En la Cámara de Diputados, la oposición ganó la batalla de la Reforma Eléctrica, pero en el discurso perdió la guerra, cuya capitulación primera será en las elecciones locales de este año, en seis estados del país.
Hacer su pijamada, sostener su posición en la agónica sesión legislativa y, después conservar el bloque para impedir la reforma presidencial, fue todo.
Posteriormente, llegó la línea de Andrés Manuel López Obrador para calificarlos de traidores a la patria, se sumó la campaña de linchamiento de Morena en su contra y estableció el discurso para lo que resta del sexenio.
Y éste no será otro más que los opositores que buscan la reelección o nuevos cargos traicionaron a la patria.
Los excesos han corrido a cargo de Morena. El líder de la bancada en San Lázaro, Ignacio Mier, pidió, en un despropósito político, “fusilarlos pacíficamente”.
No se percató que precisamente el país está en una espiral de violencia que cualquier llamado a la agresión puede pasar de la pendejez a la pira popular.
Gobernadores, como Luis Miguel Barbosa, ayer tras hacer un recuento de la lucha entre liberales y conservadores, así como los intereses que cada uno en verdad representa, dejó en claro que él no llamará “traidores a los opositores, sino desleales”, matizó.
Lo cierto es que la oposición perdió el debate político ganando en la Cámara de Diputados. Hoy, la mayoría de legisladores ha optado por tirarse al piso, usar el martirologio y denunciar campañas de odio en su contra.
El problema es que no tienen antídoto alguno. No construyen una plataforma de debate, siguen rehenes de la mañanera de López Obrador para responder.
¿Y con estos bueyes se arará la tierra del 24?
Es lo que hay.