Eduardo Rivera, entre el desgaste político y la esperanza de ser la opción electoral en 2024

Eduardo Rivera Pérez llega al primer año de su gobierno bien posicionado, pues en todas las encuestas aparece bien calificado en el desempeño como edil de la capital y también como puntero en la disputa de la gubernatura del estado, rumbo a la sucesión de 2024. Sin embargo, enfrenta dos grandes dificultades: un fuerte desgaste en la atención a los problemas urbanos de la ciudad de Puebla y no acaba de cuajar como el líder de la oposición en la entidad.

De acuerdo con una hojeada a algunos de los principales sondeos que se han levantado en los últimos meses y que miden el pulso de la próxima contienda electoral, se intuye que si las votaciones fueran ahora, la disputa por la gubernatura tendría necesariamente que recaer entre Eduardo Rivera Pérez, por la oposición, y el senador Alejandro Armenta Mier, por Morena y una parte importante de la estructura orgánica del PRI. Ambos tienen los mayores índices de popularidad y en ser reconocidos por el electorado.

La ventaja la tiene Eduardo Rivera, porque hasta ahora parece tener allanado el camino para ser el abanderado natural –por lo menos— del PAN. No hay nadie que le pelee la nominación para ser el principal aspirante de la oposición.

Mientras que Alejandro Armenta no encuentra el camino para ser bien visto desde Palacio Nacional como la mejor opción para Morena en el caso de Puebla. Su relación con el rebelde de la 4T, Ricardo Monreal Ávila, junto con el exgobernador Mario Marín Torres, “el gober precioso”, lo aleja de la postulación morenista.

En el corte de caja de Eduardo Rivera se puede dividir de la siguiente manera las fortalezas y debilidades:
 

En el plano positivo: Rivera tiene como principal atributo que es un político sereno, cuidadoso de las formas y un trato de mucha civilidad. Eso le permite tener un margen reducido de confrontaciones políticas. Además, en los cuatro años que lleva como alcalde de la capital –tres años del periodo de 2011 a 2014 y ahora un año en la actual gestión— no ha enfrentado un solo escándalo grave de actos de corrupción o abusos de autoridad.

Al revés, en 2017 engrosó las filas de los perseguidos políticos del autócrata Rafael Moreno Valle Rosas, en un episodio que se le quiso meter a la cárcel sin que se le probaran los cargos por malversación de fondos que eran el fundamento de la persecución.

Sin duda, Eduardo Rivera ha resultado ser mucho mejor alcalde que su antecesora la morenista Claudia Rivera Vivanco, cuyo gobierno estuvo carente de logros relevantes y durante mucho tiempo careció de rumbo, de metas, de pode ofrecer algún cambio significativo a la ciudadanía.

También se pueda decir, que Rivera supera mucho a los demás ediles panistas de la capital. No tiene los extravíos y torpezas de Gabriel Hinojosa. Está muy lejos de la corrupción y excentricidad de Luis Paredes Moctezuma. De la falta de identidad con el PAN que hubo con José Antonio Gali Fayad y Luis Banck Serrato.

Y un tercer atributo, es que Rivera Pérez ha logrado convertirse en el líder del PAN que no se tenía desde hace más de una década.

No ha cometido el error de solamente encabezar una facción dominante dentro del partido de la derecha, sino que ha logrado cohesionar a esta fuerza política al unir a todas las corrientes internas del blanquiazul, a excepción del ya disminuido grupo de la ex dirigente estatal panista Genoveva Huerta Villegas y Eduardo Alcántara Montiel, quien coordina a los diputados locales de dicha expresión política.

Los negativos

En los negativos: el principal problema que enfrenta Eduardo Rivera en su primer año –del segundo periodo— de gobierno, es que no se le ve como un alcalde con capacidad de resolver los graves problemas de la capital.

Pareciera que el edil únicamente se dedica a administrar el ayuntamiento y de ahí no pasa. No plantea avances en el grave deterioro de la carpeta asfáltica de la ciudad, de la creciente inseguridad pública, de una metrópoli cada vez más contaminada, en mejorar las condiciones de vida en las juntas auxiliares y en reducir la brutal desigualdad social que prevalece en el municipio.

Pareciera que la prioridad en los últimos 12 meses fue otorgar contratos a empresas privadas para controlar servicios públicos, lo cual despierta la sospecha de que es un pago de favores a quienes habrían financiado la campaña electoral de 2021.

Sin duda, los dos asuntos que han generado un mayor desgaste son: que al gobierno de la capital se le ve con una visión únicamente recaudatoria, consistente en solamente buscar cobras multas y servicios a la ciudadanía, en lugar de ofrecer un mejor desarrollo urbano y social en la capital.

Y que solamente se le ve como un líder político concentrado en la capital y en el PAN, sin poder impactar positivamente en la mayor parte de la población del estado y en tener empatía con sus hipotéticos aliados, el PRI y el PRD.

Hasta ahora nada está definido. Eduardo Rivera tiene enfrente el siguiente año para demostrar que entiende y resuelve los problemas urbanos y sociales de la capital. Que puede extender su popularidad al resto del estado y que puede construir un frente amplio de la oposición. 2023 será su prueba de fuego.