Si Volkswagen estornuda, Puebla sufre pulmonía. Esta es una frase muy recurrente en el círculo rojo para valorar la importancia económica y política de la armadora alemana.
Desde 1967, año de la instalación de la firma germana en la entidad, VW no ha estado exenta de conflictos, amén de su influencia en la generación de inversiones.
En la década de los noventa quedó señalada por la compra hostil de tierras a campesinos que suscitó enfrentamientos entre la policía y pobladores.
En 2015, la armadora vivió uno de los momentos más vergonzosos de su historia con el escándalo internacional por el trucaje de los sistemas ambientales de sus vehículos.
Miles de millones de euros costó a los alemanes y el desdoro en los mercados. Ahora, sometida a las reglas del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, enfrenta la llamada “democracia laboral”, la cual aprueba o rechaza los acuerdos salariales entre empresa y sindicato.
Por segundo año consecutivo, los obreros rechazaron lo convenido, en el contexto de cierre de líneas de producción y recortes de personal en Europa.
El punto es que aún frente a estos escenarios, Volkswagen no ha dejado de invertir. Trajo a Puebla a su filial AUDI con todo y la Rueda de Fortuna, instalada en Angelópolis.
Mantuvo inversiones y amplió su esquema de reinversiones, junto a la planta instalada en San José Chiapa, por más de 2 mil millones de dólares.
Ahora los gobernadores, en funciones y electo, Sergio Salomón y Alejandro Armenta, respectivamente, agradecerán a los altos directivos las aportaciones a Puebla, pero también dejar en claro que pueden invertir más en la transformación industrial de la entidad como el cluster automotriz más importante del continente.
Pronto se sabrá de lo acordado, cuyos beneficios, eso sí, se sentirán en el próximo sexenio.
clh