Izúcar de Matamoros y Puebla son hoy de las ciudades más caras del país. El presidente Andrés Manuel López Obrador formalizó ooootro pacto antiflacionario en el que aplicó el método Barbosa.
Sí, recurrió directamente a las grandes industrias y comercios para que disminuyeran sus precios, con la mínima injerencia de las cámaras empresariales.
Y fueron precisamente ese gran capital, el que define el papel de los organismos del sector privado, más ideologizados que otra cosa.
En Puebla, ¿el gobernador Luis Miguel Barbosa tendrá de nuevo que acudir a los grandes productores del estado para coadyuvar en el pacto antiinflacionario nacional?
Si las cámaras y agrupaciones empresariales de Puebla jamás le entran a un esquema en el que sean las que aporten, siempre buscan sacar raja económica o política.
El problema es que si en el país López Obrador y en Puebla Barbosa recurren directamente a los que invierten y generan empleos, las cámaras patronales están en graves problemas.
Su naturaleza es la vertebración, ser representantes de los intereses del sector, lo que ya perdieron desde hace años.
Si invirtieran más y grillaran menos, entonces no sólo ganaría el Estado en apoyos para la economía local, sino la misma sociedad que estaría representada.
Algunos empresarios creen que regalando cafés o dejando que policías entren a los baños de sus negocios ya resolvieron la crisis de interlocución con la autoridad.
Pues no. Se confirma lo que decía el exrector de la UAP, Luis Rivera Terrazas sobre el dinero en Puebla: después de Don Manuel Espinosa Yglesias y Don Pepe Chedraui Alám, lo demás es pura morralla.
Más que claro. Arriba la inflación, abajo los empresarios.
Lo que hay.