Puebla: el cuento fragmentado
Nada ha pasado. Las elecciones en Puebla dejaron sólo resabios entre el círculo rojo y sus estructuras. Nada más.
En la calle, don Pepe como todos los días, pone su banco y acomoda su cajón en espera de que un cliente llegue a bolearse los zapatos, doña Marta sigue abriendo su puesto de memelas después de las 10 de la mañana, al igual que el señor de la esquina que cada día llega a vender sus tacos de canasta, mientras charla con el vendedor de dulces y de vez en cuando suelta una risotada frente a los comensales que se arremolinan junto a su bicicleta.
Allí, nadie habla de política, ni de problemas estructurales, mucho menos de economía ni del precio del dólar. La charla gira en torno a los amigos de antaño, el rumor del vecindario y hasta del calor que se siente al mediodía y la lluvia que refresca las noches de verano en Puebla. Es más, nadie habla de su vida privada, prefieren las trivialidades para desviar la mirada.
El tendero, uno de los pocos que sí acudió a votar el 5 de junio, se ufana de que ganó su candidato y presume su calcomanía que le obsequió una brigada durante la campaña, pero tampoco habla de política, ni de religión, si acaso alcanza a charlar un poco del futbol y nada más. Es parco con la clientela, mientras voltea de vez en vez a mirar la pantalla de televisión.
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Nada ha pasado, todo sigue igual. A los políticos sólo se les conoce por la televisión y porque el locutor del noticiero matutino hace referencia a las inauguraciones o a un evento de café. Otros, los menos, se atreven a realizar un pequeño recorrido por las calles y desaparecen.
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Ir y venir de personas. Las calles de Puebla se convierten en ríos de gente conforme se encuentra uno más cerca del Centro Histórico. Allí, tampoco pasa algo diferente, el mercadeo ha robado espacio y acapara las miradas de cientos que cruzan como buscando algo que nunca encuentran. Si acaso, se detienen un poco frente a los aparadores y luego se van.
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Han pasado escasos 10 días desde las votaciones y pocos recuerdan alguna propuesta de los candidatos. En su cotidianeidad han quedado sólo las campañas negras, pero prefieren evitar el tema, aunque demuestran estar conformes con los resultados, a pesar de todo.
Don Pepe ni siquiera fue a votar y doña Martha dice que nunca ha votado: “para qué, si todos son iguales… de todos modos terminan haciendo lo que quieren”.
Twitter @mecinas