A más de un año y medio de resolverse el nombre de la carta de Morena a la Gubernatura, la sucesión por Casa Aguayo entró en ebullición.
El encontronazo ocurre, hay que precisar, en el ámbito de la opinión publicada, porque en el imaginario colectivo popular existen otras prioridades: estirar el gasto ante la inflación y crisis, la inseguridad y hasta el costoso regreso a clases.
El gobernador Luis Miguel Barbosa planteó sin tapujos que no habrá imposición ni acuerdo de unidad a favor de algún candidato o candidata.
Que la carta de Morena se sujetará a los estatutos, reglas, protocolos del partido que ya han quedado definidos: consulta o encuesta creíble.
Nada de recomendados/as. Serán postulados a todos los cargos de elección popular, aquellos/as que se sometan a la encuesta que encargue el partido.
Y aquí es donde se debe analizar en todo su contexto la decisión de abrir el abanico de opciones para el 2024.
¿Qué habría pasado si no se pone piso parejo para todo aquel o aquella que pretenda competir?
Con el destape de Ignacio Mier Velazco de la mano de Fernández Noroña y Mario Delgado se habría decantado el proceso ya, pues la otra carta que había antes de los destapes era el senador Alejandro Armenta Mier.
Peeeeero como ya existe piso parejo, entonces Mier queda como el último en expresar abiertamente sus aspiraciones para suceder a Miguel Barbosa.
Ignacio es uno más, en un proceso que está en marcha y nadie lo puede detener.
Otros nombres aparecen en la caballada morenista: el diputado local, Sergio Céspedes Peregrina; los secretarios de Educación, Melitón Lozano; del Trabajo, Gabriel Biestro; la titular de Economía, Olivia Salomón; y el presidente del Poder Judicial, Héctor Sánchez.