Antorcha hace tremendo ridículo al organizar feria fantasma

Siete días duró el más reciente intento de Antorcha Campesina por agradar a la sociedad atlixquense.

Fue a través de la llamada Feria de la Conchita, una celebración que era organizada por los obreros de la extinta fábrica que hoy, irónicamente, ya no les pertenece y se encuentra en manos de la familia Córdova Morán.

Fue así, a través de la religión, como los antorchistas se juegan sus últimas cartas rumbo a las elecciones de 2018, donde a no ser que negocien alguna candidatura en las más altas esferas del poder, ni el PRI ni el Verde están dispuestos a prestar sus siglas nuevamente.

Mientras Hersilia y Alba Córdova presumían en redes sociales el supuesto éxito de su feria hecha a modo, los vecinos de calles aledañas a la ex fábrica se quejaban por la gran cantidad de autobuses procedentes de Tecomatlán y el Estado de México que obstaculizaban el libre tránsito en colonias como Hogar del Obrero.

¿El motivo? La organización de un supuesto carnaval que recorrió las principales calles de Atlixco, nutrido por los adeptos a esta organización fuera del estado y un pequeño grupo de alumnos de escuelas antorchistas de la región encabezados por la otrora grandiosa Técnica 3.

Algunos carros alegóricos y el contingente con danzantes y banda de guerra no hicieron más que contribuir al caos que provoca el cierre de calles por motivo de la Villa Iluminada.

Automovilistas y transeúntes sólo pudieron observar atónitos el secuestro de sus calles por un grupo de perfectos desconocidos con motivo de una fiesta fantasma.

Del 3 al 10 de diciembre, la ex fábrica de la Concha abrió sus puertas para ofrecer danzas folclóricas, jaripeos, antojitos mexicanos y juegos mecánicos gratuitos para todos aquellos que se atrevieran a cruzar sus puertas, y claro, que estuvieran dispuestos a escuchar el añejo discurso sobre la lucha organizada de los pobres contra las élites opresoras.

Este columnista pudo constatar que la afluencia de personas fue escasa más allá de grupos de antorchistas que hacían guardia para evitar que la festividad luciera desierta.

En redes sociales y noticieros locales la pregunta fue simple: ¿Quiénes eran y qué querían los loquitos que armaron un carnaval en pleno diciembre?

Como al coyote apuntando al correcaminos, a la familia Córdova le volvió a salir el tiro por la culata. Ni aplicando la universal regla de que “al pueblo pan y circo” lograron granjearse alguna simpatía.

Todo lo contrario.