, que es el nuevo gran negocio (por lo lucrativo) de los grupos criminales.

Las dos fronteras, con Guatemala y con Estados Unidos, en poder, o de buena parte de ellas, de los cárteles.

Sangre y fuego en 81 por ciento del territorio nacional.

El número de asesinatos en México, con López Obrador, es el más elevado que se registre en un sexenio: 158 mil homicidios dolosos.

Los desplazados por la violencia suman decenas de miles en un solo sexenio: El Financiero informó esta semana que en 2021 –el dato más reciente–, “al menos 28 mil 943 personas tuvieron que desplazarse de forma forzada dentro de México, lo que contrastó con los 9 mil 741 del año anterior y con las 8 mil 664 de 2019″.

Para eso no hay Estado. El Presidente anda en la grilla.

Que si las corcholatas, o “el dedazo de Claudio X.” y la “faramalla” de los conservadores con sus candidatos que se bajan “por el método”.

Y cuando le inquieren sobre la violencia criminal dice que eso no es cierto, que en México hay paz.

Y si el segundo cártel más poderoso del mundo le disputa un estado entero al cártel número uno del planeta, también mexicano, responde con chistoretes.

A los ciudadanos los están matando. A funcionarios los secuestran y los toman de rehenes en la guerra Cártel de Sinaloa y CJNG. Asesinan, descuartizan e incineran. Ya hay coches-bomba.

¿Y qué hace López Obrador?

Las dos reuniones con gobernadores ha sido para las reglas de campaña de Morena, y para organizar “la fiesta” de mañana sábado por la victoria de hace cinco años.

Al arranque del gobierno, el Presidente publicó en la página 73 del Plan Nacional de Desarrollo:

“Para entonces (el último año de su gobierno) la delincuencia organizada estará reducida y en retirada… y México habrá dejado de ser la dolorosa y vergonzosa referencia internacional como tierra de violencia, desapariciones y violaciones a los derechos humanos”.

Ahí está. Éste es el personaje al que irán a ovacionar.

Unos, acarreados por gobernadores. Toda la comprensión para ellos.

Otros irán para hacer méritos políticos. Grillos. Los conocemos.

Pero también estarán los fanatizados por el ilusionismo de un charlatán. Esos no tienen perdón.

¿Que sicarios arrodillen a empleados públicos secuestrados y los hagan rogar clemencia?

¿O festejan que el Presidente les pida a los sicarios que se porten bien o los va a acusar con sus papás y sus abuelos?

López Obrador se burló de los británicos preocupados por la criminalidad en México, y les dijo que vengan con confianza porque el país que gobierna es seguro.

Ya hay coches-bomba en México: el miércoles en la noche, en Celaya explotó uno que hirió a 10 integrantes de la Guardia Nacional.

Ayer en Michoacán emboscaron y asesinaron a balazos a Hipólito Mora y tres escoltas. Luego los incineraron.

El exsecretario de Seguridad de Acapulco fue detenido por la desaparición de dos marinos que la alcaldesa puso como escoltas del senador de ese partido, José Narro.

La alcaldesa de Tijuana se tuvo que ir a vivir a un cuartel para que no la maten.

Grupos criminales paralizaron los municipios de Iguala y Taxco.

En Chilpancingo aparecieron los cinco hombres y dos mujeres desaparecidos hace dos semanas: descuartizados, con cabezas en el cofre de una camioneta y los restos esparcidos sobre la avenida 16 de Septiembre.

Los criminales dejaron cartulinas con mensajes a las autoridades de la capital guerrerense, por falta de cumplimiento a acuerdos y apoyos brindados.

En Morelos, dos presidentes municipales, tres exalcaldes, una diputada local, un regidor, dos exdiputados, candidatos al Congreso federal y al estatal han sido asesinados en dos años.

Durante el fin de semana atentaron a balazos contra el dirigente del Partido Verde en Morelos.

El gobernador de San Luis Potosí exigió a la prensa “no estar chingando”, porque “necesitamos diversión. A mí me gusta la sangre, ver arder el mundo”.

En Chiapas hay una guerra entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

Como explicó ayer Jorge Fernández Menéndez en su columna Razones: ¿qué mejor demostración del involucramiento de autoridades con los grupos criminales que las propias denuncias que hacen unos grupos criminales contra otros, señalando con nombre y apellidos a quienes trabajan para cada cártel?

Las autoridades chiapanecas trabajan para el Cártel de Sinaloa, señalan los sicarios del CJNG que llegaron al estado a disputarle la frontera a los gánsteres de Sinaloa.

Quieren esa zona estratégica para facilitar el tráfico de drogas y el tráfico de seres humanos, que es el nuevo gran negocio (por lo lucrativo) de los grupos criminales.

Las dos fronteras, con Guatemala y con Estados Unidos, en poder, o de buena parte de ellas, de los cárteles.

Sangre y fuego en 81 por ciento del territorio nacional.

El número de asesinatos en México, con López Obrador, es el más elevado que se registre en un sexenio: 158 mil homicidios dolosos.

Los desplazados por la violencia suman decenas de miles en un solo sexenio: El Financiero informó esta semana que en 2021 –el dato más reciente–, “al menos 28 mil 943 personas tuvieron que desplazarse de forma forzada dentro de México, lo que contrastó con los 9 mil 741 del año anterior y con las 8 mil 664 de 2019″.

Para eso no hay Estado. El Presidente anda en la grilla.

Que si las corcholatas, o “el dedazo de Claudio X.” y la “faramalla” de los conservadores con sus candidatos que se bajan “por el método”.

Y cuando le inquieren sobre la violencia criminal dice que eso no es cierto, que en México hay paz.

Y si el segundo cártel más poderoso del mundo le disputa un estado entero al cártel número uno del planeta, también mexicano, responde con chistoretes.

A los ciudadanos los están matando. A funcionarios los secuestran y los toman de rehenes en la guerra Cártel de Sinaloa y CJNG. Asesinan, descuartizan e incineran. Ya hay coches-bomba.

¿Y qué hace López Obrador?

Las dos reuniones con gobernadores ha sido para las reglas de campaña de Morena, y para organizar “la fiesta” de mañana sábado por la victoria de hace cinco años.

Al arranque del gobierno, el Presidente publicó en la página 73 del Plan Nacional de Desarrollo:

“Para entonces (el último año de su gobierno) la delincuencia organizada estará reducida y en retirada… y México habrá dejado de ser la dolorosa y vergonzosa referencia internacional como tierra de violencia, desapariciones y violaciones a los derechos humanos”.

Ahí está. Éste es el personaje al que irán a ovacionar.

Unos, acarreados por gobernadores. Toda la comprensión para ellos.

Otros irán para hacer méritos políticos. Grillos. Los conocemos.

Pero también estarán los fanatizados por el ilusionismo de un charlatán. Esos no tienen perdón.

Columna de Uso de Razón de Pablo Hiriart en El Financiero

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