Con la derrota de Genoveva Huerta se acaba la influencia morenovallista en el PAN

Con el fallo judicial que este jueves acabó de calificar la última elección de dirigentes estatales del PAN poblano, no solamente significó una vergonzosa derrota de Genoveva Huerta Villegas que fracasó en su intento de reelegirse, sino representa el fin definitivo del control e influencia que el morenovallismo tuvo en los últimos 12 años en el albiazul. Ya no se observa alguna formación dentro del partido que vuelva a dar vida a esa corriente política.

El último proyecto que se había diseñado para reagrupar a los morenovallistas consistía en que Genoveva Huerta ganara en los tribunales –lo que no logró en las urnas– la presidencia del PAN por otro periodo de tres años y si lo lograba, se pretendía impulsar la candidatura a edil de la ciudad Puebla de Jorge Aguilar Chedraui –quien fue secretario de Salud y presidente del Congreso en el sexenio del extinto exgobernador Rafael Moreno Valle Rosas–, mediante la orquestación de Fernando Manzanilla Prieto, quien fue diputado federal del Partido Encuentro Solidario (PES) hasta mediados del año pasado.

Con la quinta sentencia judicial que obtuvo Huerta Villegas en su litigio de 4 meses para intentar revertir el resultado de los comicios panistas de noviembre del año pasado, se desmoronó todo intento de reconstruir la corriente que en alguna ocasión encabezó el matrimonio de los finados Rafael Moreno Valle Rosas y Martha Érika Alonso Hidalgo.

Prácticamente ya no hay ningún morenovallista en un cargo relevante ni en el partido ni en el ámbito legislativo ni en algún gobierno.

 

La última posición que había era la de Eduardo Alcántara Montiel, actual coordinador parlamentario del PAN en el Congreso local, quien ya se ha venido ligeramente alejando de Genoveva Huerta Villegas e intenta reconstruir su relación con Eduardo Rivera Pérez, el edil de la capital y por ahora, el líder político más importante dentro del Partido Acción Nacional.

Huerta Villegas ha quedado relegada a una diputación federal que no le permite tener contacto con la militancia panista del estado y no le da ningún juego político relevante, toda vez que no es del agrado de los líderes parlamentarios del PAN en San Lázaro. Es solamente una integrante más del grupo albiazul en la cámara baja del Congreso de la Unión.

Jorge Aguilar Chedraui está muy alejado de las bases y liderazgos del PAN. No es querido por los grupos de Eduardo Rivera Pérez y del exgobernador José Antonio Gali Fayad. Su principal activo es su poder económico, con el que pretendía ser el benefactor de los proyectos morenovallistas.

Fernando Manzanilla Prieto se ha quedado sin nada. Su partido el PES ya ni tiene registro en el ámbito federal y local. Su grupo en el PAN, el de Genoveva Huerta Villegas, está desarticulado. Aunque se dice ser simpatizante de la 4T y del presidente Andrés Manuel López Obrador, no tiene influencia con algún gobierno morenista o con los legisladores lopezobradoristas.

Roberto Moya Clemente, actual senador de la República, quien era el tesorero del grupo morenovallista, está alejado de Puebla.

Mario Riestra Piña, legislador federal del PAN, fue uno de los políticos más consentidos –junto con sus hermanos Susana y Rodrigo—de Rafael Moreno Valle Rosas.

Ahora aspira a ser candidato a edil de Puebla en 2024, pero carece de la suficiente popularidad –en la militancia panista y el electorado en general–, y aunque lleva una relación de civilidad con Eduardo Rivera Pérez, es un secreto a voces que el alcalde de la capital no le tiene confianza al legislador.

En resumen: el morenovallismo se quedó sin bases, sin líderes y son el capital económico que ahí todo lo movía.

Tal parece que agoniza.