Hallo del Salto se llevó a la tumba secretos inconfesables de Norberto Rivera

A principios de 1995, casi 9 meses después de que lo habían deportado de México, en la clandestinidad, con una sonrisa permanente, el sacerdote Marcos Gonzalo Hallo del Salto regresó a la comunidad de Chapulco. En una entrevista con muchas restricciones, el clérigo dijo a La Jornada de Oriente que estaba escribiendo un libro con verdades “inconfesables” contra Norberto Rivera Carrera, que lo vinculaban con supuestos abusos contra la iglesia católica.

El clérigo se llevó esos secretos a la tumba pues falleció la semana pasada y se desconoce, por ahora, a quien se le quedó el manuscrito que ya tenía preparado en donde al parecer quería vincular a Rivera Carrera con temas económicos obscuros a su paso como obispo de Tehuacán, cargo que desempeñó a lo largo de una década.

El autor de esa columna y el finado periodista Julio Martínez, tuvieron la oportunidad de conversar con Gonzalo Hallo del Salto, en la absoluta clandestinidad, en una oficina de la parroquia de Chapulco, cuando el cura era considerado el enemigo número uno del clero mexicano y del gobierno federal, que lo expulsaran del país bajo los falsos cargos de que había organizado una guerrilla al sur del estado de Puebla.

En aquella ocasión el clérigo de origen ecuatoriano enseñó a los reporteros una copia del libro que había escrito contra Rivera Carrera.

Dijo que buscaría una editorial en el extranjero, porque nadie en México se atrevería a publicar un texto “demoledor” contra uno de los obispos consentidos del Vaticano, que en esa época era gobernado por uno de los papas más conservadores, Juan Pablo II.

Por qué no salió a la luz

Hallo del Salto era delgado, bajo de estatura, apiñonado, con poco cabello. Tenía la apariencia de un hombre frágil. En la práctica fue todo lo contrario, era bravo, rebelde y con mucho carisma, de tal manera que se ganó la lealtad, el amor, de las comunidades de Chapulco y Azumbilla, que están cerca de la ciudad de Tehuacán.

Llegó a la región en 1969 y se instaló en las localidades antes mencionadas. Al paso de los años, se convirtió en el hombre de confianza del obispo Rafael Ayala y Ayala. Todos decían que era su consentido y confidente, razón por la cual le encargó al cura ecuatoriano que aparte de atender sus comunidades, también se hiciera responsable de las finanzas de la diócesis.

En esa época Tehuacán despuntó como un poderoso polo de desarrollo en el estado de Puebla, en torno a la industria avícola, del agua de manantial y la elaboración de alimentos para ganado. Llegaron a la región empresarios libaneses y españoles. Ello permitió que las arcas de la diócesis de Tehuacán se llenaran de abundantes donativos que se tradujo en una importante obra material de la iglesia católica.

Con el prelado Ayala y Ayala hubo una ola progresista en la diócesis de Tehuacán, al permitirse el trabajo pastoral de los sacerdotes de la opción por los pobres que expandieron su doctrina en comunidades indígenas de la Sierra Negra y se reflejó en el Seminario del Sureste, que formaba a seminaristas con una visión de humildad y de compromiso social.

En 1985, el Vaticano mandó a Tehuacán a uno de los prelados más conservadores y controvertidos de México: a Norberto Rivera Carrera.

El nuevo obispo, llegó a destruir todo. Cerró el seminario, persiguió a los sacerdotes progresistas y se convirtió en el confesor de las familias ricas de Tehuacán y de Puebla. Se le vinculó con gobiernos del PRI y del PAN.

Y lo que más destacó, es que chocó con Gonzalo Hallo del Salto por el tema de las finanzas de la diócesis. A tal grado que el sacerdote renunció a seguir siendo el tesorero, se regresó a sus comunidades y se declaró en rebeldía contra Norberto Rivera.

Por eso, en junio de 1994, agentes de la Policía Judicial lo detuvieron y lo entregaron a autoridades migratorias para que lo expulsaran de México. Fue un favor del presidente Carlos Salinas de Gortari al clero conservador de esa época.

9 meses más tarde, un día el colega Julio Martínez llevó a este tecleador ante Gonzalo Hallo del Salto. En una entrevista en la que no permitió fotos ni grabadoras.

Confesó que había regresado a llevarse un hijo que había tenido en Chapulco.

Que en la orden religiosa en donde fue a parar luego de su deportación, revisaron su caso y se dieron cuenta que no había hecho nada grave.

Le consiguieron una visa humanitaria en el gobierno de Ernesto Zedillo para que entrara al país un par de semanas. Para llevarse a su hijo y al parecer, a la mamá del niño.

Dijo que ya había perdonado a Norberto Rivera, pero era necesario que saliera a la luz pública “las atrocidades” que hizo.

Meses más tarde este autor le preguntó a Julio Martínez que había pasado con el libro. La respuesta es que el sacerdote se había desistido de publicarlo temporalmente porque en junio de ese año, Norberto Rivera ascendió a ser arzobispo primado de la Ciudad de México.

¿Qué dice el libro?, le preguntó el columnista a Julio Martínez, que ayudó con la redacción del texto. Solo respondió: “está cabrón lo que dice”.

Julio Martínez también se llevó el secreto a la tumba, falleció en septiembre de 2012.