De la democracia a la tiranía

.

Encarcelado, acusado de traición, Nicolás Maquiavelo planeó su obra máxima El Príncipe, a modo de respuesta para Lorenzo II de Médici. El documento no se publicaría sino hasta 14 años después, pasada su muerte en 1527.

Inspirado –se dice- en la vida de César Borgia, Maquiavelo escribió un tratado de doctrina política que ha superado los tiempos, en el que describió los distintos modelos de Estado dependiendo su origen y fue más allá, apuntó todas y cada una de las recomendaciones para la supervivencia de un gobierno.

Sobre los gobiernos emanados del pueblo apuntó con claridad rigurosa que “el que es elegido príncipe con el favor popular, debe conservar al pueblo como amigo”, de lo contrario será el mismo pueblo el que le arrebate su reino.

300 años a.C. Aristóteles abordaba lo relacionado con la democracia que en aquellos tiempos ya dominaba entre los griegos y aunque la consideraba una forma de gobierno inferior a la aristocracia, consideraba que “es la menos mala de las desviaciones, porque se desvía poco de la forma de la República”.

El riesgo mayor que veía es que, por sus vicios –corrupción, servilismo, intereses de grupos, etc.- podría degenerar fácilmente en oclocracia o en tiranía.

El desenlace, lo conocemos. La democracia habría de quedar instaurada en el orbe y definida, sin duda, por Abraham Lincoln, hasta noviembre de 1863, con aquel discurso histórico pronunciado con motivo de la inauguración del cementerio nacional estadounidense en Pennsylvania: “…que esta nación, bajo la protección de Dios, renazca a la libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca jamás de la faz de la tierra”.

Los derroteros históricos habrían de convertir a la democracia en el paladín de incontables batallas en aras de la libertad y luego, esa misma democracia violada “en repetidas ocasiones” habría de llevarnos a ser representados por gobiernos ilegítimos que emanados de facciones partidistas harían del Estado un botín de grupos y no una herramienta válida del contrato social, ni de los intereses de la Res pública.

Sin embargo o precisamente por ello, la caída de gobiernos y regímenes antidemocráticos ha sido una constante en la historia, sobretodo, de aquellos que llegando al poder con la venia del pueblo o por encima de éste, hacen gala de toda su soberbia convirtiéndose en aberrantes tiranías.

Twitter @mecinas