1 de noviembre: Solemnidad de todos los santos
Domingo, Noviembre 1, 2015 - 14:30
Hoy celebramos la solemnidad de todos los santos, día especial para compartir su alegría, glorificar con ellos a Dios, rogar su intercesión y aprender su ejemplo en el seguimiento de Cristo, reconociendo al mismo tiempo que la Iglesia es madre de los santos, a pesar de las fallas de algunos de sus hijos.
Los santos no son un grupito de aburridos que nacieron con un gen especial, sino una inmensa multitud “de toda nación, raza, pueblo y lengua”[1], algunos de los cuales han sido reconocidos oficialmente por la Iglesia.
Ellos son personas como nosotros, que durante su vida terrena se dejaron encontrar por Dios, que ha venido a nosotros en Jesús; creyeron en Él y vivieron como enseña: amando a Dios, amándose rectamente a sí mismos y amando al prójimo.
San Bernardo decía: “…cuando pienso en los santos siento arder en mí grandes deseos”[2]. ¡Ellos nos enseñan y ayudan a escuchar a Jesús, que en medio de las alegrías y penas de esta vida, nos dice: “Vengan a mí”[3]! Sólo Él, que ha vencido al pecado, al mal y a la muerte con la omnipotencia del amor, puede liberarnos de la soledad, dar sinsentido a todo y ofrecernos la esperanza de ser “semejantes a Él”[4]. ¡Felices para siempre!
Ir a Jesús significa seguirlo con sinceridad[5], por el camino que nos ha mostrado en las Bienaventuranzas, que son la receta para hacer la vida dichosa para siempre[6]. En ellas, Jesús nos pide ser humildes, reconocer la gravedad del pecado, arrepentirnos y mejorar[7]; ser amables, justos, honestos y misericordiosos, a pesar de las dificultades, y así llevar paz a nuestro matrimonio, a nuestra familia y a la toda la gente, especialmente a la más necesitada.
En este camino, los santos interceden por nosotros ante el Señor y nos acompañan, animándonos a mantener la mirada fija en Jesús, “que vendrá en la gloria en medio de sus santos”[8], como recordaba Benedicto XVI.
Entonces, nuestro premio será grande en los cielos: participaremos de la vida plena y eternamente feliz de Dios, en compañía de todos sus santos ¡Vale la pena!