Repensando la religión y la Semana Santa en las Cholulas

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La semana pasada, como cada año, se realizaron en San Pedro Cholula las festividades de Semana Santa. El Jueves Santo desde las nueve de la mañana me hice presente en las calles de Cholula para gravar y fotografiar los detalles de la participación de la población en las tradiciones. Desde la noche del miércoles y por la madrugada las familias salen a las calles a colocar las alfombras de aserrín pintado y flores para guiar y adornar la procesión religiosa. Niños, jóvenes, adultos y ancianos se apresuran y divierten creando bellos diseños religiosos que adornan las bellas calles. Otras familias se preparan para participar del Via Crucis. Me di a la tarea de documentar esta tradición caminando bajo los intensos rayos de sol, observando la solemnidad de dicha tradición.

La compleja vida ceremonial de Cholula, caracterizada por el sincretismo cultural que combina las tradiciones prehispánicas con las prácticas religiosas católicas ha dado como resultado una vida tradicional-ritual intensa basada en una cosmovisión única. Es esta cosmovisión la que determina la forma de vida cotidiana al interior de la ciudad. Si bien San Pedro Cholula es una ciudad debido al número de habitantes y al número de edificaciones, dentro de la ciudad se mantiene una estructura de organización en comunidad que reproduce día a día la cosmovisión local.

Por mucho que desde el Estado se implementen discursos referentes a la modernidad, al desarrollo, al crecimiento, estos no son bien aceptados por la población. En realidad se trata de discursos que a todas luces  descalifican la vida tradicional. Habrá que comprender que tradición y desarrollo no son categorías contrarias, no se trata de dos caras de una sola moneda. Recordando el maravilloso escrito contenido en el Diccionario del Desarrollo, donde el investigador y académico Gustavo Esteba somete al concepto de Desarrollo a un profundo análisis, queda claro que  palabras como desarrollo, crecimiento, o modernidad son discursos que justifican las acciones del Estado en beneficio de ciertos intereses que no siempre son los de las clases populares.

En nombre del desarrollo y la modernidad se instalan poderosos emporios comerciales en regiones que antes eran terrenos agrícolas o zonas federales protegidas. Se habla de crear empleos, pero basta ver el lugar que México ocupa  entre los países de América Latina en cuanto al número de habitantes pobres, para entender que tener un empleo no es una forma de superación de la pobreza en nuestro país. Pero romper con la tradición y con las formas de vida comunitaria son estrategias que debilitan el tejido social.  Y es aquí donde cabe hablar de religión. Durante años asumí la poderosa noción de Marx, aquella celebre frase “la religión es el opio del pueblo”, así mismo me sume a las ideas de Antonio Gramsci respecto al análisis de la hegemonía, y vi en la religión la herramienta de manipulación ideológica por excelencia, pero es en Cholula donde la cosa se vuelve compleja.

En las Cholulas la población asumió la religión católica durante la colonia como una forma de supervivencia, pero sin abandonar sus practicar religiosas prehispánicas. Si bien, como menciona Bonfil Batalla, la vida religiosa–tradicional en Cholula es un caso de establecimiento de un proceso hegemónico exitoso (es decir un proceso de dominación bien logrado), hoy podemos ver la situación de forma diferente. Gracias a la vida tradicional Cholulteca, el embate de los procesos neoliberales se resiste.

El neoliberalismo como forma que adopta el capitalismo postmoderno lleva a la destrucción de la vida comunitaria por la exaltación de la competencia y el individualismo. Las promesas de éxito y logros económicos en el neoliberalismo implican la lucha encarnizada de unos contra otros, donde solo los más fuertes sobreviven, y siempre estos más fuertes son los emporios comerciales extranjeros. Estos argumentos esconden procesos de explotación e incluso de nuevas formas de esclavitud, en las que por ejemplo, emplearse por 700 pesos a la semana (citando mi investigación en el caso de las maquiladoras textiles) contribuye a la creación de esclavos con cadenas invisibles, sometidos por el ensueño que conforma la televisión. Pero en Cholula la religión se conforma como sometimiento y lucha, resistencia y devoción, unión en tiempos de esclavitud y separación. En Cholula no se compite por los logros económicos, se buscan logros sociales, un esfuerzo del día a día por hacerse de un capital social (en términos de Bourdieu) y un capital, ¿por qué no decirlo? “espiritual”.

Así la procesión avanza, la gente se conoce, incluso me conocen. Un chico de la comunidad corre a avisarme que estoy a punto de tropezar con garrafones de agua. Un hombre que acompaña a los faroles me abre un espacio para que pase a tomar mis fotos, y me pregunta si las voy a subir a internet como siempre. Un vecino posa para que le haga una foto, y en medio de la solemnidad de la procesión me siento en casa. Los mismos rostros familiares, en una ciudad que resiste la competencia neoliberal, la visión religiosa que resiste la visión empresarial neoliberal.

La dominación-resistencia, ante la dominación–esclavitud de un sistema mundo económico del terror.  Los Cholultecas no son ahora esclavos de sus creencias, son libres para elegir sus creencias y con ellas a sus líderes y la forma en que desean vivir. Considero que hoy por hoy debemos analizar a discreción cada caso referente a la religión y al manejo ideológico que implica, y las Cholula, -reitero-, son casos únicos. Sigo mi camino, voy tras la toma y los videos de la devoción, en un mundo donde los valores económicos son los más importantes, me gusta retratar los valores morales y espirituales.

Y, por último, esta historia tiene posdata. Mucho se ha justificado al capitalismo neoliberal comparándolo con la ley de la selva donde el más fuerte sobrevive, una forma natural que adopta la naturaleza. En los pasillos de la universidad comento con mi joven colega Edwin este tema. Con su mirada juvenil y analítica el maestro me advierte desde un análisis biológico-cultural sobre esta gran mentira.

En la naturaleza todo implica equilibrios, se trata de sistemas diseñados para la supervivencia del todo, por tanto no hay competencia, la noción de competencia es humana, la de la naturaleza es el equilibrio. No se compite por logros económicos, se busca la reproducción, no confundamos dinero con procreación para la supervivencia de la especie. No hay leones que pongan a trabajar a millones para enriquecerse, ni lobos que creen grande imperios que abarquen otros continentes, ni ballenas que contaminen, ni águilas que destruyan pirámides. No hay focas que embotellen y privaticen agua, ni pájaros que reciban salarios. Es decir, no naturalicemos los productos de la cultura, mucho menos cuando estos productos impliquen el abuso de unos sobre otros.