El pasado 11 de septiembre se cumplieron 50 años del golpe de Estado que derrocó al gobierno democráticamente electo de Salvador Allende en Chile. A medio siglo de distancia y en el contexto de los nuevos movimientos progresistas y de izquierda que siguen emergiendo en la región, resulta pertinente reflexionar sobre las lecciones que nos dejó aquel oscuro episodio.
El golpe de Estado en Chile, liderado por Augusto Pinochet, fue un punto de inflexión en la historia latinoamericana: marcó el inicio de una era de represión, violaciones a los derechos humanos y políticas económicas neoliberales que tuvieron un impacto devastador.
No obstante, también trajo una serie de aprendizajes que siguen vigentes, al ser un recordatorio de que la democracia se debe fortalecer día con día. Además, mostró cómo las élites económicas pueden estar dispuestas a todo para preservar sus privilegios y frenar los avances hacia una sociedad más justa. Algo para no olvidar.
La izquierda en Chile no pudo evitar el derrocamiento, debido a divisiones internas. El aprendizaje que ello nos deja es que los movimientos progresistas deben aprender a unirse y superar las diferencias ideológicas, para construir una fuerza política sólida y resistente.
A pesar de la represión brutal, el pueblo chileno nunca dejó de luchar por la justicia y la democracia. La resistencia y valentía de quienes se opusieron al régimen de Pinochet son testimonio de la determinación de la sociedad civil para defender sus derechos.
Asimismo, la tragedia humana de los miles de personas muertas, desaparecidas y exiliadas nos recuerda la importancia de proteger los derechos humanos, y la necesidad de buscar justicia para las víctimas.
América Latina experimenta un resurgimiento de movimientos progresistas y de izquierda. Gobiernos como los de los presidentes Andrés Manuel López Obrador, en México, y Alberto Fernández, en Argentina, han despertado esperanzas de un cambio político y económico en la región. Sin embargo, estas nuevas fuerzas políticas también enfrentan desafíos y pueden tomar lecciones valiosas del pasado.
Uno de los legados más importantes del presidente Salvador Allende fue su intento de llevar a cabo reformas económicas y sociales para abordar la desigualdad en Chile. Los nuevos movimientos progresistas deben mantener un enfoque en las reformas estructurales que aborden las raíces de la desigualdad y la injusticia.
Allende contó con un amplio apoyo popular, y su gobierno se basó en la movilización de las masas. Los nuevos movimientos progresistas tienen que mantener una conexión sólida con la gente y fomentar la participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones. También deben estar preparados para enfrentar la resistencia de las élites económicas y políticas.
A medida que el mundo continúa atravesando por cambios políticos y sociales, es esencial que estos movimientos mantengan un compromiso firme con la democracia, los derechos humanos y la justicia social. La historia nos enseña que el camino hacia un futuro más justo puede ser difícil, pero que la perseverancia y la unidad pueden abrir la ruta hacia una América Latina más equitativa y solidaria.
X y Facebook: @RicardoMonrealA
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El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.
Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).
En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.
Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido del Trabajo (PT).
Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.