División y transición en Estados Unidos

El 20 de enero de 2021 será recordado como la fecha en que terminó la administración de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y de Mike Pence, como vicepresidente; cuarta ocasión en la historia de ese país en que un mandatario no logra la reelección para un segundo período.[1] Esos cuatro años estuvieron marcados por la controversia, la franqueza, la incorreción política y, en consecuencia, una intensa y acalorada critica de la entonces oposición política contra las medidas, en muchos casos sorpresivas, que se tomaron a lo largo del mandato.

Por otro lado, esta fecha será recordada también porque inició la administración del presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, hecho que marca el regreso del Partido Demócrata al Poder Ejecutivo de Estados Unidos, por primera vez con una mujer descendiente de inmigrantes en la vicepresidencia, un acontecimiento histórico.

Trump y Biden tienen pocas coincidencias políticas. Sus puntos de vista sobre la vida pública en Estados Unidos son opuestos, lo mismo en materia económica, que sobre derechos sociales y política exterior, por mencionar algunos temas. Incluso, su estilo de gobernar y su forma de dirigirse a la ciudadanía y medios de comunicación marcan aún más sus contrastes. Por tomar sólo un caso, cuando Trump tomó protesta como presidente, su gabinete estaba integrado por trece hombres blancos y dos mujeres. En ese momento, se criticó la falta de representatividad étnica y de género en el cuerpo más alto de la administración pública de ese país.[2] En claro contraste, el presidente Biden nombró un gabinete paritario en materia de género y con amplia diversidad étnica. Destaca Xavier Becerra, hijo de inmigrantes de México, quien fungirá como secretario de Salud.[3]

 

Ataque al Capitolio, símbolo de la división social en EUA

El apunte sobre las claras diferencias entre Trump y Biden no es ocioso. El más reciente y claro ejemplo de ello y del ambiente político que se vive en esa nación es el ataque Capitolio el pasado 6 de enero. Sin duda, para la entrante administración, uno de los principales retos de atención inmediata será lanzar señales de unión en un país políticamente polarizado, con la finalidad de impulsar esfuerzos a favor de la no repetición de un acontecimiento semejante.

 

 

El desafío no es menor. Por ejemplo, se ha mencionado que este ataque fue resultado de la constante incitación a grupos de extrema derecha y personas ultranacionalistas blancas bajo la administración Trump. El empoderamiento de estos sectores ha expuesto a la luz pública movimientos con los que Estados Unidos y otras naciones han luchado a lo largo de su historia, y que hasta ahora no han desaparecido. El sectarismo, la xenofobia, el racismo, la misoginia y la homofobia no deben tener cabida en ninguna sociedad democrática del mundo.

Tales movimientos han sido reforzados por las acusaciones de un supuesto fraude en la reciente elección presidencial. En conjunto, las ideas precedentes y los mensajes políticos actuales resultaron en un violento ataque al Capitolio. El hecho no sólo es una afrenta para la administración entrante, también lo es para las instituciones estadounidenses, las y los legisladores, la población y la democracia en sí misma.

El ataque del 6 de enero podría estimular aún más a estos grupos, sin importar quién ocupe la presidencia estadounidense. Las condiciones están dadas, el evento funcionó para aumentar la publicidad de estas ideas. Se ha reportado[4] que desde entonces los mensajes de extrema derecha han aumentado en redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, a pesar de que varias personas que participaron en la toma del Capitolio fueron detenidas por la policía.

En esos espacios virtuales se discute cómo expandir sus ideas, se elaboran planes para tomar nuevamente las calles y las posibles acciones para desafiar a la administración de Biden. Incluso se reporta que se han publicado manuales para la producción de artefactos explosivos. Las autoridades estadounidenses ya han tomado las medidas necesarias para contener la amenaza de violencia, sobre todo en el marco de la toma de protesta del nuevo presidente. Estos primeros días serán esenciales para contener los riesgos de un nuevo brote de violencia, igual o peor que el del 6 de enero.

 

Causas profundas, retos mayores

A pesar de la contención momentánea de la amenaza, el origen y causa de estos movimientos es más profundo. Por tanto, las medidas que el presidente Biden tome a lo largo de estos primeros meses serán primordiales para sanar desde la raíz la división social de la ciudadanía estadounidense. Además, con los primeros embates contra estos grupos, sobre todo en redes sociales, su forma de comunicación ha comenzado a complejizarse y están migrando a plataformas más difíciles de rastrear y contener. La lucha contra el radicalismo no terminará pronto, y probablemente, entre mayores sean los golpes, estos grupos encontrarán más y mejores formas de conspirar, atraer nuevas simpatías y, aún más peligroso, de actuar.

 

 

A pesar de las dificultades, la lucha debe continuar, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. El ataque contra el Capitolio podría ser el primer episodio de movimientos extremistas más activos y empoderados por algunos discursos políticos. “Estaremos de vuelta de algún modo”, afirmó Trump como mensaje final de su mandato,[5] aunque cabe mencionar que el exmandatario deja la presidencia con el menor índice de aprobación de estos cuatro años: según algunos reportes, para el 19 de enero tenía un 34 por ciento, y un 33 por ciento, de acuerdo con otros.[6] A pesar de estos datos, es evidente que un importante sector de la sociedad estadounidense se siente identificada con algunas de las ideas más radicales del ex inquilino de la Casa Blanca. Ése es el principal espacio en el que Biden tendrá que trabajar.

Las víctimas del odio irracional de los movimientos de extrema derecha son regularmente minorías históricamente oprimidas. El reto para la nueva administración en Estados Unidos será enfrentarlo desde la raíz y empoderar a estos grupos a través del impulso de políticas públicas que cierren las brechas raciales y de género, en materia de empleo, salud y educación, entre otras áreas de relevancia. Promover políticas para contener el odio y construir una sociedad más igualitaria a favor de la unidad nacional es una de las principales tareas que competen a los gobiernos.

La figura de Joe Biden podría tener ventajas que le permitirían liderar el movimiento de unidad tan necesario para Estados Unidos, porque es un funcionario probado, con experiencia y capacidad para detectar las necesidades de la población estadounidense. Además, proyecta una imagen mucho más institucional que su antecesor, más tradicional y protocolaria. Incluso esto último es beneficioso para países como México, porque su actuación es más previsible.

 

Respuestas inmediatas a problemas apremiantes

Se espera que en sus primeros días de gobierno el presidente Biden revierta algunas de las más controversiales decisiones de quien lo antecedió en el cargo; tan sólo unas horas después de tomar protesta, firmó 17 órdenes ejecutivas con tal objetivo. Entre ellas, destaca el regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París sobre cambio climático y la detención del proceso de salida de su país de la Organización Mundial de la Salud, y en materia migratoria, la dupla Biden-Harris termina con la prohibición de viajes que impuso Trump para personas de algunos países, principalmente musulmanes y de África.

 

 

Es de especial atención para México la decisión que el presidente Biden toma sobre aplazar la deportación de los llamados dreamers, hijas e hijos de migrantes que llegaron a territorio estadounidense cuando eran muy pequeños; gran parte son de origen mexicano. El objetivo es revisar caso por caso con una perspectiva de justicia para estos jóvenes y sus familias, que han contribuido gran parte de su vida a hacer de Estados Unidos el país que es actualmente.

Por otro lado, se anunció la decisión de cancelar la construcción del muro fronterizo entre México y Estados Unidos, disposición simbólica, dada la importancia que cobró el tema en la retórica de la administración Trump, la ofensa que representa para México y la violación al libre tránsito y al derecho a migrar de manera ordenada y segura de todas las personas.

Por último, el presidente Biden presentó ante el Congreso un proyecto de ley que incluye un esquema para otorgar la ciudadanía en un plazo de ocho años a miles de personas migrantes no autorizadas.[7] Además, de aprobarse, también se dispondrían importantes recursos económicos para invertir en el desarrollo de Centroamérica. La decisión tiene sintonía con la política de México en esa región para invertir recursos económicos a fin de atender las causas esenciales de la migración. Estas medidas tienen algo en común: el enfoque de justicia social que se pretende impulsar en esta nueva etapa de la historia estadounidense.

En tal sentido, pugno a favor de que la división social y los problemas en la Unión Americana sea atendidos en su respectiva dimensión y relevancia. Por el bien de esa nación, de México y del mundo, es importante tener en territorio estadounidense una población unida, económicamente próspera y en paz. Estoy seguro de que la administración Biden-Harris trabajará a favor de sanar a su pueblo a través de la justicia social para todas y todos. En México encontrarán un aliado para lograrlo, a través de la cooperación, el entendimiento mutuo y el respeto a la soberanía de cada país. Las coincidencias son amplias y nuestras luchas encuentran puntos de conexión muy importantes, mucho más significativos que nuestras diferencias.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

Fuentes

[1] Joe Biden gana las elecciones: los otros 3 presidentes de EE.UU. que no lograron la reelección antes que Donald Trump. (2020). BBC. 7 de noviembre de 2020. https://bbc.in/3sERE3o

[2] Solanas, M. (2017). Trump: el pre(visible) retroceso en igualdad de género. Real Instituto Elcano. 20 de enero de 2017. https://bit.ly/3bT8Tbj

[3] Laborde, A. (2021). El Gabinete de Joe Biden, el equipo más diverso. El País. 18 de enero de 2021. https://bit.ly/2NoEgAn

[4] Idem.

[5] Biden inauguration: Trump leaves White House vowing ‘we will be back’. (2021). BBC. 20 de enero de 2021. https://bbc.in/39TiZGm

[6] President Trump Job Approval. (2021). RealClearPolitics. 19 de enero de 2021. https://bit.ly/2M3WVke

[7] Merica, D., et al. (2021). Biden revelará un extenso proyecto de ley de inmigración durante su primer día en el cargo. CNN. (19 de enero de 2021). https://cnn.it/3p4u2Tt

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Ricardo Monreal

El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.

Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.

En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).

En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.

Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el  Partido del Trabajo (PT).

Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.