Priistas y panistas exhibieron su mutua dependencia electoral

La marcha en defensa del INE –realizada ayer en la capital poblana— estuvo muy lejos de ser una movilización exitosa, ya que vino a exhibir una fuerte debilidad de los partidos de oposición que la convocaron, al no lograr superar el número de asistentes que hubo en febrero de hace 16 años, cuando fue la última vez que las fuerzas políticas de Puebla hicieron salir a las calles a sus militantes y simpatizantes de manera espontánea y al margen de procesos electorales.

La marcha demostró que hay una dependencia electoral entre el PRI y el PAN de Puebla. Los panistas no lograron llenar el zócalo sin la ayuda de los priistas. Y los militantes del tricolor se vieron muy mermados, nada que ver con la enorme capacidad de “acarreo” que había apenas hace unos años.

Eso muestra, por enésima vez, que si no van juntos a la contienda de 2024, ninguna de las dos expresiones logrará triunfos importantes en la siguiente sucesión gubernamental.

El resultado de este domingo debería prender “los focos rojos” de la oposición en Puebla, al haber sido la primera vez –en toda la historia del estado—que marcharon juntos el PRI y el PAN, además del PRD, logrando un resultado que no se puede calificar ni siquiera medianamente positivo.

¿Por qué afirmar lo anterior? Solo hay que revisar los números y la convivencia política que ayer se mostró en la marcha titulada “El INE no se toca”, de la siguiente manera:

El número de asistentes a la movilización, como siempre ocurre en estos casos, tiene varias estimaciones radicalmente diferentes. Algunos agentes policiacos calcularon 4 mil participantes. Los organizadores se ufanaron de reunir 25 mil almas. Y quien más o menos ha hecho cálculos matemáticos de cuánta gente cabe en la plancha del zócalo de la ciudad, dice que a lo mucho hubo unas 7 mil personas.

Si se es generoso y se toma en cuenta la cifra de 25 mil asistentes, el resultado sigue siendo muy malo.

En febrero de 2006, estalló el escándalo político poblano de mayor impacto nacional, cuando La Jornada y la periodista Carmen Aristegui dieron a conocer el audioescándalo en el que se escucha al entonces gobernador Mario Marín Torres y el controvertido empresario Kamel Nacif Borge, mejor conocido como “el rey de la mezclilla”, conspirando para aplastar los derechos humanos de la periodista Lydia Cacho Ribeiro.

Como resultado de ese escándalo, en ese mismo mes, las dos principales fuerzas políticas rivales en el estado, el PRI y el PAN, midieron su fuerza política con un par de sendas movilizaciones que se realizaron con nueve días de diferencia.

La tarde del viernes 17 de febrero de 2006, el PRI echó mano de todas sus fuerzas vivas, que eran militantes, burócratas estatales y agremiados a sindicatos de la CTM y la FROC-CROC, consiguiendo reunir a unas 12 mil personas que salieron a las calles a intentar desagraviar al “primer priista del estado” Mario Marín Torres.

Una semana después, la mañana del domingo 26 de febrero, entre el PAN y el Yunque, así como muchos ciudadanos sin partido político, lograron reunir entre 40 y 50 mil personas que llegaron hasta el zócalo de Puebla, vestidos de blanco y un pañuelo rojo en el cuello, para externarle a Lydia Cacho –ahí presente— que “no estaba sola” en su lucha, además de exigir la destitución de Mario Marín, misma que no se logró porque el Partido Acción Nacional vendió el movimiento.

16 años después, los anteriores “enemigos” en Puebla, el PAN, el PRI y el PRD, ahora están unidos y hermanados en el plano electoral, pese a que sus dirigencias nacionales están distanciadas. Eso tendría que hacer suponer que estos partidos deberían tener un bloque político poderoso y organizado de cara a los comicios de 2024. Esa situación no se observó en la marcha.

Este domingo se supone que confluyeron cuatro fuerzas básicas en la movilización: la militancia activa del PRI, PAN y el PRD; los ciudadanos que se han desencantado del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, luego de que votaron por él en 2018; los que siempre han odiado al presidente, pero no militan en ningún partido político; y los fanáticos religiosos, que no entienden nada de la discusión del INE, pero salen a protestar contra la izquierda porque creen que es la encarnación del diablo.

Hubo cuatro resultados sorprendentes de la macha:

Primero: sin la presencia de los priistas, la marcha de la derecha hubiera resultado muy pobre. Los militantes del tricolor permitieron crear la idea de que fue una gran movilización.

Segundo: siendo un acto de protesta estrictamente político, llamó la atención que varios nutridos contingentes no eran de personas enojadas con el proyecto obradorista de reforma electoral, sino iban con imágenes religiosas protestando contra el aborto y la “educación socialista”, y que “México ya es igual que Venezuela”.

Es decir, creyeron que acudían a una protesta del clero católico.

Tercero: aunque se crea en los números exagerados de los organizadores de que hubo 25 mil personas, resulta que hace 16 años, el PRI y el PAN en plena confrontación, por separado, juntaron el doble de asistentes a la marcha de este domingo.

Y si se parte del cálculo real de que hubo entre 5 y 7 mil personas en el zócalo coreando consignas contra la 4T, pues el balance es peor para la oposición: apenas juntaron alrededor del 10 por ciento de la gente que congregaron hace década y media, pese a que ahora hubo una convocatoria nacional.

Cuarto: durante la marcha los dirigentes priistas siempre buscaron estar apartados de sus homólogos del PAN, porque saben que el PRI vive su momento más pragmático de su historia: un día son aliados de la extrema derecha y otro día, buscan el cobijo, el cariño, el acuerdo con la 4T.

Un día van a marchar contra la 4T en el zócalo de Puebla.

Y otro día, la cúpula priista de Puebla le manda mensajes de lealtad y colaboración al gobernador del estado, Luis Miguel Barbosa Huerta, que es el líder de la 4T en la entidad.