Al impresentable de Javier Lozano Alarcón le ardió ser tomado como pésima broma en su destape como candidato del PAN a la gubernatura del 2024.
Y cómo se le puede tomar en serio si, como la mayoría, se promueve en selfies y redes sociales.
Nadie mejor que los propios panistas cuentan lo que Lozano hace en cada campaña.
Para muestra un botón:
En gira de trabajo en el interior del estado, durante el sexenio morenovallista, el senador Javier Lozano Alarcón no tenía cómo regresarse a la capital.
Una mujer que laboraba con el entonces senador panista, le ofreció gentilmente que se fuera con ella.
“Lo llevo”, le dijo. Él, acepto.
A medio camino empezó a pedir información sobre los pendientes y Lozano se puso espeso. Comenzó a regañar a su asistente, quien iba al volante.
Ya no pudo más. Entonces, le pidió que detuviera el vehículo para que ella se bajara de su propia unidad.
La dejó ahí y él se regresó con el coche ajeno a Puebla.
Sí, así como lo lee.
En otra ocasión, su asistente (Pedro Gutiérrez) comunicó a Martha Érika Alonso (qepd) que el senador Javier Lozano acudiría a una gira partidista por el interior del estado, pues ella había asumido ya la secretaría general del PAN.
Días más tarde, Gutiérrez se volvió a reportar con Martha Érika para cancelar su presencia y decirle que Lozano fuera mejor tomado en cuenta en actividades que estuvieran en Puebla o el área metropolitana. Lejos, no.
Ya en el 2012, en la elección para el Senado, Javier Lozano arribó a la casa de campaña para saber cómo iban las cosas por ahí de las 3 de la tarde.
Agobiado todo el equipo, se le expuso que iba a perder, pero que tenían que meter el acelerador hasta el fondo y ponerse a operar.
El entonces gobernador Rafael Moreno Valle encargó la labor a Jorge Aguilar Chedraui, quien se encargó de la movilización.
El senador ni se inmutó. Se sirvió una copa, cruzó la pierna y dejaba que otros se pusieran a chingarle.
Éste y no otro es Javier Lozano Alarcón. El mismo que se fue del PAN de Ricardo Anaya al equipo de José Antonio Meade en el PRI con más pena que gloria.
Qué se le va a hacer, como lo han descrito un auténtico saco de pus.
El señoritingo del tuiter.
No tiene remedio.