Una apuesta por el cine mexicano

Con 140 películas producidas en 2015, el cine mexicano superó la cifra más alta registrada en 1958, cuando se produjeron 135, según el último anuario del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE).

Las estadísticas demuestran que la producción cinematográfica en México ha alcanzado mayores estándares en todos los sentidos. Nuestro país se ubica dentro de los 20 con mayor producción en el mundo y es uno de los de mayor producción en Iberoamérica. Según datos de IMCINE, instrumentos del Estado apoyan más de 70 por ciento de películas que equivalen anualmente a más de 800 millones de pesos.

Además, el cine nacional influye en el PIB del país. El consumo intermedio de la industria del cine en 2013 presentó un aumento de 8.6 por ciento en comparación con el año anterior, mientras que en el periodo 2008-2013 tuvo un crecimiento promedio de 5.4 por ciento. El producto interno bruto del cine es más del doble que genera el suministro de gas por ductos al consumidor final. El consumo intermedio del cine es casi el triple que el que produce la fabricación de maquinaria y equipo para la industria metalmecánica. El valor bruto de producción del cine es casi nueve veces el generado por servicios de telecomunicaciones por satélite (IMCINE).

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Amores Perros, El Crimen del Padre Amaro, Nosotros los Nobles, por nombrar algunas películas mexicanas taquilleras famosas, son ejemplos de la prosperidad de la propuesta que ofrecen las producciones nacionales. Sin embargo, la palabra “taquillera” no es especialmente un cumplido si hablamos de términos profesionales o de interés cultural.

Es decir, una realidad en las pantallas de las salas de México es la falta de sensibilidad ante la expresión artística de la mayoría de las películas que tienen el sello mexicano.

El momento de lucidez que tiene el cine mexicano al referirnos a él como una industria, no congenia 100 por ciento con la efectividad de consumo y difusión del mismo en los espectadores.  “El cine mexicano está en una grave situación, no hay un mercado como tal para los filmes independientes. Del 5 por ciento que se exhibe en las pantallas comerciales, en su mayoría es un cine hollywoodense, toda la estructura es americana. Es como si vieras un cine de Hollywood pero con actores mexicanos, la ideología y hasta el dinero es americano”, nos dice Jesús Mario Lozano, director y guionista de teatro y de cine mexicano, y autor de obras como Ventanas al Mar (2012), Mas allá de mí (2008) y diversos cortometrajes.

Es por eso que la oportunidad para las películas independientes es prácticamente nula. Mientras el público prefiere asistir a ver filmes con protagonistas como Jennifer Aniston o Zac Efron, obras que plasman la cultura mexicana son rechazadas por el hecho de no seguir con las estructuras de popularidad establecidas.

En el Anuario 2015 del IMCINE, se observa que las películas con más copias no son películas de autor o sin ningún tipo de influencia internacional. Las seis películas que se presentan se estrenaron en 32 estados de la república y en 5 regiones. “Un gallo con muchos huevos” (Gabriel Riva Palacio y Rodolfo Riva Palacio, 2015) tuvo copias en 166 ciudades, presentada en 643 complejos cinematográficos; “A la mala” (Pedro Pablo Ibarra, 2015) estrenó en 167 ciudades y en 670 cines; “El gran pequeño/ Little Boy” (Alejandro Gómez Monteverde, 2015) se presentó en 166 ciudades y 671 complejos; mientras que “Gloria” (Christina Keller, 2015), película galardonada y nominada a los Premios Ariel 2016, estrenó en 168 ciudades y 670 complejos cinematográficos; “Los Guardianes de Oz” (Alberto Mar, 2016) pel

Paralelo a la aceptación del público, las empresas encargadas de la exhibición comercial, como Cinemex o Cinépolis —por nombrar las más reconocidas en el país—, prefieren proyectar películas como “Avengers: La Era de Ultrón” (Joss Whedon, 2014) o “Los Juegos del Hambre” (Francis Laurence, 2015), que largometrajes como “Güeros” (Alonso Ruiz Palacios, 2014) u “Obediencia Perfecta” (Luis Urquiza, 2014), que no llenan salas con miles de personas y millones de pesos.

Podemos tomar como ejemplo la película mexicana titulada “Güeros”, el roadmovie que toma como contexto la huelga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de 1999, fue premiada en el Festival Internacional de Cine de Berlín como mejor ópera prima y en el Festival de Cine de San Sebastián, y obtuvo 12 nominaciones a los premios Ariel edición 2015. A pesar del éxito nacional e internacional, no fue exhibida y comercializada como cualquier película mexicana/hollywoodense.

Cuota de mercado de películas mexicanas en 2010-2015

Los datos de Imcine revelan que, a través de los años, las cifras de los estrenos en México son parcialmente altos y la asistencia de los espectadores no es proporcional. Las columnas amarillas muestran el porcentaje de estrenos de películas mexicanas en cada año a partir de 2010. El año 2013 fue la etapa en la que crecieron las cifras (27 por ciento), mientras que 2010 marcó 18 por ciento; 2011, 19 por ciento, y 2012, 21 por ciento. Aunque 2013 registra un aumento, en los dos siguientes años bajaron las cifras a 21 por ciento (2014) y 19 por ciento (2015) de estrenos de cine mexicano.

Top 10 de películas mexicanas con mayor asistencia a salas de cine en 2000-2015

Las películas más vistas en las pantallas de cine cumplen con las características de una estructura de Hollywood, tienen productores de la misma índole o tienen una estrecha relación con producciones americanas. Podemos mencionar como ejemplo las películas presentadas en la tabla, extraída del anuario 2015 del IMCINE. Los directores Eugenio Derbez con “No se aceptan devoluciones” (2013) y Gary Alazraki con “Nosotros los nobles” (2013) encabezan la lista con 15.2 y 7.1 millones de asistentes, respectivamente. Seguido de la polémica película de Carlos Carrera “El crimen del padre Amaro”, estrenada en 2002, con 5.2 millones de espectadores. Luis Estrada con “La dictadura perfecta” (2014) ocupa el cuarto lugar con 4.2 millones; “Un gallo con pocos huevos” de los hermanos Riva Palacio tuvo 4.1 millones; “Cásese quien pueda” (Marco Polo Constandse, 2014) con Martha Higareda tuvo 4 millones, y el último lugar de la tabla lo ocupa la famosa obra de Alejandro González Iñárritu, “Amores perros”, con 3.3 millones de asistentes. 

Por otra parte, Güeros estuvo exhibida en la plataforma de Netflix, pero sólo tenían acceso a ella los suscriptores americanos. En la versión de Netflix para mexicanos no está disponible este filme.

Un caso parecido fue lo que ocurrió con la película Heli (Amat Escalante, 2013). El filme fue reconocido en el Festival Internacional de Cine de Cannes con el premio a mejor director. Después del triunfo en un festival tan importante, regresó para exhibirse en México y la respuesta del público nacional no fue tan favorecedora. Incluso se emitieron comentarios con el clásico argumento de “por qué utilizar el cine para mostrar un lado negativo del país”.

“Se dice que el cine mexicano es malo, que muestra las realidades feas del país. Esta es la razón por la cual no va a verlo la gente. Pero es como todo, hay lados buenos y lados malos […]. La gente no está acostumbrada a ver cine en su idioma, y menos sobre sus historias. El público se siente americano, es todo un proyecto ideológico cultural, social y político que viene desde hace muchos años. Es más fácil que una persona se identifique con Gossip Girl que con producciones mexicanas con temas expositivos crudos”, nos comparte Jesús Mario Lozano.

Una referencia para saber lo lejos que está una película mexicana de autor de una de la gran industria, son las cifras que a continuación se presentan. Una muestra de 80 películas mexicanas estrenadas en 2015 tuvo 17.5 millones de espectadores. Mientras que la película más vista en 2015 a nivel mundial, Minions, obtuvo en su primer día de exhibición 16 millones 745 mil 698 espectadores.

Sin embargo, las visitas al cine son sólo son el problema que ocasiona que el cine no sea explotado como se debe, “la cantidad de dinero y la distribución es muy complicado. Empezando porque el cine en México está en el Tratado de Libre Comercio, o sea que tenemos que competir al tú por tú contra la gran industria americana. Eso nos mete en un problema, nuestros presupuestos son incomparables, no solo en producción, sino en distribución y mercadotecnia”, comenta Erick Daniel Sánchez, egresado de The New York Film Academy, asistente de dirección de películas mexicanas, director de un próximo documental y joven emprendedor. 

Noventa por ciento de las películas que están en las salas comerciales son producciones hollywoodenses, países como Canadá protegieron sus industrias culturales, cosa que México no ha hecho. Aquí es donde el problema comienza a engrandecerse. El cine producido en nuestro país tiene que luchar contra ese 90 por ciento de producciones americanas. El 10 por ciento restante no es exclusivo para cine nacional, sino que en este se incluyen exhibiciones europeas y ciclos independientes, lo que lleva a la reducción de oportunidades para el cine mexicano.

“Hay un doble monopolio dividido entre Hollywood y la industria que decide qué ver del cine mexicano, no todo lo producido en nuestro país es exhibido, y eso nos obliga a ver contenido impuesto. El problema es que los mexicanos no decidimos qué queremos ver, sino lo que nos acostumbran a que nos guste y lo que los jurados internacionales deciden qué es bueno para ver. En plataformas por Internet pasa lo mismo, Netflix selecciona su contenido y depura películas sin dar la oportunidad de ver contenido diferente. Pasa esto mucho más con el cine independiente”, explica Lozano.

El problema de la industria en México es grande. No sólo para conseguir recursos, sino para la distribución, que es un factor verdaderamente importante. Ya que en esta parte se busca recuperar lo invertido. Además, los montos de dinero que se requieren para llevar a cabo un filme son verdaderamente altos.

En 2014 el gobierno puso en marcha el programa de deducción de impuestos para apoyar al cine mexicano. En el primer semestre de este año, según datos publicados en El Financiero, 86 empresas invirtieron 334 millones de pesos en la producción de filmes sin necesidad de dedicarse a este negocio, entre ellas destacan Alfa, Televisa, Mexichem, Azur y Gas Natural Fenosa. De sus aportaciones pudieron deducir hasta 10% del ISR generado en el ejercicio anual previo. Sin embargo, esto aporta solo 30% del presupuesto de una película, lo que limita a hacer cosas más grandes.

A pesar de que existen estos apoyos junto con las convocatorias que publica anualmente el IMCINE, la ayuda se presenta para películas seleccionadas “con futuro prometedor”, utilizando criterios de evaluación  ya establecidos y estandarizados. Además, muchas veces el dinero no alcanza a cubrir ni la mitad de los gastos en producción, considerando que el sector de distribución no está cubierto aún.

Este punto puede ser a su vez contradictorio ya que, al poder evadir impuestos, la oportunidad de encontrar un lugar para la corrupción es amplio. “Uber dijo que me iba a apoyar con dinero para poder distribuir mi película, pero he conocido casos en el que las empresas te firman un cheque de mayor monto al que te están dando, entonces ahí está el negocio chueco con tal de sacar tu película”, comenta un cineasta que prefirió conservar su identidad. “Un problema al que los directores de cine se enfrentan es que los filtros de distribución de las películas son exigentes. Si a la película le ha ido bien en un festival, tienes el dinero y los contactos, su éxito es probable aunque sólo se lleguen a acomodar algunas copias de tu filme. Nada comparado con las diez salas que ocupa una película de superhéroes en el primer fin de semana de estreno”.

Festivales mexicanos como el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG) en sus inicios intentó defender el cine nacional para darle la importancia que se merece, pero con el tiempo se perdió ese refugio. Estos últimos años se abrió las puertas no sólo a cine latinoamericano sino también europeo.

Si dependiera de la calidad y el impacto que causa el cine mexicano en la industria, el futuro del mismo sería muy favorecedor, no se niega que ha habido avances, y estos últimos tres años, de acuerdo con las estadísticas, se ha visto una gran mejora en los resultados de producción, en reconocimiento e incluso en la venta de las mismas películas. Datos que no se habían registrado desde la época del Cine de Oro Mexicano.

Evidentemente, para que haya una aceptación en todos los aspectos, se tiene que crear una industria libre de corrupción, monopolios y de estereotipos. Se necesita una mentalidad un poco más abierta por parte del público nacional. El país tiene que creer y apoyar a sus realizadores para que el cine mexicano siga creciendo y se pueda generar una esfera de positivismo cinematográfico. El problema no solo radica en el contenido, sino también en factores externos que entorpecen el camino al éxito y reconocimiento de esta valiosa propuesta, el cine mexicano.