El problema no es defender al INE, sino ganar los votos

A puñetazo limpio se disputa la conquista del poder. Desde el púlpito de la mañanera y las cámaras legislativas, la Cuarta Transformación impone sus reglas, impugnadas por opositores en tribunales y la calle.

El desgaste a la credibilidad política del PAN por la culpabilidad de su prohombre de la seguridad, Genaro García Luna, abonará a la guerra sin cuartel.

No se esperaba menos. Se trata finalmente de dos modelos antagónicos: los promotores de la 4T contra los enemigos de la Cuatroté.

La crisis radica en que la oposición sigue sin línea discursiva, proyecto de nación y perfiles viables para recuperar lo que perdieron en 2018.

Salieron los adversarios de Andrés Manuel López Obrador ayer a las calles a defender al INE, enojados por su Plan B electoral que le dio la vuelta a la reforma integral que buscaba el mandatario.

No salen de su discurso: Que AMLO atenta contra la democracia, que es enemigo de las instituciones, que ya se debe largar del poder y demás yerbas.

El problema no es el INE, sino ganar los votos en las urnas. Y ahí es donde pierde la oposición, como ha ocurrido del 2018 a la fecha.

Mientras los adversarios de la 4T se cortan las venas por el Instituto, la base electoral lopezobradista se fortalece.

Este fenómeno se replica en los estados. En Puebla, la oposición sigue sin atinar la ruta de ser -otra vez- opción de gobierno, se cuelga de los yerros y gazapos del proceso morenista.

Tanto desconfían de las posibilidades del PAN y PRI que la sangría de militantes hacia Morena se ha convertido en una constante a poco más de un año de los comicios del 2024.

Y no “reatzionan”.